Reina sin reino

Capítulo 5

Krein envaina su espada y yo hago lo mismo, tenemos mucho público, hubiese deseado hacer esto en privado pero es muy complicado estando en un palacio, y por la noche llamariamos aún más la atención así que mi mejor momento para entrenar es ahora, con la escusa de que el rey quiere ver que tanto de lo que digo es real. Supuestamente le he dicho que fui entrenada junto al ejercito de mi rey.

Los pantalones se ciñen a mi cuerpo, por suerte la camisa es más suelta. Elena me sonríe dándome fuerzas, me encantaría que esa chica consiguiese un buen hombre y por nada del mundo quiero que vuelva a cruzarse con el chico que le dio el plato. Temo que esta vez la dañe, ella es demasiado inocente para ver la maldad que la rodea.

Krein carga contra mí aprovechando mi despiste, esquivo rápido el golpe que cae muy cerca de mi cuerpo. Él sonríe antes de volver a atacar, paro el golpe con mi espada. El golpe resuena por mis huesos, haciéndolos temblar. Hace mucho que no tengo un enfrentamiento con espadas, soy más de armas pequeñas, filosas pero peligrosas. Con cierto dolor consigo liberarme de la prisión entre el suelo y la espada de Krein y esta vez soy yo la que ataca dos veces seguidas, ambas paradas por su espada, y creo que mis brazos duelen más que los de Krein que está más que acostumbrado a esto.

Me separo medio jadeando, necesito hacer más ejercicio diario, no puedo estar tan cansada cuando solo llevamos unos cuantos minutos. Krein parece estar genial, no se le ve para nada cansado. Antes yo era como él, solo han sido dos años los que no he entrenado, tampoco es tanto.

Krein carga contra mí, suspirando me aparto, no quiero parar otro golpe, siento que la espada se me caería de las manos, de verdad me duelen mucho los brazos. Suspiro cuando vuelvo a esquivarlo, esa es mi ventaja, soy escurridiza. Krein está vez es más rápido y lo único que se me ocurre es tirarme al suelo justo cuando pasa por mi lado, ruedo por la tierra y me levanto lo más rápida que puedo viendo la cara de confusión del general de la guardia real de Preim.

– ¿Qué fue eso?

– Pensamiento rápido.- río.- Lo primero que se me ocurrió, eres rápido.

– Duquesa, no hablo su idioma.

– Perdón, dije que sigamos.

– Por supuesto.

Él no pierde tiempo y vuelve contra mí, paro el golpe y le ataco yo, es como una danza de espadas, solo se escucha como chocan la una con la otra, como si la gente estuviese conteniendo la respiración para no perderse ni un solo detalle. Me muevo casi por instinto, dejo la mente lo más en blanco posible, intento no pensar ni en el dolor ni el cansancio. La vista se me nubla por un segundo pero empujo la espada de Krein lejos de mí y ataco con rabia, como si fuese alguien de la realeza de Alddea, ataco con el dolor y la ira que llevo dentro recordando que mi oponente no es uno de ellos.

– Duquesa Bultor.- levanto mi espada y la dejo a escasos centímetros de la cara de Krein mientras me quedo casi sin respiración.

– La duquesa Bultor gana.

No sé quien lo dice, solo dejo caer la espada contra el suelo mientras sigo suspirando y salgo corriendo del circulo que han hecho todos los que nos observaban. Corro lo más rápido que puedo, aprovechando que llevo pantalones y no un ridículo vestido que no me deja moverme correctamente.

Me paro en la torre del reloj, estoy lo suficientemente lejos para que nadie me haya seguido. Me dejo caer en la fría hierba, escondo mi cara entre mis piernas y dejo que las lágrimas corran por mis mejillas. Dejando salir todo mi dolor y frustración.

– Némesis.- no levanto la cabeza.- Llorar no te hace perder valor.- me dice Krein.

Krein Vestar, hijo de uno de los últimos cazadores, del que estuvo menos tiempo en la pandilla de mercenarios y espías de mi padre, y el menos fiel porque mi padre no aceptaba a los Validus y su hijo es uno de ellos.

– Sé que no me hace menos llorar, estoy avergonzada.

– ¿Por qué?- dice sentándose a mi lado.

– Imaginé que era alguien de mi pasado para poder vencerte.

– Lo hiciste.

– ¿No tienes curiosidad por saber que me llevó a matar a mi esposo?

– No soy Elena, no tengo tanta curiosidad pero si quieres contarme soy todo oídos.

– Él quería que me prostituyera en la taberna, intentó venderme a un duque de más al sur, de Finera.- intento dejar de llorar.- Él no quiso comprarme, por suerte, pero mi esposo no iba a parar, así que busqué mi propia libertad.

– Está bien Némesis, hiciste lo correcto.- me acaricia el hombro.- Eres fuerte Némesis, hasta el más fuerte de mis guerreros hubiese cedido al dolor que sufres todos los días.

– Quisiera ser más fuerte y tener menos pasado.

– Me gustaría aprender tu idioma.

– ¿Para qué?- medio río.- Te advierto que no es para nada sencillo, nadie quiere aprenderlo nunca.

– Estoy seguro de que echas de menos hablar cómodamente, sin tener que sobrepensar las palabras que dices, mi enseñanza te daría un momento de descanso.

– ¿Por qué haces esto?¿Por qué me proteges?

Él deja de mirarme y mira la torre del reloj, como si quisiera encontrar las palabras exactas. Me quedo mirando su perfil, barbilla muy marcada, nariz ajustada al tamaño de su cara, ojos grandes y verdes. Es atractivo, pero nunca estaría con alguien que me supera casi en diez años, no quiero volver a estar con hombres mayores, jamás.

– No tengo la respuesta exacta, solo hay algo en ti que me hace querer cuidarte.- sonrío como puedo.- Incluso desde antes de saber lo que te había sucedido en Alddea.

– Gracias por querer cuidarme, ahora volvamos a palacio.

Él se levanta y me ayuda a levantarme a mi, vuelve a su posición de siempre, detrás de mí cuidando mis espaldas. No quiero quejarme, nunca me he sentido protegida, siempre he tenido que protegerme sola y tener a alguien que vela por mi seguridad me reconforta. Es un sentimiento extraño pero agradable, por fin me siento de alguna parte.




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