Reina Loba < Guerra de Poder I >

Capítulo 5: El baile I

Enya

La adrenalina recorre mi cuerpo de manera alarmante. Soy un volcán de emociones a punto de entrar en erupción. 

La rabia no abandona mi mente, no lo ha hecho un solo día desde hace más de una década, pero hoy particularmente preside la reunión de sentimientos que me inunda. El rencor la secunda y a su vez se suman los nervios, la tristeza, la expectación, el miedo...el deseo...

Observo mi reflejo y no puedo evitar el tinte de emociones melancólicas que amenazan con escapar de mis ojos. Hacía mucho tiempo no me veía así, no me reconozco, y me es extraño pensar que alguna vez fui esta Enya que ahora me devuelve la mirada, a pesar del matiz lúgubre que intencionalmente elegí para hoy.

Traigo un vestido de gasa y seda, negro en su totalidad, el escote pronunciado se abre camino por el centro de mis pechos sin llegar a parecer vulgar o de mal gusto. Lleva flores que se superponen a la tela imitando su color pero acentuando un efecto de relieve; estas recorren desde los finos tirantes hasta la cintura, cubriendo elegantemente la zona del pecho.

El vestido se suelta en la cintura en una falda que cae hasta mis pies, y una pequeña abertura en la pierna izquierda le da un toque sensual y atrevido. 

Por último, se complementa con una fina capa hecha con la misma tela del resto del vestido, que va desde los hombros hasta mis pies, cubriéndome toda la espalda con su transparencia.

El cabello lo llevo suelto en unos elegantes rizos carmesí a ambos lados de mis hombros. Logré disfrazar el tono blanco platinado de mi pelo con el extracto de algunas plantas y bayas del bosque que lo mantienen del mismo color que suele ponerse cuando la ira me avasalla.

Mi cabeza la adorno con una sencilla tiara dorada que no llega a tener la magnificencia de una corona real, pero guarda el mensaje implícito de mi vestimenta.

Estoy consciente que no llevo el vestido que se supone se pondría una señorita de la alta sociedad. El recato no es el plato fuerte en mí hoy, a pesar de mantener la elegancia. Y el color de prenda escogido no suele usarse con frecuencia en este tipo de eventos, pero mi objetivo es destacar e impresionar y con toda seguridad, es lo que voy a hacer.

Bajo las escaleras del hostal donde me hospedo y diviso el carruaje de alquiler esperándome a la salida. Con disimulo observo algunos de mis krishnas que se mantienen cerca pero distantes al mismo tiempo, y así harán toda la noche.

Tras largos minutos de zozobra sentada en el interior del vehículo, al fin estaciona frente a la entrada principal del imponente palacio de Firetown, lugar que alguna vez fue mi hogar y hoy me parece un sitio extraño al que siento como si visitara por primera vez.

Los grandes jardines que lo rodean quedan a mi espalda cuando el conductor del carruaje me abre la puerta para bajar. Acepto la mano que me ofrece y me quedo sin aire una vez estoy fuera, batallando con mi mente por no expresar las emociones que se apoderan de mí al volver a mi hogar.

Camino hacia la entrada cuando diviso unos ojos celestes acercarse en mi dirección con una máscara dorada en la mano. Yo por mi parte mantengo la mía puesta, tejida de finos hilos negros, la cual cubre solo la zona alrededor de mis ojos, dejando mi nariz y labios rojos a vista.

—Lady Isabel —dice una vez me alcanza y toma mi muñeca para depositar un beso en el dorso —no tengo palabras para evocar lo hermosa que luce esta noche. Sin dudas ha firmado usted un pacto que me obliga a dedicarle mis atenciones sin protestar por el resto de la velada, ya que mis ojos se sienten incapaces de admirar otra cosa que no sean los suyos —hace una pausa dedicándome una fugaz mirada de cuerpo entero —y su vestido —concluye

—General —hago una pequeña reverencia en señal de saludo —he de agradecerle por tan elaborado cumplido, pero me veo en la necesidad de recordarle que mis mejillas se sonrojan con facilidad gracias a ellos —le dedico una seductora sonrisa y continúo —de igual forma, tengo que confesarle que luce usted muy apuesto esta noche.

No miento cuando le digo que luce bien. Lleva un traje de tres piezas negro al igual que mi vestido, pero la diferencia es que este tiene algunos detalles en dorado a juego con la máscara que lo acompaña, la cual se coloca nuevamente desviando la atención a esos ojos de un azul casi imposible.

Su mirada de satisfacción es evidente al escuchar mis palabras, y me brinda su brazo luego de agradecerme, para adentrarnos en el palacio.

El interior sigue exactamente como lo recordaba. Tristan no cambió la decoración luego de reconstruir lo que se dañó el día del ataque, y no sé si eso me alegre o me haga sentir peor.

Los recuerdos me invaden y mi mente viaja involuntariamente a la niña de cabellos blancos y sonrisa alegre que alguna vez fui. 

Veo a mi madre mirarme mientras corro traviesa por los pasillos del palacio jugando con los gemelos de Isidora; y a mi padre fingir una molestia que no sentía al bajarme del lomo de Ishán, luchando contra los deseos de reír ante mis ocurrencias.

Mi cuerpo se tensiona sin poder evitarlo y me veo a mi misma apretando con más fuerza de la debida el brazo del general.




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