Regian

CAPITULO V: "Solo es la pequeña punta del iceberg que hundirá todo"

Nunca pensé que mi cita se trataría de ir a verlo a un hospital porque según los dichos alguien, lo asaltaron mientras yo estaba en el baño. Las mentiras son ruines más cuando sabes el culpable y tienes que callar para que no ocurra algo peor.

Con los nervios de punta, no sé cómo las horas se pasaron al llegar al hospital con el corazón latiéndome desenfrenado, la piel me tiritaba. De camino en el taxi mis piernas no dejaron de moverse, tiritando del nerviosismo. La ansiedad también me provoca un atoramiento en la garganta, Gabriele es ese alguien que está atravesando los barrotes de esa celda de sentimientos que trate de ocultar a toda costa.

—Llegamos.

—Gracias —Pagué con efectivo y salí corriendo del taxi.

Pregunté en recepción y al tomar un el ascensor, unos minutos después ya estaba corriendo por lo pasillo, tragándome las mentiras y pensando lo peor de todo esto. La puerta estaba entreabierta que ingresé tocando y vi a Gabriele con sobre una cama con el brazo enyesado pegado a su pecho. Su cara, estaba en igual estado, destruida por los múltiples moretones en el rostro y los labios igual de partido, ese imbécil lo dejó realmente mal

Mi corazón se encogió cuando me acerqué y él trató de dar su mejor sonrisa, aunque el dolor le fuera inmutable.

—No pensé ver esa cara de tristeza en tu cara —Comentó divertido.

—Yo… lo siento —Ingresé al notar lo solo que estaba en la habitación—. Cuando fui a buscarte, me dijeron que estabas aquí y yo te abandoné, lamento que esto…

—Shhh —Me acerqué tragando saliva y me apoyé en su cama—. Si hubieras estado ahí, te hubiera pasado algo y agradezco que te hayas escapado de mi beso. Si te hubieran lastimado, no me lo perdonaría.

—Estaré bien.

—Lo sé —Gimió de dolor y cogió mi mano, aunque no tuviera la fuerza necesaria para hacerlo—. Tu padre estará enojado, porque no puedo llevarte a casa.

—No te preocupes, puedo tomar un taxi y regresar.

—Lo siento si esta cita fue un fiasco, yo no quería…

—Cinco estrellas —Lo interrumpí, acariciando una de sus manos.

—Seguramente es la medicina, ya estoy drogado —Habló para sí mismo y me sonrió tan dulce que no pude resistirme y me acerqué más—. Dejaré que me golpeen más seguido.

—No por favor —Solté una risa nerviosa—. Prometo que pagara la persona que te haya hecho esto.

—No puedes, fue un asalto.

Negué para mí misma, sé que esto fue todo menos un asalto, son consecuencias.

—El delincuente lo pagara.

—No quiero involucrarte en cosas que te dañaran —confesó e hizo una mueca de dolor.

—Te lo advertí —Suspiré apretando su mano—. Nada bueno llega conmigo, Gabriele.

—A mi basta con lo que eres.

—¿Tu familia no me aceptara?

—Mi familia acepta a todo el mundo.

—Yo…

—Sé que estoy vulnerable y tal vez no sobreviva. Pero…—jugueteó con sus cejas levantándolas y se acercó a mí con dolor—, ¿quieres ser mi novia?

—Apenas me conoces de una semana.

—Me gusta ser espontaneo —Rodeé los ojos y verlo así todo débil, no ayuda. Mi corazón hace que se ablande—. ¿Qué dices?

—Estas aprovechándote de la situación.

Su sonrisa se ensanchó.

—Tal vez, después de todo pueda que sean mis últimos días.

—No puedo decirte un sí… —confesé cauta y dejó caer el brazo no roto—, pero tampoco diré que no.

—¿Tengo esperanza?

Resoplé, pensando bien las palabras y crucé miradas con él. Es un pecado abrir una parte de esto, no quiero involucrarme, no quiero que tengamos algo, pero él es tierno en todos los sentidos, logra que mis días no sean tan difíciles de llevar.

—Quiero que esto crezca lento, sin exagerar.

—Tengo paciencia…

—Pues yo también la tengo.

—Pues, Helen —Arrimó la mano para que estrechase—. ¿Es un trato?

Lo dude.

—Si… —Apreté su mano y me empujó hacia su cuerpo.

Caí sobre su pecho y se quejó.

—Vale la pena.

—¿La pena para qué?

—Para esto… —Y me beso. Un dulce toque en que mis labios saborearon con delicadeza los suyos. No me resistí, borré los recuerdos de ese alguien que me interrumpe. Cerré mis ojos recibiendo sus caricias y entre las pequeñas fantasías que cree, algo me hizo revivir un primer beso. La sensación perdida en mi mente era una tarde, el paradero de un autobús y el sol cayendo. Abrí los ojos y me aparté, distraída.

—¿sucede algo?

—No —saboreé mis labios—, tengo que irme.

—¿Vendrás a verme mañana? —Asentí y me acerqué a esos labios de nuevo, dejando un sutil beso en ellos.

—Cada día hasta que vuelvas a clases.

—Me agrada haberte conocido.

—No eres el único —Guiñé un ojo y me alejé de la habitación—. Te veo mañana.

Al salir del hospital, logré respirar tranquila, como si algo me estuviera asfixiando. Mis memorias vuelven, pero no deben regresar. Lo mejor es que queden enterradas para siempre, pero cada sentimiento bueno que saco a la luz, Carter llega a mi cabeza y aviva todo como si no estuviera muerto, como si viviera en mí.

Odio un poco a mi abuela, por hablarme de ese recuerdo del pasado. No lo conozco, solo me habla de él y cada que sueño, es como un enigma borroso. No detallo su rostro, solo las caricias y las percibo como primeras veces. Algo me dice que cada recuerdo, jamás dejará de existir si sigo pensando en alguien que ya no está. No lograré enamorarme de alguien, si él sigue invadiendo mis memorias.

***

Mi vida ahora se resume en odio. 

Cuando llegué a este lugar he luchado con una vida lejos de conflictos como toda adolescente normal. Sin embargo, el pisar este colegio me ha ocasionado muchos recuerdos cruzados, incógnitas que no quiero averiguar. Pasaría todo en alto, incluso los rostros que posiblemente odie en un pasado, pero Regian, era lo peor en este mundo, era una bestialidad lo que tuve que pasar por culpa de él y que no salga impune, me consume de una rabia que no toleraré.




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