Reina Loba < Guerra de Poder I >

Capítulo 21: Fuego y hielo

Enya

Las palabras de la Cerinie calan fuerte en mi mente. Su raza se caracteriza por ser criaturas enigmáticas y misteriosas. Pueden disfrazar sus acertijos con bromas y muchas veces, solo si eres capaz de leer entre líneas, podrías entender aquello que están queriendo decir.

Este no es el caso. Dijo claramente que el pentagrama atrapa a criaturas mágicas, y que el general no debe acercarse.

¿Es Egan algún tipo de criatura mágica?

¿Existe quizás algún ser humano mortal y corriente en mi vida?

Creo que tantos secretos y acertijos van a terminar acabando con mi salud mental, al menos lo que queda de ella.

—¿Yo? —inquiere sorprendido el general Clifford luego de unos segundos de silencio tras escuchar las palabras del hada del bosque.

—¿Él? —cuestiono al mismo tiempo y ella ensancha su sonrisa.

—Ambos —dice sin más y se gira, dejando a la vista esas dos raras marcas verticales que se muestran en el centro de su espalda, una paralela a la otra. Como dos cicatrices perfectamente rectas, y que lejos de afear, de alguna manera, embellecen su piel. Las comparo con la marca de cada uno de los jefes de las tribus del bosque, o la media luna en mi frente que desaparece cuando adopto figura humana —deberíamos entrar ahí —señala la cabaña —el aire no es seguro, los árboles susurran.

Egan me mira y yo ya me encontraba observándolo, anticipando su reacción.

Pobre, debe confirmar cada vez más el descenso a la locura que piensa sufrir.

—¿Qué quisiste decir con lo de antes? —pregunto aún sin salir de la sorpresa de sus palabras.

—Todo será revelado a su tiempo, Nefyte —responde —por lo pronto hay cosas más inmediatas de las que ocuparnos.

—No puede decir algo así y evadir respuestas —protesta el hombre a mi lado y agradezco que saliera de su letargo para exigir junto a mí algo que a ambos nos incumben.

El hada sonríe y se acerca a él. Pasa los dedos por su oscuro cabello y besa su frente. El general se mantiene estático, confundido, no menos que yo. Y la Cerinie parece disfrutar cada segundo del revoltijo de preguntas que creó en ambos.

—Mi valiente y hermoso general —susurra pululando a su alrededor —Cuánto esperé a que llegaras. Siempre supe que vendrías, las leyendas no se equivocan. El destino está escrito, y los humanos pueden huir de él, esconderse, esquivarlo, trazar rutas alternativas, pero siempre los termina atrapando.

—Cerinie —le hablo y me acerco a ella.

—Cleissy —rectifica.

—¿Perdón? —interrogo al confuso "espíritu del bosque" que se divierte con esta situación.

—Cleissy es mi nombre —explica —Cerinies es como se conoce a mi especie.

—Cleissy —rectifico ahora —¿por qué dices que el general es una criatura mágica, y qué tiene que ver él conmigo?

—Todos los habitantes de este mundo, incluso los humanos más corrientes, tienen algo de magia en su interior. —habla la Cerinie y el general y yo escuchamos atentos su explicación.

—O sea —reflexiona Egan —¿lo que quiso decir es que soy una criatura tan mágica como lo puede ser el más corriente de los humanos?

Ella sonríe con picardía y continúa luego de lanzarme una mirada cómplice que no logro comprender.

—La forma en la que los sentidos de algunos se desarrollan más que los de otros, la manera en la que la realidad se percibe diferente en cada cual, la capacidad que tienen unos pocos de transgredir las barreras mentales que imponen para el resto y hacer con ello cosas maravillosas. Eso y mucho más, es considerado un don, en mi mundo, se llama magia.

—Sabes que no te referías a eso cuando hablaste antes, Cleissy —puede que el general esté conforme con su explicación, pero yo he visto y sentido demasiadas cosas como para saber que aún oculta algo. —Si cometiste un error hablando de más, no intentes enmendarlo con divagaciones redundantes sobre lo mágica que es la existencia de los humanos. Más bien explícanos por qué dices que el general no puede entrar a un pentagrama que encierra a criaturas más poderosas que un simple mortal.

Ella sonríe, tanto que su risa llega a convertirse en una melodiosa carcajada. Pone su cuerpo de espaldas a mí, y justo de su espalda, en el lugar donde se exhiben esas marcas paralelas, aparecen dos majestuosas alas enormes que la hacen elevarse a gran distancia del suelo.

Su piel resplandece iluminada por la luz de la luna y el fuego de la aldea. Los ojos le brillan y las alas... esas alas son lo más hermoso que alguna vez vi. 

Tienen un color tornasolado que se degrada en varios tonos de azul. Las puntas son negras y la forma imita las alas de una mariposa, con los bordes más definidos y puntiagudos. El brillo natural que desprenden me embelesa y perturba a la vez. Miro al general y está tan absorto como yo, esto sobrepasa cualquier barrera que aún tenía construida en mi mente hacia el mundo fantástico y sobrenatural.

—Curiosa Nefyte —habla y su voz es tan melodiosa como se describe el canto de las mitológicas sirenas —Yo soy Cleissy Metis, princesa de las hadas del bosque y protectora de las criaturas de estas tierras. Vengo de un linaje de cerinies tan antiguo como poderoso, y tengo la misión de guiar a la nueva patrona de las bestias hasta alcanzar su poder definitivo. —Sus pies tocan el suelo y se acerca a mí, sujetando delicadamente mi mejilla —Nada de lo que yo haga o diga, va a ser sin intención, los Cerinies no cometemos errores.

—¿Entonces? —repongo

—Entonces —secunda —es necesario que tú y el general sepan de la conexión que los une, pero aún no es el momento. Como dije —gira el rostro hacia el pentagrama con cadáveres calcificados dentro —hay asuntos más urgentes que atender y resolver. Solo necesitan saber que su atracción inmediata no es casual. Que la necesidad de protegerse a pesar de planear matarse tiene una explicación —Egan y yo nos miramos y de nuevo siento esa sensación extraña que avasalla mi pecho cuando sus ojos celestes recorren mi rostro y se posan en mis labios, mientras traga con dificultad —Toda espada requiere de la funda que la envuelve y evita que hiera; todo barco necesita el timón que lo guía para que no pierda el rumbo, y todo dios necesita el ángel que lo mantiene lleno de luz para que no caiga en la oscuridad definitiva.




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