La noche cae y mi mente maquina cada uno de los pasos que a continuación voy a dar. Tengo que ser más inteligente que Enya, debo ganarle en esta guerra de poder que se lleva a cabo entre los dos. Ella no puede alzarse victoriosa, no puede sentarse en el trono de Firetown.
Envié algunos hombres a buscar a Kilian y Uriel, no estaban en la reunión, por lo que deduzco que se adelantaron a adentrarse en la jungla para poner en sobre aviso a Enya sobre el hecho de que ha dejado de ser un fantasma para todos.
Ahora las cosas encajan. Ya entiendo por qué esa salvaje ha estado saboteando muchos de mis planes, por qué impidió el ataque a Raintown permitiendo que ayudaran a Greanwok a recuperarse y atacarme, resultando herida la marquesa en el proceso. Ahora entiendo la nota, las amenazas, los lobos en el palacio. Entiendo sus palabras en el círculo de animales y tantas cosas más. Es porque todo el tiempo fue ella, Enya, mi antítesis, mi némesis, mi hermana...
A Kaia la mandé hacia ese lugar del palacio donde nadie tiene permitido ir sin mi permiso, está siendo vigilada por otros guardia hasta que yo llegue. No puedo arriesgarme a que ella también escape a refugiarse en la jungla, no aún. Si los otros dos salvajes llegasen a donde Enya, tienen que pensar que la pequeña ave los ha traicionado para unirse a mí.
Bastante dificultad tengo ya con las trampas que ha estado poniendo en el bosque desde la noche del ataque para impedirme llegar a sus refugiados, como para sumarle a eso que sus principales líderes se reúnan sin estar fraccionados desde dentro.
Mis tropas van a partir con el alba. No está Egan, pero confío en la capacidad de mis soldados y de los guerreros de las sombras para acabar con la pesadilla llamada Enya.
Voy camino al despacho y tomo un trago mientras observo el mapa sobre el escritorio. La figura de Balior se aparece sonriente y adivino que ya sabe lo mismo que yo.
—Es la salvaje —afirmo y ensancha su sonrisa mostrándome la forma de una lágrima negra en la palma de su mano.
—Tu general acaba de mostrármelo —asevera él y al menos sé que Egan sigue vivo, pero me preocupa no saber qué posición tiene dentro de esta guerra.
—Todo este tiempo estuvo tan cerca y yo ignorando una amenaza que creía insignificante —bramo con impotencia y estrello el vaso con bebida.
—Es insignificante, no le atribuyas más poder del que tiene. Ella aún es humana, al menos una parte suya, la más importante lo sigue siendo. Tenemos que matarla antes que eso cambie.
—Tengo a mis hombres ultimando detalles para partir al alba. Dos de sus indígenas se dirigen hacia ella pero una patrulla está rastreándolos en estos momentos para impedir que la pongan sobre aviso.
—Perfecto, ya estoy un paso más cerca de mi regreso, —se regodea él —y de la destrucción definitiva de Cidris.
Pongo en pausa mi estudio del mapa en mi escritorio y lo observo detenidamente.
—¿Pero no dices que de Cidris salimos todos? —cuestiono un tanto confundido —Si haces eso acabaras también conmigo, incluso contigo.
—No es tan sencillo, —responde pausadamente —destruiré la fuente de poder de los Cerinies, luego me quedará darles caza uno por uno, y disfrutaré como el que más haciéndolo.
Su carcajada se toma la habitación pero yo continúo viéndolo con cautela. Uno de los hombres de mi seguridad personal toca a la puerta y entra luego de ser invitado.
—Majestad, debería venir —pide con algo de preocupación en el rostro y Balior me observa con una ceja enarcada. Yo rio internamente porque sé que la actitud del guardia se debe a que la pequeña ave debe estar dando problemas.
—¿Todo bien? —inquiere la sombra no tan oscura mientras continúa con su mirada inquisidora sobre mí.
—Perfectamente, pero debo ir a supervisar que todo esté listo para partir, salimos en pocas horas.
—Ve —insta —yo voy a decirle al duque que ya no son necesarias sus atenciones a nuestra invitada especial, sigo necesitando viva a Calipso. —espeta con sorna y desaparece ante los ojos anonadaos del soldado.
—¿Qué pasó? —cuestiono ahora que ya Balior no está —¿Qué hizo ella?
—Señor, esa mujer es una bestia —pronuncia las palabras exaltado —hirió profundamente a Conan y a Elidor lo envió a la enfermería con un feo corte en la frente —una media sonrisa involuntaria se dibuja en mis labios y niego visiblemente.
—Yo me encargo —aviso y pongo rumbo a la que fue mi habitación de infancia.
Apenas entro al pasillo escucho los gritos coléricos de Kaia y mi sonrisa se ensancha. ¡Sí que debe estar furiosa la pequeña ave!
Los dos hombres que custodian la puerta resentida por los golpes se hacen a un lado cuando me ven, facilitándome el paso y apenas entro tengo que esquivar la daga de la diabla que Kaia me lanza y logra rozarme la oreja izquierda haciendo que me escueza al instante el arañazo.
Una carcajada escapa de mi garganta y me paso la mano por la pequeña herida atrapando las gotas de sangre que bajan. La eligtus no pierde el tiempo y se abalanza sobre mí tomándome por sorpresa y logrando que casi pierda el equilibrio y caiga al suelo.
Logro recomponerme de inmediato y la tomo de los brazos cuando comienza a lanzar golpes a lo loco contra mi pecho.
—¿Sabes que por menos que esto debería condenarte a la horca? —inquiero divertido y ella se enfurece más, forcejeando conmigo.
—No vas a hacerlo porque por alguna extraña y retorcida razón prefieres el placer de torturarme a diario teniéndome cerca de ti.
La diversión surca mi rostro y la guío con trabajo hacia la pared que tengo en frente presionando sus manos por encima de la cabeza y sujetando sus pies con los míos ya que aún recuerdo lo que hizo la última vez que me descuidé en esta posición.
La forma de sostenerla me hace estar realmente cerca de ella y relaja un poco los brazos dejando de forcejear pero sin perder la mirada asesina que me regala.