Reina sin reino

Capítulo 1

Observo el bosque que tengo delante, hombres y mujeres, o más bien debería decir niñas y adolescentes, ninguna de nosotras pasa los veinte años y aquellas que los pasaban fueron brutalmente asesinadas. Pensé que los tiempos de los bárbaros habían desaparecido después de la primera conquista pero es bastante obvio que no.

Una niña de no más de seis años tropieza con los grilletes que llevamos puestos todos en los tobillos. Paro el golpe de uno de los guardias con mi espalda, el hombre me mira mal pero me deja que ayude a la niña a ponerse nuevamente de pie.

Andamos demasiado tiempo, tanto que empezamos cuando estaba de día y ya está completamente de noche. A este ritmo llegaremos a la nueva capital en un par de días, no sé para que quieren tantos esclavos, las niñas pequeñas ni siquiera les sirven. Sé bien que en este nuevo reino desear niñas o niños está penado con la muerte, con nuestro difunto rey no.

Al caer por completo la noche, los guardias se bajan de sus caballos y comienzan a desplegar el campamento. Desde lejos vemos como comen, beben y ríen sin que les importemos lo más mínimo.

– Nem.- me giro al escuchar la voz de un hombre mayor.- ¿Nos matarán?

No lo sé, ¿importa?

El hombre se queda callado cuando ve acercarse a uno de los guardias, al jefe, soy de las pocas que habla su lengua. Ayer escuché a sus subordinados llamarlo “el mago” supongo entonces que es uno de esos de especies raras que tiene magia o dones especiales.

– ¿Alguno entiende mi idioma?- levanto la mano rápido, buscando alejarme un poco de ellos. Se acerca a mí y me quita las cadenas.- Levanta.

Lo miro molesta pero no me quejo, no tengo ganas de discutir y menos con alguien que me podría cortar el cuello en segundos. Si tuviese un arma podría defenderme pero en estos momentos estoy indefensa. Como odio esa palabra, indefensa.

– Jefe, ¿ha traído a una mujer con la que divertirse?

– No, ella habla nuestro idioma.

– Dije que lo entendía, no que lo hablase.- él me mira con una ceja levantada y yo me encojo de hombros.- Y aunque sería un honor satisfacer sus necesidades, soy tabernera no prostituta.

– ¿Cuál es tu nombre tabernera?

– Némesis.

– Curioso.- dice sentándose e invitándome a hacer lo mismo.- Interesante, tu mente está bloqueada.

– ¿Bloqueada?

– Si, sé que todos estos quieren acostarse contigo y no hacer cosas muy bonitas y sin embargo tu mente está en blanco, ¿por qué?

– No lo sé.- él me mira esperando algo más.- Padre siempre decía que tenía que protegerme, quizás hizo algo.

– ¿Tú padre?

– Murió poco después de la primera guerra.- lo miro molesta.- No creo que me haya desatado para hablar de mi, ¿qué necesita?

– Quiero que le diga a sus compañeros que no se opongan a su nuevo rey.

– Con respeto, estamos acostumbrados a los cambios de reyes, quien mejor nos trata es quien tiene nuestra lealtad.- ellos me miran sin entender.- Los informaré de sus deseos, ¿vuelvo ya con ellos?- asiente.

Vuelven a llevarme con mis compañeros, si es que puedo llamarlos así, les doy los deseos de nuestros captores y después me hago la sorda. No quiero oírlos, detesto estar escuchando quejas, detesto a la gente. Sino fuera por mis padres ni hubiese trabajado en la taberna, prefiero robar a tener que aguantar a los borrachos y otros que pasaban por la taberna.

Mi padre tuvo gloria hace mucho, su nombre resonaba en los palacios y hacía temblar a los reyes, pero como cualquier hombre envejeció, formó una familia y dejó toda su fama atrás. Al final, en sus últimos días pereció y sufrió como un hombre normal y mi madre, bueno, ella los Dioses sabrán donde se ha metido. Huyó antes de la nueva conquista, no sé donde está y no me interesa saber donde está esa rata traicionera que me dio a luz.

 

Al alba volvemos a retomar el camino, quizás lleguemos por la tarde, casi de noche sino nos detenemos. No quiero pasar otra noche más en el frío bosque, prefiero los calabozos.

Nem, estoy cansada.- habla una niña.

Da igual, sigue andando o te golpearan. Estos hombres no tienen compasión, niña.

¿Son como tu padre?

No blasfemes el nombre de mi padre sino lo conociste, ahora calla y sigue andando.- ella me mira asustada y un hombre la toma de la mano para que se de prisa.

Al levantar la vista del suelo me encuentro con el mago mirándome con curiosidad. No le sostengo la mirada, vuelvo a mirar al suelo y permanezco así hasta que comienzo a escuchar el bullicio de la gente. Estamos en la capital del nuevo reino.

Levanto la cabeza para ver como muchos nos ven con asco, con superioridad ya que ellos son hombres y mujeres libres y nosotros esclavos de guerra. Mi pueblo siempre ha sido pacífico y aún así los reyes se han encaprichado de nosotros y ahora luchan por tenernos, dañándonos en el proceso. Llevamos diez años de pérdidas. Estamos cansado, solo queremos estabilidad.

El enorme castillo se alza ante nosotros, imponente, de los mismos colores que los escudos de los guerreros, amarillos y rojos. Lo miro por unos breves segundos, veo a una mujer en una ventana, viendo el desfile de nuevos esclavos.

Llevamos tanto tiempo siendo esclavos que se nos olvidó ser libres, somos esclavos sin cadenas, o bueno ahora sí pero con el antiguo rey no teníamos cadenas físicas pero estábamos sometidos a su poder, sometidos por las amenazas de destruirnos.

Subimos las escaleras de uno en uno, ordenados. Nos detenemos ante unas enormes puertas de roble que se van abriendo poco a poco, dejándonos ver la sala del trono o lo que parece ser una. No he visto jamás una sala del trono. En una silla grande sentado nos espera un hombre de unos cuarenta años, pelo canoso, barba larga y ojos azules. A su lado una mujer rubia, un chico de unos veinte años y una adolescente que son una combinación entre el hombre y la mujer, sus hijos supongo.




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