Reina sin reino

Capítulo 16

La mano de Némesis tardó en sanar, sangró bastante y cada vez que la curaban era doloroso verlo y escucharla. En especial porque ella aguanta bien el dolor, la he visto cansada, la vi con los nudillos destrozados después de las acusaciones de duque Nostre y aún así no dijo una sola palabra, ni un solo quejido. Pero las quemaduras por vanadio son muy dolorosas, para un ser humano normal puede llegar a ser también mortal, pero solo eso, no les quema como a nosotros, no los somete a su voluntad. Y los del tipo de Némesis, por desgracia están muy familiarizados con como los somete el vanadio, como los hace esclavos.

– Te ha quedado cicatriz.- acota la princesa después de observar por un largo rato la mano de Némesis sin venda.

– Lo sé.

– ¿Por qué te quemó?

– No tengo respuesta princesa.- miente.

Mi padre observa desde lejos, todavía no entiendo bien porque Némesis deja a mi padre entrar, porque lo mantiene cerca si se niega a decirle la verdad, si a cada oportunidad que tiene le miente. Sé que ella lo tiene todo bien pensado, sé que tiene que tener algún tipo de plan pero es muy difícil para mí entenderlo y que ella no diga nada, que todo se quede en su mente me resulta aún más complicado.

– Me alegra que estés mejor.

– No debe de preocuparse por mí majestad.

– Lo haré, eres mi amiga.

– Me halaga que me considere como tal.

– Me debes un paseo, pero ahora tengo que ir a atender asuntos reales.- Némesis ríe, hasta yo sé que va a encontrarse con el hijo del cazador, ese que parece el candidato para casarse con ella, el que más posibilidades tiene.

– Que sea ameno majestad.- le hace una reverencia antes de que Elena se marche.

Némesis vuelve a acomodarse en su cama, la miro con sorpresa, no entiendo que le pasa últimamente, es como si no quisiera hacer nada, como no sé, parece que la guerra que ella misma anuncia comienza a asustarla.

– ¿No saldrás?

– No tengo ganas.- me contesta como reflejo, es lo mismo que lleva diciendo desde aquella noche.

– Prefiere escaparse por las sombras de la noche.

– Sigues molesto.- acusa a mi padre.- Pero yo soy un alma libre, odio tener seguridad siguiéndome a todos lados. No soy un perro al que hay que vigilar, ni nadie importante al que haya que proteger.

– Pero los asesinos del príncipe también te quieren muerta, así que tu te encargas de su seguridad y nosotros de la tuya.- se sostienen la mirada, mi padre es el que acaba perdiendo.- Saldré a por su té.

– Gracias.

Némesis se queda mirando como mi padre se marcha, él no está enfadado, parece que se preocupa de verdad por ella pero mi padre no es tonto y sabe que Némesis sigue ocultando algo, no sabe el qué y no sabe que tanto pueda afectarle el secreto de quien considera su hija, pero le tiene miedo. A mi padre le aterra lo desconocido.

– Ahora dime la verdad, ¿por qué te niegas a salir? Amas el sol.

– Porque tengo miedo.

– ¿Miedo?¿A qué?¿De qué? O ¿De quién?

– De mi misma.- resopla cansada.- Sé lo que puede pasar, he leído tantos libros sobre los de mi especie Krein, todos son tan crueles con nosotros.- su voz ya no es la de antes, de verdad se nota ese miedo.- Tengo miedo de que escuchen, de que me escuchen, de que de repente recite una profecía y me esclavicen.- suspira.- ¿Alguna vez te han sometido al vanadio?

– No, ni siquiera me han atacado con él.

– Pues a mí si me sometieron al vanadio, no de la forma tradicional con esposas y grilletes pero me esclavizaron ante ese metal.- remanga las mangas de su vestido.- ¿Las ves? Mi madre me quemaba con el vanadio cuando las cosas no salían como ella deseaba.

– ¿Tardaban tanto en sanar como la herida de la mano?

– Más, esa zorra les echaba sal a mis heridas para que tardasen más tiempo en sanar, a veces incluso echaba alcohol para que gritase de dolor por el escozor. Aprendí a mantenerla contenta para que dejase de quemarme.- la miro medio confuso, no hay cabida en mi mente a que ella tenga miedo, nunca ha demostrado tenerlo.

– Némesis.

– No, ni se te ocurra hablar.- se levanta de la cama enfadada.

Escucho la puerta del cuarto abrirse, algo que parece que ella no ha escuchado y me sigue mirando con una increíble resignación.

– No puedo creer que no creas que tengo miedo.- me mira dolida.

– Eres una mujer fuerte, no creo que puedas tener miedo por algo tan absurdo.

– No soy una mujer fuerte.- se horroriza.- Soy una mujer cansada de ser asustadiza, esta mujer que conoces le teme al vanadio. Me da pánico esa dichosa mierda. Me torturaron con él cuando a penas era una niña, después me vendieron a una corte llena de perversos donde sino hacía lo que esas mentes sucias querían me quemaban con el dichoso metal.- de sus ojos caen lágrimas de dolor.

Creo que comienzo a entender que no lloraba de dolor cuando le curaban las heridas, sino de impotencia y por los recuerdos que revivía. Por la sensación de volver a ser esa niña que estaba sola, que vagaba sola por el mundo sin ningún tipo de protección.

– Me obligaron a casarme con un hombre treinta y seis años mayor que yo, me llevaron a dar el si quiero con una espada hecha de vanadio en mi espalda.

– Némesis, por favor calma.- le pide mi padre, pero ella sigue sin escuchar.

– Quisieron obligarme a dar a luz al bebé de esa porquería, pero mi embarazo se interrumpió para mi suerte.- su labio tiembla.- No logré ser libre del vanadio hasta que acabé con la vida de mi esposo, y nadie va a volver a someterme al vanadio. Nadie, y si para eso tengo que esconderme eternamente, que así sea.

– Tú té.

– No lo quiero, no los quiero a ninguno de los dos en mi cuarto.- dice ante de darse la vuelta y meterse nuevamente en su cama.

– Solo recibiré visitas del rey o del príncipe Daven y no entren dentro de mi cuarto sin mi autorización previa.




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