Reina Consorte

Sin aprobación

Palacio Imperial melodiano

Fueron tres días en los que Dayan permaneció en reposo, Eileen, nunca le quitó el ojo de encima a la recién llegada, no se inmutó a verla o escuchar la razón de Bennett.

En su habitación Charlotte le indicaba cómo ser una buena reina, con sigo traía un cuaderno, y una pluma.

Eileen mantuvo reposo sobre una silla con el ceño fruncido.

—Su majestad, ¿le importaría empezar? —Charlotte se sentó en un sillón al frente de ella

Su vestido azul claro, con mangas que inician a la altura del corazón, el brillo en el coste, y un cinturón de plata con zafiros incrustados.

Su cabello recae en una trenza sobre su hombro y una corona de cadena dorada sobre su cabeza.

—Charlotte, ¿crees que ella sea la amante de su majestad? —Eileen se ocultó con su mano

—No creo su majestad, hay rumores que indican que se trata de una empleada más —contestó

Ella quitó su mano de su rostro, con una sonrisa fue a la mesa donde Charlotte escribía como debía comportarse una reina.

«Debo relajarme, al fin y al cabo, Bennett está encantado, por lo que me amara solo a mí»

—Su majestad, los consejos que estoy a punto de darle la harán resaltar en la corte, pero no se confíe, algunos pueden sobrar dependiendo la ocasión. Como el hablar, en ocasiones es mejor callar antes de meter la lengua en temas que no entiende, la vestimenta es fundamental, si usted quiere resaltar, no use colores o vestidos que no favorecen a su figura, y aunque repitente pero esencial, ser bondadosa. Vale más una reina buena que una tonta y bonita

Eileen asintió con la cabeza a cada palabra, los colores que favorecen en ella eran los pasteles, los cálidos, tierra y neutros.

No podía darse el lujo de fallar en algo tan simple como mostrar su grandeza.

—No puedo instruirte en economía y política por no conocer al imperio, pero puedo darle consejos.

—No se preocupe, solo quiero entender más rápido la posición de emperatriz antes de casarme —explicó

—No creo que pueda hacer maravillas hasta ese tiempo, quiero decir, solo queda una semana, su majestad, y si se ha dado cuenta los preparativos están a medias —Charlotte levantó la mirada, dejó sus manos sobre sus piernas dejando una expresión relajada sobre su rostro

—¿Hoy es viernes? —inquirió

—Sí, su majestad

Eileen se levantó emocionada del asiento.

—Discúlpame Charlotte, pero hoy llega mi vestido de novia y no puedo esperar —dijo con una sonrisa en los labios

Charlotte asintió con la cabeza.

—Ven acompáñame —propuso

Catalina, quien estaba pendiente de Eileen al verla tan cercana a Charlotte sintió ligeros celos.

Apretó los labios dirigiéndose a ella.

—Perdón su majestad, pero el vestido aun no llega y en dos horas tiene una reunión con Lord Philip —se acercó a ellas

Eileen dobló el ceño, de inmediato la sonrisa desapareció.

—Catalina, recuerda que al hablar debes dirigirte a la emperatriz con resto, estuvo bien tu oración, pero. Interrumpir de una manera tan maleducada deja mucho de qué pensar sobre su educación —Charlotte la observó de reojo

Catalina solo la fulminó con la migraña ganándose el mismo gesto de parte de la duquesa.

Ambas tenían el mismo objetivo con la futura emperatriz, y su camino podría teñirse de sangre si fuera por el poder.

Eileen regreso al asiento, ellas cambiaron su expresión de inmediato al ver a la mujer, ella tomó el cuadernillo con las indicaciones propuestas por Charlotte.

—Estudiemos Charlotte, no puedo perder más tiempo, Catalina, avísame cuando el vestido esté listo —ordenó

—Sí señora

—Y por favor vete, en este cuarto estorbas, vigila a la nueva y trae nuevos chismes, para eso puedes ser útil

Las dos mujeres se quedaron calladas por el vocabulario utilizado, Catalina se tragó las palabras que estaba pensando agachado la cabeza, siguiendo la orden de Eileen.

Al salir de la habitación, Charlotte oculto una pequeña sonrisa de victoria.

Levantó la cabeza lista para escuchar a la emperatriz.

«Es más influyente de lo que pensé, será perfecta como peón de la corte»

Eileen señaló una palabra en la libreta, Charlotte le indicó que significaba, sus similitudes, la manera correcta de expresarla.

Luego fue con la vestimenta, si bien tenía muchos vestidos que favorecen, otros eran una exageración.

Como uno rojo intenso, el cual le marcaba la cintura, la falda era grande y esponjosa, y lo solía combinar con un collar de esmeraldas.

—Pero es mi favorito —comentó deprimida

—Lo lamento, pero después del parto las cosas son diferentes.

—¿Qué tan diferentes? —cuestionó con los brazos cruzados




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