Egan
Me alejaba del puente hacia la sala de reuniones cuando una explosión repentina detuvo mis pasos. Los gritos no se hicieron esperar y la masa de personas corriendo y llorando perturbó la hermosa noche que hacía.
Giré mi cuerpo por instinto comenzando a correr hacia Isabel y Arthur en el momento que vi al cobarde que me apuntaba a lo lejos.
Hice ademán de sacar mi arma y dispararle cuando ella giró 180 grados, pero fui demasiado lento; su pistola centelleó y la bala impactó directo en el abdomen de la mujer que hacía escasos minutos se perdía en mis brazos.
El uniforme del sujeto era fácilmente identificable, pertenecía al ejército de Greanwok, esos inútiles no podían quedarse en su pedazo de tierra junto a la frontera este, al lado de nuestra capital, tenían que venir hasta aquí buscando morir asesinados por mí, porque juro que los estrangularé uno a uno.
Disparé sin pensarlo al ver cómo el cuerpo de Isabel caía sobre Arthur al suelo, y le volé la cabeza al idiota que había osado levantar su arma contra mí.
—Isabel —grité a la mujer que tenía un río de sangre a su alrededor. Miré sus ojos turquesa cerrarse y temí, realmente temí por su vida.
Arthur estaba pálido y con una mirada de profunda tristeza. Sostenía su cabeza mientras le gritaba y palmeaba para que despertara. No lo hizo.
La tomé en mis brazos al tiempo que llegaban algunos de mis hombres para cubrirme. Corrí con ella hasta la enfermería del palacio y la deposité en una cama mientras un doctor se acercaba a atenderla y ella parecía recuperar la conciencia poco a poco.
—¿Isabel, me escuchas? —le dije capturando su mirada. Ella se retorcía de dolor.
—Aguante mi lady —decía el doctor mientras rasgaba la tela de su vestido y realizaba el procedimiento para intentar extraer la bala.
Había perdido mucha sangre y su rostro estaba pálido. Arthur llegó corriendo con la cara mojada por las lágrimas y me sorprendió verlo así, aunque no tenía cabeza para preguntas ahora. Debía irme.
—Quédate cuidándola, vendré lo más pronto que pueda —le dije a mi consejero y salí como una exhalación atravesando los largos pasillos del palacio junto a mis hombres.
Me sentía culpable por Isabel ya que yo la había invitado hoy aquí y por mí había recibido un disparo. Me había salvado la vida esta noche y eso me ponía en deuda con ella, no podía dejar que muriera, no hoy, no por mí.
Llegué a la habitación de Tristan que estaba flanqueada por los soldados de mi ejército, quienes me cedieron el paso. Él estaba terminando de vestirse mientras una joven semi desnuda y asustada se mantenía arrodillada al costado de su cama.
—¿Qué pasa? —Me preguntó el rey —¿Quiénes son?
—El ejército de Greanwok, tenemos que sacarlo de aquí, majestad.
—¿Qué? Ni hablar. Yo mismo voy a acabar con esos hijos de puta. ¿Por quién me tomas? ¿Por un rey cobarde?
Habían muchas cosas que detestaba de Tristan, pero debía admitir que era un rey de guerra, no temía enfrentarse a un combate, y a sus manos caían decenas de enemigos. Juntos éramos imparables en el campo de batalla <el único lugar en la tierra en que nos tolerábamos>
—Es peligroso, señor —le insistí en vano para que se quedara oculto.
—Siempre lo es —sonrió con malicia y un brillo sádico se apoderó de su mirada —Andando —dijo al fin mientras empuñaba sus armas.
—Como ordene, majestad, pero manténgase a mi lado, al menos hasta que estemos con el resto de nuestros hombres, de lo contrario no podría cubrirlo —asintió y sus ojos viajaron a mi chaqueta por un momento.
—¿Estás herido? —preguntó al ver la sangre de mi ropa —porque si lo estás no me vas a poder proteger como dices.
—No señor, esta sangre no es mía.
—¿Entonces de quién? —inquirió curioso mientras caminábamos de vuelta a los pasillos flanqueados por los soldados que custodiaban su habitación, disparando a cuanto greanwokense se nos cruzara en el camino.
—De Lady Bridgeth, majestad, le dispararon en el jardín.
Vi cómo sus ojos se oscurecían mientras me miraba con sorpresa.
—¿La mataron? —preguntó, podría decir que enfadado.
—No, está en la enfermería, sufrió un disparo en el abdomen y perdió mucha sangre, pero confío en que esté bien —pude sentir cómo se ponía rígido a mi lado y apretaba el arma con más furia en su mano.
—¿Está bien, alteza? —inquirí curioso
—Perfectamente, ¡que empiece la carnicería! —sentenció y sonreí con la idea.
Las balas rebotan por doquier y el filo de las espadas cortan la carne de nuestros enemigos sin piedad, hay sangre, cuerpos heridos y otros sin vida esparcidos por el palacio. Los soldados de Greanwok desplegaron todo su arsenal sobre el reino, y las bajas de ambos lados son considerables.
Veo a Tristan acabar con dos asaltantes a la vez mientras yo esquivo un disparo, rebano una garganta y apunto a la cabeza de otro más haciendo que explote en un baño de sesos y sangre cuando jalo el gatillo.
Estoy desatado, la bestia sádica en mi interior se apoderó de mí, y la furia ciega mi raciocinio, solo sé disparar, herir y matar.
La explosión del inicio del ataque destruyó gran parte del salón principal y dejó varios cuerpos a su paso. La pólvora inunda el ambiente y el olor metálico de la sangre no sale de mis fosas nasales.
—Son demasiados —grita el rey a mi lado y tiene razón
Los soldados nuevos reclutados por Arthur son expertos con armas cuerpo a cuerpo, pero les cuesta dominar las armas de fuego.
Capto por sobre los disparos el llanto de un niño y lo sigo para encontrarme a un pequeño con una herida en la pierna. Está escondido tras unos arbustos del jardín donde las flores blancas se han cubierto del rojo de la sangre salpicada, y lo mira todo con un pánico latente en el rostro.
Dentro el caos ha disminuido a nuestro favor con la llegada de los refuerzos, y las fuerzas de la nación que nos ataca van mermando, aunque aún quedan muchos de ellos.