Reencarné en otro mundo con un género diferente

Prólogo

Mi vida siempre había sido monótona y solitaria. Me levantaba de mi pequeña cama, dentro de la pequeña habitación de mi claustrofóbica casa y tras asearme, me dirigía a un pequeño puesto de adivinación, la cual estaba a unas calles de donde vivía.

Al llegar, lo primero que hacía era poner en orden el lugar y ambientarla un poco, intentando ocultar el olor a humedad con algunos palillos de incienso. Seguido de ello, me colocaba una especie de ropa ceremonial que había heredado de mi madre.

La razón por la cual estaba en este lugar no era porque era el encargado de la limpieza o el que atraía clientes, nada relacionado a ello. Yo era el chamán que ofrecía sus servicios en este pequeño lugar.

Mis habilidades eran reales a comparación de muchos charlatanes que había por la zona y en la ciudad. Es por ello por lo que muchas personas acudían a mí para ayudarlas a solucionar todo tipo de problemas y malestares físicos.

Mi vida siempre había girado en torno a otros. Desde pequeño, mi madre me había enseñado a canalizar mis habilidades o dones como ella los llamaba y me inculcaba a diario que dichos dones debían estar siempre al servicio de otros, que esa era la razón por la que estos pasaban de generación en generación dentro de nuestra familia.

Cuando cumplí los 14 años, mi madre me involucró en sus trabajos y hacía que fuera yo quien ayudara a las personas que acudían a ella. Todo iba bien al principio, pero al cabo de unos meses mi mente empezó a darse cuenta de la realidad de mi entorno. Pude darme cuenta de la malicia humana y la máscara que muchos portan. La mentira, el engaño, la hipocresía de las personas era tan nítida para mí, que me revolvía el estómago.

Cuando empecé a decirle a mi madre que la mayoría de las personas que acudían a ella solo lo hacían para librarse de problemas que ellos se habían causado a si mismos por su negatividad y malicia, ella me respondía que cada persona merece una segunda oportunidad y nuestro deber era guiarlos por el camino correcto.

En su momento entendí y acepté ese pensamiento, pero conforme pasaban los años y la situación se repetía una y otra vez, el rechazo y el asco hacia ese tipo de personas hacia que empezara a rechazarlas y dejar de ayudarlas. No obstante, mi madre me repetía una y otra vez las enseñanzas de nuestra familia, la cual era ayudar a otros.

Nunca pude comprender del todo el tipo de razonamiento de mi madre, quien se desvivía por los demás. No importaba si se trataba de una persona buena y gentil o de una avariciosa y maliciosa, mientras le solicitaran su ayuda, ella hacía todo lo posible por cumplir su "deber" y de cierta manera me imponía lo mismo.

Aun cuando mi padre nos abandonó, huyendo con los ahorros de toda la vida de mi madre, ella nunca hizo un comentario negativo ante ello. Sus únicas palabras fueron: Quizá este es un karma que debía pagar, sólo debemos ser fuertes y seguir adelante.

Aquello me pareció tan ridículo y estúpido. Estaba seguro de que, con las habilidades de mi madre, ella ya había anticipado ese suceso, no obstante, no hizo nada para evitarlo.

Aún después de su muerte, lo que me había enseñado estaba tan impregnado dentro de mí, que seguía llevando a cabo cada una de sus palabras, a pesar de que ello me consumiera. Las personas acudían a mí una y otra vez sin detenerse ni un solo día. Aquello me llevó al punto máximo de colapso, por lo que decidí escapar unos días de la ciudad y despejar mi mente. Necesitaba alejarme de todo y darme un momento para respirar y tratar de darle un enfoque a mi vida. ¿Debía seguir ayudando como lo hizo mi madre? ¿Era mi deber y responsabilidad hacerlo? ¿Tenía que cumplir con todo lo que me pedían a costa de mi propia salud? Y es que, al haber vivido de la misma forma durante muchos años, no solo había desgastado mi mente, sino también mi cuerpo.

Mi apariencia aun si seguía siendo agraciada y atractiva, parecía la de un hombre a finales de sus 30s en vez de la de un joven a mitad de sus 20s.

Tras aquietar mi mente y decidir el rumbo que debía tener mi vida ahora, decidí regresar a la ciudad. Caminaba tranquilamente por las calles cercanas a mi casa, admirando las estrellas nocturnas, cuando de pronto y sin previo aviso, una joven mujer me apuñaló. El dolor y la confusión me embargaron y cuando la joven mujer se retiró, caí desplomado al suelo.

Mi visión empezaba a hacerse borrosa producto de la hemorragia, pero pude distinguir a la joven mujer. Era la hija de la mujer a la cual le había negado mi atención antes de irme de la ciudad. En ese momento estaba tan agotado, que le pedí que esperara a mi regreso y a pesar de que me rogó que primero la atendiera, mi mente estaba tan abrumada que la rechacé. Y ahora, por los gritos y las palabras de su hija en este momento, supe que su madre se había quitado la vida al no haber podido solucionar sus problemas.

¿Fue mi culpa este suceso? No lo sabía... no tenia fuerzas para pensar. Cada segundo que pasaba mi conciencia se iba desvaneciendo. El dolor ya se había ido y los gritos de mi asesina se sentían lejanos. Al final... ¿no podré hacer nada de lo que me propuse hacer al volver? Ir a la universidad, hacer amigos, tener una novia y deshacerme de mi virginidad. Lo último fue algo ocurrente y gracioso, estaba pensando en una tontería en mis últimos momentos.

Tras imaginar una sonrisa en mi rostro, exhalé mi último aliento y morí. Sentí que la oscuridad me envolvió y sólo me dejé llevar. No sentía resentimiento alguno hacia mi perpetradora y acepté la muerte con tranquilidad. Tal vez este era el descanso que tanto quería.

En la infinita oscuridad, mi alma se balanceaba de un lugar a otro, sintiendo que en cualquier momento esta me consumiría y eso fue justamente lo que estaba por suceder. Sin embargo, en el momento preciso que iba a ser devorado, una mano tiró de mí y me llevó hacia un lado de aquella oscuridad, guiándome hacía una puerta de luz.



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En el texto hay: demonios, magia, reencarnación

Editado: 07.09.2024

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