Reina sin reino

Capítulo 12

Anuar Vestar es un hombre interesante pero fácil de esquivar, lleva una semana conmigo y he conseguido librarme de su presencia y su protección en más ocasiones de las que puedo contar. Pero su presencia, sus susurros de rezos todas las mañanas, me confirman que él y el resto de cazadores no están trabajando con mi padre. Así que me deja con algunas opciones menos pero todavía no tengo nada claro. El arrebato de Nostre no significa que él sea el asesino porque sé que a más de un duque y marqués le molesta mi presencia, él ha sido el estúpido que ha hecho público su desprecio a mi persona.

Mis piernas cuelgan por la ventana de una de las grandes torres del castillo mientras observo las estrellas y la luna. Sé a lo que me arriesgo estando aquí, sola y en la noche. Sé que pueden intentar matarme y sinceramente no es algo que me importe mucho. No sé si es por la vida que he llevado, si porque me entrenaron para ser una asesina o porqué, pero la muerte me parece una vieja amiga. Espero mi muerte, no le temo. No sé, quizás sea una locura. Quizás empiece a estar igual de loca que mi madre, o simplemente esté cansada y mis pensamientos no sean correctos.

– Creí que había sido mi parecer verla subir hasta aquí.- escucho la voz de Daven en la puerta.

Escucho como la cierra y sus pasos medio inseguros que se detienen al llegar a sitio en el que yo estoy. Mira al mismo lugar que lo hago yo y guarda silencio temiendo molestarme.

– Amas a Krein.

– ¿Y qué si lo hago? No merezco que me amen Daven, te dije hace un tiempo que no era una asesina pero tú y yo sabemos que mentí.- suspiro.- ¿Y si me vuelvo loca y acabo matándolo?

– No creo que eso pasase, antes acabarías con tu vida que acabar con la vida de Krein.- asiento dándole la razón.- ¿Y qué tiene que seas una asesina? Hasta el ser más despreciable merece que lo amen.- me encojo de hombros.- Eres una validus, ¿verdad?

– ¿Llegaste solo a esa conclusión?

– Si, tú interés por mi libro y los libros de la batalla final me hizo pensarlo.- sube una pierna y se sienta a mi lado en la ventana.- No eres la única que esconde lo que es.

– ¿Enserio?

– Sé lo que mi gente piensa de los Validus, sé que no me querrían en el trono y esa sería la escusa perfecta para que mi madre propusiese a Iren como heredero.

– ¿Por qué no quieres que tu hermano sea el heredero?

– En realidad si quiero.- suspira.- Pero, primero quiero saber quien soy, qué soy.

Me sorprende su franqueza y su honestidad, hace tiempo que me di cuenta que él no quiere el trono y que casi parece aborrecerlo. Para él el trono es una carga no una responsabilidad, y es de sabios saberlo y no aferrarse a algo que va a hacerte daño, que puede destruir quien eres en realidad.

– Son preguntas realmente complicadas.- él suspira dándome la razón.- ¿Crees que algún día encontrarás respuesta?

– No lo creo, pero sé que abdicaré a favor de Iren, algún día.- asiento con una media sonrisa.

– ¿Qué tipo de validus eres?

– Un caminante.

– En el sur os conocemos como emocionales.- él asiente.- Es un don interesante, complicado porque puedes equivocarte de emoción.

– Lo sé, todavía estoy aprendiendo como se utiliza.- ríe.- Intenté aplacar tu furia, pero tienes una enormes barreras a tu alrededor.- río.- ¿Qué tipo eres tú?

– Será mejor que no lo sepas, pero te daré una pista y un nombre por si eres lo suficientemente inteligente para descubrirlo.- él espera paciente.- Mi don es más antiguo que el tuyo, mucho de hecho, deberás buscar en libros cuyos idiomas desconoces.

– ¿Y el nombre?

– Asteria.

– Bonito nombre.- ambos volvemos a mirar las estrellas.- Volviendo a lo de antes, mereces ser amada.

– ¿Sabes en lo que consiste un juramento de sangre?- él asiento medio dubitativo.- No lo sabes.- río.- Y no está mal que no lo sepas, para los validus hay mucho juramentos de sangre, infinitos pero si son aceptados por los Dioses deben ser siempre cumplidos.

– No entiendo que tiene que ver eso.

– Krein hizo un juramento de sangre cuando se unió a la guardia de tu padre.

– ¿Cómo sabes tú eso y no yo?

– Me lo dijo él mismo.- suspiro.

Recuerdo cuando desperté después de la herida casi mortal, aquella primera noche el rey negó la entrada a todo el mundo menos a quien había jurado por su sangre protegerme. No sé si fue el miedo a perderme, el miedo a morir por no cumplir su promesa o una combinación de ambos pero Krein se abrió conmigo.

– Te amo Némesis.- mi corazón da un vuelco.- Pero hice un juramento de castidad.

– Los juramentos tienen mucho valor.

– Némesis… algún día encontrarás a quien amar, a alguien que no sea tan cobarde como yo que hice un juramento de sangre por miedo.

– Solo los dones antiguos se heredan.- me encojo de hombros.- Y a veces ni eso, pero entiendo tus razones, no tienes que preocuparte.

Le resumo un poco por encima a Daven, sin profundizar en como me sentí al escuchar las palabras de Krein. Siempre he pensado que un validus que hace ese tipo de juramentos es un cobarde, están intentando acabar con los de su propia especie solo por encajar en esta mierda de mundo. Yo no quiero encajar, solo quiero que me dejen en paz, y si supieran de mi don eso no sería posible. Pero si tuviera algo parecido a lo de Krein o a lo de Daven lo llevaría con mucho orgullo y esperaría que algún hijo mío o algún nieto lo heredase.

– No pensé que Krein….

– Da igual lo que pensases, lo único que me une a Krein es nuestro juramento de sangre.

– Quiero hacer uno contigo.

– Investiga primero sobre el peso de un juramento de sangre, investiga que soy, averigualo y si cuando lo hagas sigues decidido, entonces estaré dispuesta a que me jures algo.- me doy la vuelta para volver a mi cuarto.- Creo que deberíamos ir a descansar.

Daven y yo andamos con cuidado, él también es bueno utilizando la oscuridad a su favor, hemos pasado por al lado de dos guardias y ninguno ha notado nuestra presencia. Llegamos hasta su cuarto, al lado del de Elena. Cuando estoy por despedirme escucho un ruido, una simple pisada. Me vuelvo rápido, pongo detrás de mí a Daven y me lanzo contra la sombra cuando la localizo. El hombre me mira sorprendido antes de intentar atacarme con su daga, sonrío cuando paro su golpe con mi propia daga. Lo estampo con fuerza contra la pared, llamando la atención de todos los guardias de la sala. Vuelvo a estamparlo con fuerza, concentrándome sobre todo en la mano, hasta que esta se abre y la daga cae al suelo con un sonido sordo. Cuando está por golpearme, mi daga encuentra su cuello.




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