Reina Loba < Guerra de Poder I >

Capítulo 9: Verdades inciertas

Enya

Estos días en el palacio han sido... interesantes.

Podría haberme marchado desde la propia noche del ataque. Mis krishnas me hubiesen podido escoltar sin problemas hasta la salida del pueblo, y entre los disparos y el jaleo, nadie hubiese sido testigo de mi escape.

Ahora es más difícil huir sin dejar pista, pero era necesario quedarme dentro.

Odio que me hayan herido de una forma tan fácil, pero resultó provechoso ese disparo en mi abdomen. Aunque ahora se quedará una marca bastante característica en esa zona del costado de mi cuerpo.

He podido recorrer el palacio a mis anchas y he sido testigo de comportamientos muy extraños por parte de Tristan que han puesto mis sentidos alerta.

Luego del atentado a mis padres, cambió la distribución de muchas zonas del interior, entre ellas las habitaciones.

Recuerdo que el ala este del segundo piso del palacio contenía las recámaras principales, y el ala oeste era para invitados. Ahora ya no es así. Tristan deshabitó por completo la ubicación que contenía nuestras habitaciones y la de nuestros padres, ese lugar lo tiene desértico y no se le permite a nadie llegar hasta allí, solo el personal encargado de mantener la limpieza puede acceder a la zona.

Se dice que todo el mobiliario sigue igual, que no ha sacado una sola silla de lugar, pero nadie tiene la respuesta al por qué de algo así.

He pasado algo de tiempo con su prometida, y la pobre está comenzando a entender que el amor no es como se lo habían dibujado, y menos cuando ese "amor" te lleva a las garras de un desquiciado como mi hermano.

A Arthur lo he visto en dos ocasiones, ha intentado provocar encuentros "sorpresa" entre nosotros para así asegurarse que estoy bien.

Él sin embargo está muy triste desde la situación con su familia. Su ex esposa se pudre en una mazmorra sin que pueda hacer otra cosa que no sea sobornar a los guardias de algunos turnos para que le dejen entrarle una comida decente al menos una vez al día.

Su hijo desapareció tras inculpar a su madre, y sé que hay algo más que mi amigo no me está contando.

Incluso me brindé a encontrar a Jared y traerlo con él, pero se negó fervientemente, alegando que es mejor que se tome un tiempo para sí y de esta forma pueda aclarar la confundida cabeza que tiene.

No quise hacer más preguntas porque inmediatamente me cambia de tema, y la verdad, tengo cosas más importantes por las que preocuparme en estos momentos.

Por ejemplo, aprovechando el alboroto con el personal de servicio, y las dos bajas que sufrió este por la partida de la familia de Arthur, logré convencer a Tristan para que contratara a una de mis "doncellas", alegando que se había enamorado en la ciudad y por ello prefería establecerse acá y no regresar a mi país conmigo.

Sabía que no se iba a negar ya que de esta forma podría cuestionar a la chica sobre todo lo que de mí quisiese saber, o bueno, sobre la marquesa Isabel Bridgeth.

Su repentino interés en mí —interés que me he encargado de alimentar sutilmente— está haciendo que navegue voluntariamente en las aguas de mi mar, donde muy pronto lo haré naufragar de forma violenta.

Así, otra de mis krishnas se mueve con total confianza en el palacio, sin levantar ninguna sospecha. No hay mejor manera para conocer a la realeza que con los responsables de servirlos.

Cristel por su parte ha venido a curarme en varias ocasiones, y de esta forma también conozco de los movimientos del general a los que ella logra tener alcance.

—Listo —me dice la dotriza cuando termina de vendar mi herida luego de realizarle la cura diaria, y de cambiar la tela que puso en mi mano, tapando de esta forma la marca de fuego en mi muñeca.

—Muchas gracias, Cristel. Recuerda tener todo preparado para mañana. Necesito llegar a casa sin contratiempos.

Muero por ver a Súa y sus cachorros, me duele no haber estado para ella cuando dio a luz, y sé que está teniendo algunos problemas con su cría.

Por otro lado, la emoción de volver a abrazar a Tana hace que la piel me cosquillee de expectación. No podía creerlo cuando la vi venir a mi rescate la noche del ataque. Está hermosa, sana y viva, muy viva gracias a los dioses.

—No te preocupes, Nefyte, todo está preparado como acordamos, nada va a salir mal.

Abro los ojos en su dirección y al momento es consciente de su error.

—Lo siento, es las costumbre de llamarte así. —se disculpa y se marcha.

Me observo delante del tocador una vez sola en la habitación, y mi reflejo me envía mensajes traicioneros que van directo a la zona de los recuerdos de mi cerebro.

Peino mi cabello rojo y admiro el maquillaje de mis ojos turquesa sin ser capaz de evitar compararme con mi madre en estos momentos.

La reina Brigit Ignus era hermosa. Mi reflejo no le hace justicia, pero el parecido entre ambas en este instante es significativo. Me temo que Tristan también lo note y mi plan haga aguas.

Tengo pensado pasear por el jardín de mi madre lo que queda de mañana. El otoño ya está aquí, pero sus flores y árboles aún conservan su majestuosidad.




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