Como cada mañana fui a dar un paseo por los alrededores de mi casa, me gustaba sentir la brisa de la mañana y caminar entre las hojas y flores de la pradera, era una fortuna que pudiera disfrutar de buenos paseos después de haber pasado 2 años en una habitación de hospital por un accidente que casi cobra mi vida y mis piernas y resultó en un coma que parecía no tendría remedio. Seguí caminando hasta llegar al hermoso campo de lirios qué solía visitar cuando vislumbré una melena blanca entre los pétalos de los lirios, la dueña de esa melena revelde danzaba con tranquilidad y elegancia, como si el viento estuviera tocando una melodía lenta y hermosa, pero dudo que cualquiera que fuera esa melodía estuviese más hermosa que esa chica de tez tan blanca que se diferenciaba a la perfección con las flores que bailaban con ella, no me acerqué demasiado, no quería asustarla, más sin embargo ella clavó sus ojos en mi, uno de ellos era verde y el otro miel brillante, no sabía como era posible ver aquello, parecía sacado de un sueño, lirios naranjas y rayados, chicas albinas y salvajes, si antes de verlo me hubieran preguntado si aquello era posible habría dicho que tal cosa no existe.