Oliver
Los invitados comienzan a llegar poco a poco. Vampiros y licántropos, especies que han estado en guerra durante siglos, ahora conviven en el mismo espacio sin que nadie haya muerto... todavía.
Incluso he visto a algunos encontrar a sus mates o tua cantantes, lo cual es sorprendente. Nunca imaginé presenciar un vampiro emparejado con un licántropo, pero supongo que este es un cambio inevitable, ahora que tendremos una reina diferente a cualquier otra.
Un escalofrío recorre mi espalda al recordar un pequeño detalle...
"No quiero morir..." pienso, tratando de no alterar mi expresión. "Si Paulina se entera de que invité a Claro de Luna... estoy muerto."
Sacudo la idea de mi cabeza y sigo sonriendo mientras recibo a los invitados. A mi lado, Margarita, mi tua cantante, mi pareja y futura esposa, se mantiene con elegancia, saludando con cortesía a cada nuevo asistente que nos presenta.
Llevo puesto un traje de gala negro, ajustado a la perfección, resaltando mi complexión alta y esbelta. La tela es suave, con un leve brillo satinado bajo la luz de los candelabros, dándome ese aire aristocrático propio de los vampiros. Margarita dice que contrasta a la perfección con mi piel pálida, aunque en este momento su atención parece más enfocada en escanear la sala en busca de algún problema potencial.
Mi máscara negra, con líneas blancas delicadamente trazadas, combina perfectamente con el vestido de Margarita.
Ella, por su parte, lleva un vestido blanco con detalles plateados, ajustado al torso y con una falda amplia que cae en suaves ondas. El corset tiene finos bordados de hilos plateados que se entrelazan como raíces, y el tul que cubre sus hombros le da un aire etéreo. Su máscara blanca, adornada con detalles en plata y pequeñas piedras incrustadas en el borde, resalta sus ojos oscuros con un brillo misterioso.
Me giro levemente para susurrarle al oído con una sonrisa fingida.
—Si Paulina me mata, espero al menos que vengas a mi funeral.
Ella me lanza una mirada de advertencia antes de reír con suavidad.
—No te preocupes, amor. Si te matan, yo misma reviviré a Paulina para que lo haga de nuevo.
Trago saliva. Esto va a ser una noche interesante.
*****
Paulina
He saludado a varios invitados, presentándome como la futura reina del clan vampírico, aunque evitando revelar mi nombre.
Algunos vampiros mostraron su incomodidad por la presencia de licántropos en el evento. Con una sonrisa educada pero firme, les advertí que si no estaban dispuestos a respetar mis decisiones, podían marcharse por donde vinieron. No volvieron a hacer comentarios al respecto.
Mi tío está conversando con Margarita, y la pobre está completamente roja. El rojo resalta aún más en su rostro, ya que su máscara es completamente blanca, dejando en evidencia su vergüenza.
No puedo evitar soltar una pequeña risa.
"¿Qué demonios le estará diciendo mi tío para ponerla así?"
—Mío —gruñe mi vampira en mi mente—. Reclámalo de una vez…
—No —respondo con firmeza—. Te dije que no lo harás. Y menos hoy. No es justo para Star y mucho menos para mí. Entiéndelo de una vez.
—¡Jódete! —gruñe y cierra el vínculo mental.
Suspiro, sintiendo el peso de la noche sobre mis hombros.
Pero entonces, como un balde de agua fría, un aroma delicioso invade mis sentidos. Miel y menta.
Mi cuerpo se tensa de inmediato. Esa melodía que escuché al inicio del evento vuelve a sonar en mi mente con fuerza.
Llevo una mano a mi cadena, apretándola con fuerza en busca de algo, cualquier cosa, que me ayude a mantenerme en pie. Una oleada de calor y excitación me recorre el cuerpo, dejándome sin aliento.
—Mate… mate… —susurra Star, agitándose en mi mente.
"Es un aroma delicioso… pero…" Frunzo el ceño mientras un pensamiento me golpea como un rayo.
"Mi mate es de Claro de Luna… ¿Qué hace aquí Claro de Luna?"
Mis ojos buscan de inmediato a mi tío, y cuando lo encuentro, se tensa al recibir mi mirada asesina.
"Hijo de…"
Respiro hondo, intentando calmarme.
"Perfecto. Mi mate y mi tua cantante en el mismo lugar… y en mi coronación."
"Maldición."
Tres horas después...
El baile ha seguido su curso, y aunque he hablado con muchos invitados, he logrado evitar a toda costa encontrarme cara a cara con ellos dos.
Mis espíritus internos rasgan todas mis barreras mentales con desesperación, pero me niego a ceder. No hoy.
—Ya es hora —me susurra Margarita.
Asiento y, con velocidad vampírica, me dirijo a mi habitación.
Pero en el trayecto, pasa junto a mí… mi tua cantante.
El impacto es inmediato. La melodía en mi cabeza explota con una intensidad embriagadora. Es un sonido hermoso, excitante y, al mismo tiempo, me llena de una energía indescriptible, como si mi cuerpo fuera una batería que acaba de recibir una descarga de un rayo.
Mi corazón se acelera.
"Dioses, esto es un problema."
Entro a mi habitación y cierro la puerta con fuerza.
Respiro hondo y empiezo a cambiarme de ropa.
Me pongo un vestido negro de escote corazón, con una falda pomposa y extravagante adornada con perlas negras y blancas. La capa que cae sobre mis hombros es inmensa, arrastrándose por el suelo con elegancia, y el cuello redondo realza la blancura casi translúcida de mi piel.
Mis guantes son pequeños pero llamativos: una rosa negra adorna el centro de la mano, de donde cuelgan finas cadenas de oro que se conectan con un anillo con una perla en forma de espejo antiguo.
Como no puedo usar la capa y mi cadena al mismo tiempo, la guardo entre mi escote, asegurándome de tenerla siempre cerca.
Me coloco la misma máscara de antes, dejando mi rostro cubierto pero mi cabeza descubierta, para que no haya inconvenientes cuando me coloquen la corona de mamá.
Tocan la puerta.
—Pasa.
Margarita entra con una leve sonrisa.
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Editado: 04.03.2025