Reina Consorte

El poder de una esclava

Eileen

—Su majestad, que gusto verla —a mi habitación entra Charlotte con otras damas

Están aquí para prepararme, estoy en la ventana paralizada observando a la duquesa irse, habla con algunos sirvientes y se despide de ellos con un beso en la mejilla.

Después del berrinche de anoche, anunció ante todo el palacio que se iría bajo las órdenes del emperador.

Se tardó más que el chisme en recorrer los rincones más oscuros del palacio y parte del imperio.

No es de extrañar que la mayoría de empleados no son internos, cuando salen los chismes van con ellos.

Aunque me enfurece, Charlotte me dijo que era algo inevitable, siempre vería eso, encontraría esa desgracia ahora que llegue al poder.

La figura de Marie hace acto de presencia de mejor manera, baja unos escalones, se detiene, gira su rostro y sabe que la estoy observando.

Hacemos contacto visual a través de la ventana de mi cuarto, como un gesto horrendo de la realeza, levanta el dedo de en medio escondiendo los demás.

Abro la boca, ella sonríe y baja el dedo con discreción.

Ese acto conmigo como emperatriz es propio de una ofensa que merece la muerte.

Se sube al carruaje con ayuda de sus damas, cuando parte, las mías me esperan para prepararme.

—¿Estás lista? —inquiere Catalina

Asiento con la cabeza.

Ellas me toman de las manos, me llevan al baño, los pétalos de rosa, de orquídea y el aromatizante que tiene un ligero olor a vainilla le da la bienvenida a mi cuerpo.

Juegan mi cabello rojizo del cual estoy orgullosa, sostengo mi vientre y no paró de sonreír por lo que está creciendo dentro de mí, los herederos de Melione.

Los acarició con dulzura y ellos se mueven, uno es más activo que el otro, apenas logro ver sus pequeñas patitas marcando mi piel.

—Parece que el heredero está emocionado —dice una de mis damas

—Solo está feliz porque sus padres por fin estarán juntos —sonrió

Ella me devuelve el gesto cepillando mi cabello, a los minutos, soy levantada con cuidado por mis damas, me secan, y luego me visten, tiene cuidado con la tela, no dejo de regañar a quienes la pisan o no lo manejan bien.

El vestido es incluso más hermoso que el de Alysa, el de ella eran básico que no me sorprende porque la alta corte la denominó sencilla.

Esta información fue dada por Catalina, ¿quién hubiera imaginado que la mano derecha de la ex emperatriz, ahora era mi informante?

El cabello suelto es una informalidad; sin embargo, una belleza para quienes lo pueden lucir.

Mis damas sujetan mi velo, por su largo me temo que no puedo usarlo.

Salimos de mi cuarto, directo a la salida del palacio donde nos espera un hermoso carruaje dorado.

—Su majestad —la voz de Charlotte me detiene, ella sujeta la cabecera del velo —es momento de usarlo —me indica

La corona de diamantes brilla con el sol, ella se acerca a mí dejando la corona sobre mi cabeza.

Acomoda el velo dentro del carruaje y lo que más logro ver es tela blanca opacado la ventana.

—En la iglesia se desprenderá, y con su largo dejará a más de uno impresionado —comenta

Asiento con la cabeza.

Entró al carruaje y por el peso se inclina un poco, los caballos relinchan asustado y mis damas me sostienen por miedo a lastimarme.

«Estúpidos, no estoy gorda, es la tela de mi vestido»

Cierran las puertas sin antes opacar las ventanas del carruaje, de esa manera nadie verá mi belleza.

Las ruedas se mueven y con ellas mi corazón, estoy asustada e increíblemente emocionada.

Nunca imaginé casarme con el emperador, imaginaba ser la concubina de algún noble de alta categoría el cual me mantendría escondida por miedo a su mujer.

No importa cuántas veces sufrí por mi libertad, ahora obtendré más que eso.

Ni Alysa o Rodolfo que en el infierno descanse podrá llevarse esta felicidad, la felicidad de ver como si cumplí mis metas.

La iglesia no fue un impedimento, los Dioses que todo lo ven pueden besar mi estómago abultado si quieren.

Hoy no gane solo yo, sino todas las amantes que lucharon por tener lo que querían.

Las esclavas, las hijas no nombradas, las abortadas.

brille por todas ustedes.

Esta esclava con sangre noble, al fin tendrá sus Felices Para Siempre.

Vencí, vencí a las divinidades y a los gobernantes.

El carruaje se detiene, hemos llegado a la iglesia, un perchero de traje elegante abre la puerta me extiende la mano.

saca mi velo con ayuda y las pequeñas duquesas que esperan mi partida toman el velo de ambos lados, hay una pequeña enfrente quien lanza pétalos dorados con blanco.




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