Odio admitirlo, pero te extraño

Solo quien tiene hermanos sabe lo que se siente. Lo que duele que se alejen de ti. Los recuerdos llegan de golpe, la nostalgia no se hace esperar. Aún cuándo no tengan la mejor relación del mundo, es inevitable quererlos. Así me pasa a mí. Nunca he sido unida al mío, el agua y el aceite nos dicen. Siempre en desacuerdo el uno con el otro. Reprochando “no hiciste esto, no hiciste aquello” o “eso te tocaba hacerlo a ti, no a mí” cosas así, se volvían nuestro día a día. Odio admitirlo, pero te extraño, extraño terminar tarde en la cocina porque tú no has acabado de comer. Extraño apurarte para que salgas y yo cerrar con llave la puerta. Extraño que me quites la novela que estoy viendo para ver el fútbol. Extraño que pongas esa música que tanto odio y que te pongas a hacer esos pasos de baile que me dan risa. Extraño tener que esconder los perfumes de mi mesita porque te los echas a escondidas. Extraño regañarte cuando estoy limpiando porque entras sin que yo termine, ensuciando todo a tu paso. Quiero llamar a tu celular y que me digas que vas a colgarme la llamada si vuelvo a preguntar “¿dónde estás?”. A veces solo lo hacía para enojarte. Ahora extraño todo eso. Te has ido lejos, nunca pensé que iba a extrañar todo eso que tanto odiaba. Ahora solo te veo a distancia, a través de una pantalla, siempre con poco tiempo porque debes irte a trabajar. Ya nada es como antes, dudo que vuelva a serlo algún día. Pero a pesar de todo, te quiero. Somos el agua y el aceite, aun así, no importan las diferencias, por sobre todas las cosas, somos hermanos, a veces no nos comportamos como tal, pero aun así eso no va a cambiar nunca. Odio admitirlo, pero te extraño. Deseo que nos veamos pronto para poder crear nuevos recuerdos juntos y darnos ese abrazo que nunca nos dimos cuándo te fuiste lejos. Te quiero hermanito.