10 años después
Me encuentro camuflada tras la espesa maleza de esta parte de la jungla. Puedo observar cómo un grupo de hombres con el uniforme negro y dorado del ejército de Tristan montan guardia a varios metros de mi posición.
Tres soldados vigilan la improvisada tienda de campaña del general y el resto están distribuidos por el perímetro. El hombre dentro de la carpa es mi objetivo hoy.
Me he propuesto mermar las fuerzas de mi hermano poco a poco y llevo tiempo dándole baja a pilares importantes de su ejército.
Sus hombres simplemente desaparecen, se esfuman sin dejar rastro y se llevan consigo planes, información y estrategias sin ejecutar.
A muchos los retengo como prisioneros y hago que mis krishnas jueguen con sus mentes a base de alucinógenos y plantas del bosque que los mantiene en un eterno limbo, haciendo que digan todo lo que saben sin recordar nada luego que pasa el efecto de las drogas.
Otros simplemente dejan de servirme y permito a mis lobos que sean ellos quienes se entretengan en este punto.
No me arrepiento de nada de lo que he hecho desde aquella noche fría de noviembre en que tuve que salir corriendo de mi hogar para no morir a manos del asesino de mis padres.
No siento remordimiento alguno por haber matado y mutilado con mis propias manos.
Hace diez años dejé de ser una princesa para convertirme en una superviviente. Una guerrera capaz de todo para recuperar lo que su ambicioso hermano le quitó, aunque la venganza no vaya a devolverme a mis padres.
Miro a uno de mis hombres escondido cerca de mí y con un gesto leve le indico que ya es hora. El krishna asiente y se mueve sigiloso, perdiéndose de mi vista.
Las dos lobas a mi lado esperan pacientes el momento de desgarrar la carne de sus enemigos. Acaricio a Súa y Tana en un gesto por serenarme yo más que a ellas, y aguardo tranquila la señal que me indica mi próximo movimiento.
La luna se alza solitaria en una noche sin estrellas, y no puedo evitar compararme con ella en ocasiones.
Observo los árboles y arbustos moverse con sigilo y sé que son mis hombres que ejecutan el plan.
Uno a uno van desapareciendo los guardias que patrullaban el perímetro como si fuesen entes que se esfuman de un momento a otro hacia su lado espectral.
No se escucha un ruido, un grito o sonido alguno de arma. La operación es limpia, sencilla. Los krishnas son como los espíritus de esta parte del bosque, y conocen cada centímetro como el propietario conoce su hogar.
Utilizan dardos venenosos que duermen a los guardias, evitando un enfrentamiento donde pereceríamos dada la superioridad armamentista del ejército real.
Unos cuelgan en lianas de los árboles y suben a sus víctimas con sigilo. Otros utilizan a los lobos para transportar los cuerpos de los guardias; y algunos simplemente degollan a los que notan su presencia y amenazan con delatarlos y arruinar la noche tan calmada que está haciendo, en un intento de enfrentamiento sanguinario.
El campamento no es pequeño, varias tiendas se levantan a lo largo del perímetro. El general Clifford pretendía avanzar hoy hasta la frontera con Raintown y atacarlos por sorpresa para expandir el reino del terror que ha implantado Tristan por diez años, acción que voy a darme el gusto de frustrar orgullosamente. Conquista, coloniza y esclaviza, utilizando el bosque como refugio y yo desde dentro minimizo sus alcances y fuerzas.
Tenemos que ser cuidadosos para no alertar al resto de las tropas y fracasar en nuestro objetivo. Para ello algunos de mis hombres se encuentran vestidos con el uniforme del ejército real, y provocando distracciones en el resto del campamento.
Una carta con la firma y letra del mismísimo rey ha sido entregada al capitán al mando del primer escuadrón que acaba de emprender su camino de regreso a palacio con sus hombres y la orden de suspender el ataque por el momento, dado que los servicios del general Clifford han sido necesarios para otra misión de mayor envergadura. También tienen prohibido molestar al general ya que se encuentra reunido y muy ocupado trazando estrategias necesarias al nuevo plan.
De esta forma, el grupo más grande de hombres ha sido neutralizado y los "soldados" que más cerca se encuentran de la tienda del general son en realidad krishnas que montan guardia para no levantar sospechas.
Doy gracias a papá en estos momentos, ya que al ponernos la misma institutriz a Tristan y a mí de pequeños, ambos aprendimos muy similares caligrafías, puesto que la señorita Gisli insistía en que esa debía de ser la escritura de la realeza.
Y en cuanto a la firma de mi hermano, fue él mismo, en un intento por liberarse un poco de sus obligaciones, quien hizo que aprendiera a firmar como él para responder a la correspondencia que papá le hacía revisar y redirigir.
El sello real ha sido un poco más complicado de conseguir, pero no imposible. Nuestra posesión de una réplica muy parecida al original se debe a las misivas reales que les han sido substraída a los mensajeros, y al ingenio y creatividad de algunos krishnas.