Reina Consorte

Besos, caricias y desastres

Bajo pequeñas risas que salían de sus labios el ambiente entre ambos cambió, Alysa besó sus labios con cariño después de oír su respuesta, él se encaminó de nuevo a ese punto dulce que lo volvía loco.

Un gemido salió de sus labios con sorpresa, la mirada del rey era de satisfacción.

Cuando sus dedos empezaron a moverse dentro, su cuerpo le dio total respeto, pego su cabeza en su hombro levantando un poco su cuerpo, dejándole el camino libre.

Adrián se mordió el labio, sus ojos se dirigieron a la mujer que mordía su hombro con aberración.

—Cariño, ¿quieres algo más que mis dedos? Dudo que lo estés disfrutando —sus ojos tomaron un pequeño brillo

Apretó los labios cerrando sus ojos.

—Cariño, ¿quieres ver que has causado? —Adrián separó su rostro de su hombro

Levantó su mirada al rey, quien apreciaba a su bulto, Alysa pronto noto lo que había causado y aquel recuerdo de su noche volvió a su cabeza.

Pegó su cabeza en su pecho con vergüenza, los dedos salieron de su interior.

Ella tomó la falda del pijama, quitándosela para dejarla a un lado, su cuerpo desnudo era un nuevo un lienzo en blanco para Adrián.

Rodeó la nuca del rey con sus brazos atrayéndolo.

—Buscas lo que no se te ha perdido...
 


—Solo quiero un cómplice

Sus labios se apoderaron de los del rey, besándolo con obsesión su cuerpo desnudo era acariciado por él.

La braga que tenía puesta era quitada por Adrián, la prenda color crema terminó en el piso.

Adrián la tomó entre sus brazos, besando su cuello con dulzura, bajaba su cabeza por cada rincón de su cuerpo, al llegar a su pezón no evitó meterlo a su boca chupándolo.

Alysa sostenía su cabeza como si se tratara de un bebé recién nacido.

Su mano bajó hasta el pantalón de rey, con su miembro erecto una pequeña caricia lo alertó, levantó la cabeza observando a la hermosa mujer como un cachorro.

Soltó un enorme suspiro, se pegó a su pecho mientras ella acariciaba sus mechones plateados.

—Entonces... El padre de Bennett mató a mi hijo... voy a matar al padre de su majestad

Se ganó un pequeño golpe en la cabeza.

—Él ya está muerto, falleció poco después de matar al pequeño —su voz fue áspera

Volvió a verla con el ceño tenso.

—Nadie, bajo mi cuidado volverá hacerte daño —un pequeño beso fue a sus labios

Hubo silencio un par de segundos.

—¿Vas a dejarme así o...? —la mirada de Alysa se mantuvo en su erección

Adrián avergonzado bajó la cabeza.

Se acomodó en la cama de modo que quedara en el espaldar, Alysa encima se sentó en su pene bajando con cuidado.

Un jadeo salió de los labios del rey, ella pegó su cabeza en su pecho. Había olvidado cómo se sentía, sonrío bajo para levantarse y aferrarse a su pierna.

—¿Segura que tienes fuerza para hacer esto?

—La primera vez lo hicimos en un tembló abandonado, no eran buenas condiciones para hacer el amor. Y mira termine embarazada —contestó

Como la primera vez logró sacarle una sonrisa.

—Vaya emperatriz, algunas veces eres tan atrevida que me sorprende

—No soy emperatriz

—Cierto..., eres mi reina

Al principio hizo mala cara, pero se transformó con lentitud en una bella sonrisa pícara tras mover sus caderas.

Jadeos salieron de su boca al sentir de nuevo ese deseo, lo que él activo, Adrián tomó sus caderas colaborando con el movimiento.

Bajo la tensión del movimiento, no evitó emitir más de un sonido, cubría su boca para no ser escuchada; sin embargo, el rey le quitaba las manos de la boca.

—No te detengas, gime cuanto quieras —la sonrisa en sus labios le dio seguridad

Se recargo sobre sus piernas, con las manos el rey e sus caderas dejaba que él se encargara de emitirle placer.

Se sentía increíble como su interior era golpeado, los gemidos pronto fueron más agudos.

Él por su parte disfrutaba ver su rostro, al estar tan excitada no evitaba sonreír con posesión, la tensión en su parte baja lo desesperaba.

Su interior se sentía también como la última vez que la tenía, la suavidad contra su dureza.

No lo soportaba, tomó a Alysa del brazo bajándola de encima, la acostó en la cama con obsesión.

Sus manos se apoderaron de sus senos, sus dedos acariciaron sus pezones duros.

Un jadeo se escapó de los labios de la mujer.

—Adrián... no te detengas... por favor —mencionó

Adrián no dejaba de chupar sus tetas, tenía las piernas de la emperatriz abiertas a su disposición, con su pene dentro de aquello que lo enloquecía.

—Dioses... cuando súplicas, cuando sucumbes me vuelves loco —sujetó las manos de la Alysa embistiendo con fuerza




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