Reina Loba < Guerra de Poder I >

Capítulo 12: Princesa herida

Coloco mi capucha y bajo al refugio subterráneo, paso las puertas de madera y llego a los calabozos. Los krishnas tienen lugares como estos repartidos por algunos puntos de la selva y han servido de gran ayuda durante años para refugiarse y en ocasiones como estas, para proteger las tribus de los peligros inminentes.

Veo llegar a Kilian con una sonrisa divertida y una mirada sádica, la adrenalina se nota en el rostro del rubio layori y en estos momentos no hay rastro alguno del niño inocente que conocí años atrás. 

Comienzo a caminar y él me sigue, acompañado del imponente león con abundante melena que no lo abandona hasta colocarnos fuera de la celda del detenido.

—Aquí estoy, Reina —detengo mi paso al escuchar como me llamó y me giro para enfrentarlo. Recuerdo que su madre solía decirme así .

—¿Cómo me llamaste?

—Reina —afirma convencido y el atisbo de la duda surca su rostro —¿No te llamaste así en la reunión?

—¿Cómo?

—Reina Loba.

Lo observo fijo tratando de descifrar su mirada, y me vuelvo a girar sin responderle, solo asiento con la cabeza y abro la puerta que nos separa del prisionero.

—Llámame Nefyte —respondo al fin y lo siento ahogar una sonrisa a mi espalda.

—Así será, Nefyte —afirma —¿Qué tenemos aquí? —inquiere divertido —¿Un juguete para el león?

El animal se posiciona frente al encadenado y veo al hombre mirarnos sereno. Unos pasos se nos acercan y Tana entra a la celda junto a Súa, quienes se detienen una a cada lado de mi cuerpo.

—Este hombre estaba vigilando la aldea —hablo —Vamos a jugar con él un rato para animarlo a contarnos la historia sobre el pobre diablo que espía tras los árboles y por qué lo hace. Si no colabora entonces le narraremos aquella del infeliz prisionero que terminó alimentando a un león y dos lobas —siento a Kilian reír junto a mí, y mi sonrisa se ensancha pero con maldad —¿Jugamos? —pregunto en tono angelical al hombre que ahora mira fijo mis ojos.

—¡Siento que me estoy enamorando! –afirma divertido el rubio a mi derecha.

—Díganle a la puta de las lobas que venga que le quiero dar un beso —ironiza el mercenario y me tenso.

—La única puta de las lobas que hay aquí la tienes en frente —hablo —y mira que he hecho cosas asquerosas en mi vida, pero besarte a ti sería la que se lleve el premio mayor —el tipo muestra una sonrisa psicótica que deja ver sus dientes ennegrecidos, antes de responder.

—No mi niña, no busco a una plebeya, hablo de la jodida Reina Loba, la del pelo blanco y el culo redondo, la vi antes, llevaba días perdida, pero el pájaro siempre vuelve al nido. Díganle que no se esconda, que igual la vamos a encontrar, y cuando lo hagamos, la diabla la va a matar. Es una lástima que antes no pueda follármela como tanto he esperado, porque ustedes me van a matar a mí hoy, aunque no me importa. Llevo demasiado huyéndole a la zorra de negro y al fin me encontró.

—¿Quién es la diabla? —cuestiona Kilian apretando los puños a cada lado de su cuerpo, yo solo mantengo la sonrisa irónica en mi rostro.

—Una mujer a la que no le gusta ver a su hombre obsesionado con ninguna otra que no sea ella, y el rey lleva demasiado tiempo ofuscado con capturar a la lobita. Claro, la diabla tiene otros planes para ella y para cualquier mujer que se robe la atención de su dueño.

Me acerco contoneando mis caderas hasta quedar cerca, muy cerca de su rostro. Respiro su olor y me repugna, pero lo soporto. Él pierde la mirada en mis pechos y luego me mira la boca.

—La zorrita tiene hambre y yo tengo un trozo de carne dispuesto a dárselo para que coma —sonrío asqueada y dirijo la mano a su entrepierna mientras Kilian lo sostiene del cabello con fuerza.

—¿Seguro que quieres que me coma esto? —pregunto de forma seductora, sus ojos se oscurecen de deseo y los del layori se abren por la sorpresa.

—¡Oh si nena, disfruta!

—Pero antes tienes que darme información —pido en un puchero y veo el brillo malicioso en sus ojos.

—La que quieras, preciosa, pero déjame contento.

Abro la cremallera de su pantalón ante la mirada atenta del rubio, su león y mis lobas; el tipo sonríe dándome a entender que ha caído en mi juego.

—Dime cuántos hombres hay fuera —susurro a su oído mientras masajeo el bulto en mi mano por encima del pantalón y muerdo el lóbulo de su oreja.

—No son muchos, pero sí son letales, y definitivamente más preparados que los salvajes de aquí —jadea ante mi tacto.

—¿Dónde están escondidos? —pregunto rozando sus labios sin dejar de tocar su entrepierna.

—Eso no te lo puedo decir, preciosa, no soy un traidor —sonrío y me aparto de él, quien siente la falta de mi tacto al instante y gruñe en desacuerdo.

—Ick —digo, y las lobas rugen junto al león que sigue las órdenes que le acaba de dar Kilian. El hombre traga en seco y me mira. Yo saco mi capucha y le devuelvo la mirada poniéndome de cuclillas frente a él.

—¿Me querías y ahora no me complaces? –pregunto fingiendo una mueca de dolor, mientras toco su pantalón como lo hacía antes y meto una mano por el hueco de la cremallera conteniendo el asco.

—¡Eres tú! —Sus ojos se abren al instante —¡La Reina Loba eres tú! Pero... tu pelo...

—Me gusta cambiar de imagen —sonrío mirando sus ojos desde abajo. —¿Vas a responder a mi pregunta? —acerco mi boca a mi mano, él inhala y cierra los ojos.

—Están más cerca de lo que crees, tienes algunos dentro de la tribu, otros están en las copas de los árboles más frondosos, y la mayoría se esconden al sur de aquí, esperando la llegada del ejército para atacar, aunque somos impredecibles y no seguimos órdenes, así que igual y masacramos antes a estos salvajes —aprieto mi tacto en su miembro y él gruñe —¿A la lobita le gusta rudo? —se burla.

Me levanto de donde estoy y me vuelvo a acercar a su oído con la sonrisa dibujada en mi rostro.




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