Reina Consorte

Nunca será emperatriz

Bennett fue recibido por el consejero, se le entregó vino sobre una copa de cristal mientras era atendido por él.

—Me temo que es evidente el enojo de los sacerdotes de la iglesia, ante todo del sumo sacerdote. Su majestad, le recomiendo pensar bien a quien quiere poner el trono —el concejero sostuvo un libro en sus manos, uno de normas y reglas

Bennett observó de reojo el libro, desvió la mirada dejando la copa de vino.

—¿Qué tienen contra Eileen?

—Dentro de todos los problemas que tienen con ella, el mayor es su capacidad su majestad, ella no llegará a los talones de Alysa, de Marie, o de Stella —tomó otro libro, abrió entre sus páginas el capítulo de Stella entregándoselo a Bennett

Stella era la hermosa personificación de la grandeza, bella, inteligente, piadosa, cruel con los que lo merecían, madre de dieciocho príncipes de la dinastía, y en pocas palabras, la madre de Melione y abuela del mundo.

Alysa, ni su madre llegaron a los talones de Stella, si ellas no pudieron, mucho menos Eileen.

—Conocerá la historia de su muerte su majestad, la abuela del mundo dejó enseñanza; una que sus mujeres practicaron cuando eran niñas —explicaba —una que Eileen nunca podrá igualar

—Me está diciendo que siguen comparando a Eileen con Alysa —frunció el ceño

—No su majestad, pero hay que ser realistas, ella nunca alcanzará el nivel que se necesita. Víctor no pudo con ella, y es extraño porque es un hombre que mana sabiduría y conocimiento

—Víctor es un viejo que no tiene edad para educar. Eileen solo lo júbilo —justificó

El consejero hizo una expresión complicada, conocía a la perfección a Víctor, sabía que tal magnificencia llena de paciencia no se jubilaría hasta estar dos metros bajo tierra.

—Majestad, entiendo que escoja a Eileen como emperatriz porque lleva un hijo suyo en el vientre, pero el imperio no se maneja solo, usted no puede con esta carga, si sufría con Alysa, y sufrió sin ella, no sé lo que le pueda pasar al imperio en una situación tan crucial como esta —hizo una pausa —me temo que, si usted no consigue a otra emperatriz, ninguna iglesia va a casarlo

Bennett rio bajo.

—Consejero, me parece que esto no es lo que quiero escuchar, deme soluciones para que la iglesia acepte a Eileen como emperatriz —se levantó del asiento, recogió el libro con la imagen de Stella dejándolo en una estantería

Sobo la espalda del consejero.

—Quiero buenas noticias consejero

Dichas esas palabras, Bennett salió de la habitación, el portazo hizo que consejero se desplomara por un momento en el suelo, respiro profundo leyendo la página 278 del libro de normas y reglas.

—Entre las más importantes, la emperatriz debe permanecer aún rango superior del ducado o el este mismo para poder llegar al trono, siempre y cuando haya sido seleccionada por el padre del siguiente emperador. Como parte de proteger el linaje, además de ser instruida para llegar al porte de la gran Stella

—Dioses míos, protejan el imperio y que él reaccione.

***

Fueron días desesperantes para Bennett Edevane, días en los que la situación no pareció mejorar.

Las malas noticias llegaban cada día más, la inconformidad, la falta de empatía de los demás imperios, los problemas dentro de su país.

Para calmar su amargura, Marie fue aquella mujer que lo ayudó en su mandato, la única que pudo solucionar con su ayuda parte de los problemas, pero no los suficientes dentro del imperio.

Nada, sin una mujer apta para el cargo... Lo lógico es que la mitad del imperio caiga.

Bennett lo sabía, Marie lo sabía, la corte lo sabía... pero Eileen, ¿lo sabía?

—Bennett, tenemos que hablar —a la oficina entró Marie

—Madre, que gusto verte, ¿por qué no vas al jardín con Eileen a tomar té? —cuestionó acercándose a su madre con cariño

—Gracias, pero prefiero convivir con personas de buenos modales a tratar con animales del campo —Marie se apartó de hijo un momento saliendo de la habitación lleno al balcón

Bennett apretó los puños respiro profundo; ahogando los comentarios de su madre, podría confrontar a otra mujer, pero jamás a ella.

Fue al balcón donde está su madre, se limita a abrazarla solo se queda a su lado apreciando su imperio.

—Mira eso, esta gente, esos niños, los adultos, los ancianos. Nuestro imperio, cayendo por una mujer —Marie dobló el ceño con pesar.

—Alysa... la mancha negra de nuestro imperio —contrarresto el emperador

Marie observó a su hijo de mala manera.

—Alysa no es la mancha negra, es Eileen, si ella tuviera sangre noble... si nunca te hubieras divorciado y hubieras actuado de la mejor manera. El alma de tu padre no perturbaría mi cuerpo —ella volvió adentro

Su vestido negro dejaba que su apariencia se viera joven con excepción de las arrugas de su rostro.

Había llevado el luto en alto.

después de su muerte, la desdicha sobre Marie se vio reflejada en su salud, había emperador constantemente, el estrés de volver con el imperio también afectó.




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