Reina Loba < Guerra de Poder I >

Capítulo 24: ¡Padre!

En la imágen: Tristan y el Rey de las Sombras

Tristan

Llevo toda la noche inquieto, rodando de un lado a otro de la cama sin poder conciliar el sueño. No me saco de la mente las palabras de aquel salvaje, y me parece imposible que mi hermana sea esa misma mujer que me declaró la guerra rodeada de bestias furiosas.

A mi cabeza llega aquella vez que la vi en la jungla:

—Rey Tristan, al fin nos encontramos.

—¿Me conoces, demonio?

—Más de lo que usted mismo es capaz de imaginarse, señor.

—¿Quién eres?

—Soy la mujer que va a hacer de su vida un infierno.

Hablaba llena de furia, de rencor acumulado. Y aunque existan muchas personas que a lo largo de los años pudieran haber albergado ese sentimiento hacia mí, nadie más que Enya, de estar viva, podría exteriorizarlo de tal forma.

—Nos volveremos a ver, rey Tristan, muy pronto, se lo aseguro... Todo tiene su fin... el juego ha comenzado...

Durante meses me he preguntado qué quiso decir esa extraña con aquello. Sus palabras a menudo pululan por mi mente, pero eventualmente las he ido dejando en el olvido, ya que sé que estoy preparado para enfrentar cualquier ataque que quisieran desplegar contra mí.

Aquella nota llega a mi mente de un momento a otro. Cuando Egan la trajo no le di mucha importancia y la tiré, y menos cuando me habló de una salvaje de cabello oscuro y dos lobos que no significaban nada para mí. Pero la caligrafía... esa caligrafía tan similar a la mía. Pensé que era una causalidad que aquella indígena escribiera de esa forma que solo Enya y yo habíamos perfeccionado, pero... ¿y si no?

No te preocupes más por posibles amenazas y mejor ocúpate de ellas esa voz en mi cabeza me advierte de su llegada.

Él está aquí, y tomo asiento en la cama para ver cómo su sombra se pone a los pies de esta. La luz de la luna que entra por la ventana me permite definirlo completamente.

Durante años solo escuché susurros en mi mente, pero luego que la corona de rey tocó mi cabeza y comencé a doblegar y conquistar territorios, poniendo la bandera de mi reino en sus altas colinas y anexándolos a mis dominios, los susurros se convirtieron en una voz fuerte y clara; y más tarde la voz tomó forma de sombra.

Una figura alta y fornida está de frente a mí, y a veces quisiera saber qué forma tiene su rostro y quién se esconde tras tanta oscuridad.

Él es el ser que ha estado conmigo toda mi vida. Me alertó sobre mi hermana y me dijo la verdad sobre mis padres. Al principio conocía solo aquello que yo le contaba, pero con los años pudo traspasar esas barreras y escuchar mis pensamientos más poderosos. Cosa que me asustó en un inicio, aunque no más ya. Nadie me conoce mejor que él y agradezco tener su guía, sea quien sea.

Es con el único que me permito ser débil, y a pesar de que me obliga a autocastigarme cada vez que lo soy, no puedo evitar verlo como a un padre.

¿Es posible que esté viva? —pregunto consiente de que sabe a qué me refiero.

—No cabe posibilidad cuando la realidad es certera —responde con uno de sus acertijos pero a diferencia de algunos anteriores, este lo entiendo perfectamente.

—No puede ser —me niego a creerlo —Yo la vi muerta. Aquella niña en los brazos de mi madre llevaba su vestido y la cadena que padre le regaló.

—Lo que viste no fue más que un montaje de tu madre —afirma —tu hermana está viva y busca venganza. Hay que destruirla ahora antes que te encuentre e impida mis planes.

—¿Tus planes? —le digo algo ofendido —Si me encuentra intentará matarme.

—Uno de mis planes es que tú sigas vivo.

—¿Sabes si realmente Enya es esa salvaje?

—No podría asegurarlo —responde frustrado y con clara molestia en su voz —la madre del general borró su estela hace años, y este es un hechizo imposible de revocar, pero es su propio hijo quién nos va a desvelar el aspecto actual de tu hermana.

—¿Egan? —la confusión y perplejidad son evidentes en mi voz —¿Qué tiene que ver mi general con mi hermana?

—Más de lo que eres capaz de imaginar.

Siento los engranajes moverse en mi cabeza sin encajar unos con otros. Bastante información tengo ya sobre cosas que ni en las más antiguas leyendas y libros de fantasía creí posible que existieran; y ahora la extraña sombra con silueta similar a la de mi padre sigue exponiendo hechos que escapan de cualquier lógica humana.

—¿Y que hacemos si tu plan que involucra a Egan falla? —intento cubrir todos los escenarios posibles

—Pues tendremos que recurrir al ex general —explica tranquilamente.

—¿A Eros? —siento que la cabeza va a explotarme. —¿Cómo podría ayudarnos Eros Clifford a destruir a Enya

—Él no, pero tal vez una amiga muy especial suya sí lo haga, si sabemos motivarla lo suficiente.

Su risa siniestra resuena en cada rincón de mi habitación y un frío gélido se cuela por la ventana que me apresuro a cerrar y correr sus cortinas, pero cuando giro, ya él no está.

El sueño me vence cuando vuelvo a la cama, pero mis pesadillas constantes hoy se sienten más vívidas que nunca.

Veo sombras, fuego, ojos rojos y lunas llenas. Sangre, guerra, más fuego, y después oscuridad...

Enya corre traviesa por los jardines del palacio y yo voy tras ella para ayudarla a montarse sobre el viejo lobo negro de padre. Está feliz y yo lo soy porque ella forma parte de mi vida. Es lo más importante para mí y jamás dejaría que nada malo le pase. Voy a cuidarla siempre.

De un momento a otro el sol se apaga y la noche nos encuentra, estoy en mi habitación. Todos duermen pero yo no puedo, esa voz no me deja.




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