Reina sin reino

Capítulo 10

Una curandera se pasa por mi cuarto para curar la herida como todos los días desde hace una semana. Curan mi herida dos veces al día, una al despertarme y una justo antes de irme a dormir. La herida relentiza mi investigación pero hace que Elena esté feliz, me tiene todos los días para ella. Al parecer si estoy enferma no soy de interés para el príncipe heredero y sus amigos.

Hoy es el primer día que me dejan abandonar mi cuarto y salir a dar un paseo por los jardines de alrededor. Claro que no me van a dejar hacerlo sola, Krein y Elena me acompañaran igual que han estado toda la semana acompañándome en mi cuarto.

Cierro los ojos de placer cuando la luz del sol vuelve a entrar en contacto con mi piel. Ya estamos a final de enero, y aunque el frío sigue calando mis huesos, se sigue metiendo por ellos haciéndome querer volver a casa donde hace frío pero ni de lejos tanto como aquí pero ya no es aquel frío con el que llegué en noviembre. Ese frío casi imposible con el que tenía que luchar todos los días, lo odiaba con toda mi alma. Soy una persona de sol y calor, es a lo que estoy acostumbrada desde siempre es demasiado extremo cambiar de un ambiente a otro.

– ¡Al fin! Sol.- sonrío.

– Se te veía muy apagada, ya parece que te recuperas.

– El sol es vida para mí, no sé que haría sin él, majestad.- río.

– Aquí vemos poco el sol.

Continuamos nuestro paseo por los jardines invernales de palacio. Hago una pequeña reverencia cuando me cruzo con la reina y una cortesana. Es muy parecida a la chica que hablaba hace unas semanas con Daven, creo que es la esposa del duque del que el príncipe heredero sospecha. A veces el parecido entre familiares es espeluznante.

– Es una alegría ver que te recuperas.

– Muchas gracias majestad.- le sonrío lo máximo que puedo.

En los dos meses que llevo aquí, no he tratado mucho con la reina, de hecho creo que no soy del total agrado de su majestad, y eso solo refuerza de mi teoría de que puede ser ella quien esté detrás de todo para asesinar al hijo que no quiere, y dejarle todo al que sí. No sé si Iren sabe de esta preferencia de su madre, creo yo que sí, hasta yo me he dado cuenta. Todo el mundo en palacio debe saberlo pero es más fácil callar y esconder la realidad debajo de una alfombra, hasta que ya no quede nada.

– Bueno, dejo que sigan dando su paseo.

– Gracias majestad.

Intento enderezar mi postura un poco más, pero siento como mi piel tira y vuelvo a mi postura, dentro de poco me quitaran las suturas pero de momento permanecen conmigo. Ya deberían de habermelas quitados, pero tuvieron que remplazar hasta en dos ocasiones las viejas porque se infectaron así que debo permanecer con estas un poco más de lo que me gustaría.

Los cazadores no han vuelto a hablar conmigo, no sé si eso son buenas o malas noticias para mí son buenas porque no tengo que seguir mintiendo para el rey desconozco si lo son o no.

Me encuentro con Daven y sus dos amigos que me saludan con un pequeño movimiento de cabeza. Parece que desde que esos dos se enteraron de quien soy me respetan más, no sé que significará para ellos quien soy, pero si sé lo que significo para sus respectivos padres.

Lo poco que he averiguado desde que llegué aquí es que los cazadores parecen lo menos sospechosos aunque el hijo de uno le regaló a la princesa un plato con el escudo de los cazadores lo que es contradictorio y extraño. Quizás no es un cazador sino solo uno de sus hijos que es un traidor o mi padre sabe que estoy aquí y está jugando con mi puñetera mente que siempre podría ser. No me gusta todo esto, tengo un mal presentimiento.

Yo sentí la invasión mucho antes de que ocurriese, la vi entre sueños, aunque en un principio pensé que eran sueños del pasado, que estaba recordando como fue la primera conquista de Alddea, pero los días antes a que las tropas de Byron entraran vi la verdad, y no alerté a nadie. No lo hice por una suposición, una corazonada que al parecer no iba tan mal encaminada. Creí que era mejor para la gente estar gobernada por el norte que seguir con el rey que teníamos. No sé si otro rey del sur nos llevaría mejor, solo conozco los reinos del sur más próximos a la frontera. Para mi era muy difícil abandonar por semanas la corte de Alddea, aunque trabajase en la taberna.

– Te perdiste en tus pensamientos.

– Perdón.- me disculpo con la princesa.- Estaba recordando los días previos a la conquista de su padre.- ella parece ligeramente incómoda.- No se preocupe, lo tomo más como una salvación aunque la corte de Alddea no lo crea.

– ¿Tan mala era la vida?

– Pésima, si eras pobre o mujer tu vida dependía de un amo, de un hombre.- suspiro.- No era libre, te asemejabas a un esclavo, o lo eras pero no lo sabías.

– Por lo que cuentas, parece que todos ustedes eran esclavos.

– Podría ser majestad.- me encojo de hombros.

– Creo que deberías descansar Némesis.- interrumpe nuestra conversación Krein.- Te ves un poco pálida.

– Bien, ¿nos sentamos?

Elena y yo nos sentamos en un banco de piedra blanca mientras que Krein se queda detrás de nosotras, protegiéndonos, protegiéndome. Si tiene que decidir a quien debe salvar, su lealtad está conmigo así que a mi me tocará defender a Elena para que a esta no le ocurra nada, no me lo perdonaría.

– ¿Hablaste con el hijo menor del duque Croyen?- la sonrisa de Elena se ensancha.

– Ayer pasamos la tarde juntos, me invitó a pasear.

– Por eso no apareciste por mi cuarto.

– Lo siento.- dice con las mejillas sonrojadas por la vergüenza.

– No lo sientas, es bonito que uno de tus pretendientes te guste.- le sonrío con tranquilidad. Ella me devuelve la sonrisa, una sonrisa de enamorada.- Pero no sería yo sino te dijese que lleves cuidado, que abras bien los ojos y no te dejes arrastrar solo por lo bonito que hace ahora, eso bonito tiene que durar mucho tiempo.




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