Reina Consorte

Siempre contigo

Alysa

—¡Mami! —grita un niño

La oscuridad de mi alma me impide ver, solo escucho "Mami" es una voz familiar, pero no sé de donde viene.

Quiero verlo, distinguirlo nuevamente.

—¿Mami ya te olvidaste de papi? —esa pregunta resuena

¿Quién es papi?

—Mami, no me agrada la nueva novia de papi —vuelve a decir

Trato de buscar en la bruma de nuevo esta voz, mis labios están sellados, trato de abrirlos, pero es imposible.

Hay un nudo en mi garganta que no me deja seguir, solo puedo hablar en pensamiento, pero es inútil.

No vuelve a hablar, quiero escucharla otra vez, la necesito.

Me levanto, doy dos pasos adelante.

—¿Mami, por ahí no? Jajaja —las risas infantiles me hacen estremecer —¡Búscame mami! ¡Vamos a jugar!

El sector da vueltas, el frío penetra mi piel desnuda, me quedo en mi lugar, es inútil moverme, no quiero, no quiero seguir sintiendo esto.

Cierro los ojos, después de varios minutos, es cuando el primer rayo de luz ilumina mi cuerpo.

Con alivio abro los ojos, bajó la mirada encontrándome con mi cuerpo denudo bajo un charco de agua.

Levantó la cabeza a la luz, analizó el lugar sin poder hablar.

El agua sigue fluyendo, se desborda con fuerza de algún lugar.

—¿Mami? —vuelvo a escuchar —no dejes que caiga Melione, no abandones a mi papi. ¿Por qué no estás conmigo y mi hermanito? ¿No nos querías?

«¿Hermanito?»

Me cuesta mucho asimilar lo que está sucediendo, tal vez sea mi negación o ignorancia, el agua ahora tiene cristales de hielo filosos que cortan mis piernas, quiero gritar, pero siento a quebrantos como mi voz desaparece.

La sangre fluye, el nivel del agua aumenta, en mi corazón una herida y en mi vientre un dolor.

Un chorro de sangre baja por mi intimidad, una punzada me obliga a caer, sostengo mi vientre sin poder comprender el dolor, los cristales cortan mis piernas con agresividad, y sobre mis hombros dos cordones bajan hasta llegar a mis manos.

Son bolsas pequeñas que desbordan sangre con agresión

Mis hijos...

Apreté mis manos abrazando mi cuerpo, observé el cielo y la primera lagrima cayo, luego vinieron más que al momento de tocar el agua esta se empezó a congelar.

Me acomodé en posición fetal sobre el hielo, mi cuerpo consumido por el frio fue abalanzado por una ola de mar.

La brusquedad con la que soy movida alerta mis sentidos, quiero nadar, pero no sé a dónde, mi cuerpo se golpea con cubos de hielo gigantes.

Quiero despertar, volver a ver la luz, encontrar la paz y ver a mi futuro marido.

Necesito mi bestia.

Abro los ojos siguiendo con una inmensa oscuridad.

—Mami, ¿en otra vida nos podremos encontrar? ¿Podemos ser felices con papi? —esa voz... —mami siempre estaremos contigo. Mi emperatriz

—Mi reina —intervino otra voz

Mi vientre aún siente sus cordones, estoy segura que siguen pegados a mí.

—Te amamos, su majestad, la reina, la emperatriz, y la esclava

Quitó las cobijas de mi cuerpo con brusquedad, un seno se escapó del pijama de seda blanca que tengo puesta, mis ojos duelen.

Estoy llorando, mi corazón late con fuerza, siento la respiración cortada.

El otro lado de la cama está vacío, Adrián debió irse ya y estoy aliviada.

No quiero que me vea llorar.

El recordar esa voz infantil quebranta mi alma, la segunda... era idéntica a la de Támara.

Un sollozo se escapa de mis labios, oculto mi rostro en las palmas.

No puedo evitarlo, ya no eres tan fuerte Alysa.

El quebranto sale por sí solo, quiero estar sola, pero sé que no será posible, a donde vaya, el ama de mis hijos me perseguirá junto con mis pecados.

El primero es inocente referente a su padre, pero si lo hubiera tenido... él no me hubiera engañado.

Mi segundo hijo, jamás hubiera conocido a su padre, su vida sería tan corta como la mía.

Aun así, como dijeron ambos, estaríamos juntos.

Una mano agarra mi muñeca, con brusquedad la quita de mi rostro, el moreno al que le entregue mi traición me mira con preocupación.

—¿No llores? ¿Qué sucede? ¿Por qué lloras? —preguntó rápido sujetando mi rostro

No soy capaz de contestar, caigo en quebranto de inmediato, él me cargó entre sus brazos, sentándome en mis piernas como si fuera una niña pequeña.

Esto es humillante.

Agarra mi cabeza pegándome contra su pectoral.

—¿Quién te hizo daño cariño? ¿Tuviste una pesadilla? ¿Una con Bennett o Eileen?

Aun pierdo la voz cuando quiero comentar.




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