Me quedo mirando desde lejos como Krein entrena con los príncipes Iren y Daven, y con los amigos de este último. Todos jadean por el entrenamiento, todos menos Krein que debe de estar más acostumbrado que ellos a tal agresividad. Aunque los príncipes entrenan todos los días así que es un poco decepcionante que solo lleven media hora y ya estén por darse por vencidos. No son guerreros, pero deben proteger su hogar sino les ocurrirá lo mismo que nos ocurrió a nosotros.
– Duquesa, ¿disfruta nuestro sufrimiento?- se dirige por primera vez a mí el príncipe Iren, desde que llegué aquí.
– ¿Sufrimiento? Si esto les parece mucho, entonces deben seguir entrenando.- me cruzo de brazos.- Deben ser fuertes, uno de ustedes será rey, y los otros duques que tendrán guerreros a su cargo y en algunas ocasiones deberán luchar, sino pueden con un simple entrenamiento no podrán con eso.
– Creo que la duquesa Bultor tiene mucha razón.- me giro para ver al duque Carl Nostre, uno de los duques que más sospecha levanta en Daven.
Se parece bastante poco a su hija, él no es muy agraciado para su desgracia, nariz demasiado grande para una cara demasiado estrecha, ojos saltones y verdes, labios casi inexistentes y casi sin pelo y lo que queda demasiado blanco advirtiendo que es un hombre muy mayor. La única heredera de Nostre, es Brian. La madre de la chica tiene que ser más joven y mínimo un poco más bella para haber tenido a su hija, aunque siempre puede no ser su hija, no me extrañaría.
– Duque Nostre.- lo saludo.- ¿Puedo ayudarlo en algo?
El hombre dejar de mirar a los príncipes, duques y soldados que entrenan juntos y pone toda su atención en mí. Su sonrisa no desaparece, puedo sentir como Daven y Krein prestan atención a pesar de seguir su entrenamiento. Mantengo la calma mientras me mira. No entiendo bien del todo porque él querría asesinar a Daven, su hija sé que es una de las diez cortesanas pensadas para casarse con Iren, pero matando al heredero no le asegura que su hija vaya a ascender al trono como reina consorte. Claro sino mata a todas las otras pretendientes, no es una idea tan descabellada.
– Escuché que los ataques del asesino de palacio van ahora dirigidos hasta usted.
– Por desgracia.
– ¿Usted se encuentra bien?
– Por el momento no han acertado.- sonrío a medias.- Así que me encuentro bastante bien.
– Por supuesto, también ayuda tener la protección del jefe de guardias.
– Está usted utilizando un tono peligroso duque Nostre.- lo miro con una ligera molestia.
– Hay rumores duquesa.
– ¿Le importan los rumores de mis líos de falda, duque Nostre?- inquiero con una medio sonrisa malvada.- Soy una mujer viuda, no le debo respeto a ningún hombre.
– No, se debe respeto a si misma.
– Si, y me lo tengo.- él me mira con duda.- Los rumores son solo eso, rumores.- le sonrío como si sus palabras no dichas no me enfurecieran.- No debe preocuparse por mí duque Nostre, solo estoy de visita, después me iré.
– ¿No querrá tu rey que hagas lazos mediante matrimonio?
– En ese caso, ¿cuál sería el problema?- pregunto ya cansada de su dichosa presencia.- Krein es un caballero, no sería el hombre ideal para ello.
– Cuando su padre muera será duque.
– Nostre, no me cuestione más. Si tiene dudas de mi presencia o si le molesta que esté en palacio hable con su majestad el rey, no conmigo.- enderezo mi postura.- Si me disculpa no quiero seguir hablando con usted.
Recojo un poco mi vestido y mi capa y me alejo de él, camino al interior del castillo derecha. Agradezco que hace un par de días me quitasen al fin las suturas, me dan libertad de movimiento y hace que no tenga encima a Krein y a Elena. Y de paso tampoco a Daven, que parece dispuesto a ser igual de intenso que su hermana con el tema de mi seguridad.
– No puede irse así, usted aquí no es nadie.- no me doy la vuelta al escuchar su voz.- Hay rumores y no solo con Krein.
– Duque Nostre, ¿entiende que no me importa?
– A mi sí, nunca te aceptarán como reina.
Eso consigue llamar mi atención, detengo mi rápida caminata y me giro para enfrentarlo nuevamente pero esta vez sin un poco de paciencia. No soy una mujer muy paciente, de hecho odio la gente que no habla claro o que me hace esperar sin ningún sentido, solo porque quieren hacerte esperar.
– No pretendo ser su reina.- digo seria.- Mi trabajo aquí es negociar términos comerciales, nada de alianzas matrimoniales. A mi rey no le interesa.- continuo con mi mentira.- Como le dije, si mi presencia le molesta, hablelo con su rey.
– No necesita hablar conmigo.- ambos hacemos una reverencia al escuchar la profunda voz del rey.
– ¿Cómo que no? Tenemos una sucia extranjera en nuestro palacio como si fuese una de nosotros.- sus palabras chocan con fuerza contra mi cabeza.
– Sé bien que no soy una de ustedes.- digo en un tono bajo pero amenazante.- Yo no me escondo bajo falsas sonrisas y palabras de adulación.
– ¿Me está acusando de algo duquesa Bultor? Tú aquí no puedes acusar a nadie, porque no eres nadie.- grita.
– Su hija es menos que yo, tan solo una cara bonita que podría o no convertirse en esposa del príncipe Iren.- las paredes de palacio retumban de repente.- No quiera tener como enemiga a una cazadora, podrían matarte mientras duermes.- me mira confuso.- Puedo ser muy respetuosa como puedo ser muy cruel, y como usted ha dicho yo no pertenezco a esta parte del continente, y mis leyes son completamente diferentes a las suyas, no sabe como nos las gastamos en el sur así que mejor cierre su puta boca sino quiere amanecer con ella cosida.
– ¿Me está amenazando?
– Si.- digo demasiado cerca de él.- ¿Crees que tienes poder? Tú dependes de tu rey, de su merced, si él te manda a callar, tu callas, si él te manda que mates a tu hija tú lo haces. Yo no, cumplo órdenes de mi rey pero soy libre, en el sur somos libres.- él retrocede ante mí.- Hay hombres respetables en el norte pero tú no eres uno.