Reina sin reino

Capítulo 19

Némesis o Asteria, tiene el mismo nombre que la Diosa, que la hija preferida de los reyes de los Dioses. Es la primera persona que conozco que tiene el derecho de vivir teniendo el nombre de un Dios, he escuchado que tanto en el norte como en el sur los nombres de los Dioses mayores están prohibidos. Si tus padres intentan ponerte ese nombre, acaban con una multa y son obligados a cambiarte el nombre o van a la cárcel.

Observo a la mujer de piel oscura, está entrenando junto al duque Vestar y su hijo. Ahora que hay poca gente, y es de noche, cuando menos gente la observa es que Némesis prefiere entrenarse. La noche, le encanta, Némesis adora la noche más de lo que adora el sol aunque podría parecer lo contrario.

– Majestad.- llama mi atención Brien Nostre.- Puedo hacerle una pregunta.

– Parece que ha recuperado la cordura y la educación en estos días.

– Siento mi comportamiento con la duquesa, no fue correcto.- parece realmente arrepentida por lo que me quedo mirándola para que me haga su pregunta. - ¿La flecha que le lanzaron en su cumpleaños era de vanadio?- asiento.- Entonces, ¿ella te salvó de la adicción?

– ¿Adicción?

– ¿No lo sabe?- niego.- El vanadio nos quema, eso está en todos los libros, arde y nos hiere. En la antigüedad incluso hacían cadenas y grilletes de aquel material para encerrarnos pero aunque quema, aunque duele, el vanadio también es una especie de droga.

– ¿Y si te rozas con él, te vuelves adicto?

– Para nada.- ríe.- Necesitas que se clave o en su defecto que te queme, una rozadura no es nada majestad.

Miro a Némesis, ella dijo que la habían esclavizado con el vanadio, que la habían quemado, golpeado y clavado flechas con vanadio en la piel, ¿puede que parte de su esclavización se basase en la adicción?

– ¿Por qué te haces adicto al vanadio?

– Algunos dicen que cuando se pasa el dolor de la quemadura, alucinas, ves tu vida sin problemas.

Vuelvo a fijarme en la duquesa que más que querer nuevamente el vanadio, parecía aterrada por la idea de que el metal volviese a clavarse en su piel. A lo mejor a ella ya no le hace efecto, si desde pequeña se ha visto en esa situación quizás ya el vanadio no le haga nada más que quemarla.

– La duquesa tiene una barrera fuerte, el día de la flecha intenté apaciguar sus emociones pero era imposible.- susurra.- Pero debajo de toda la ira, de toda su furia había un sentimiento distinto, desesperación.

– Marquesa Nostre, conozco a la duquesa Bultor mucho mejor que usted.- ella baja su mirada.- Sé como se sentía.

– No me negaré si la proclamas como tu esposa, la casa Nostre lo apoyará, yo me encargaré de ello, pero la duquesa ama a Krein.- dice mirándolos a ambos.

– Como te dije, lo sé.- sigo observando a los dos hombres que entrenan junto a Némesis.

– Me he de retirar, buenas noches majestad.- me hace una reverencia y se marcha.

Aproximadamente una hora después entramos los Vestar, Némesis y yo nuevamente a palacio. Ella me sonríe antes de hace una leve reverencia y se marcha a sus aposentos para darse un baño relajante y quitarse todo el sudor aunque sé bien que el sudor no le afecta, odia oler mal. En estos meses he podido aprender mucho y a la vez muy poco de ella.

Espero pacientemente en la torre izquierda del palacio. Némesis llega poco después con una sonrisa al ver la botella de vodka que le he traído, no es tan común que ella beba o que siquiera se emborrache. Pero de vez en cuando ella quiere dejar de pensar, quiere dejar de escuchar sus recuerdos que parecen atormentarla día y noche.

– Némesis.- ella deja de mirar el cielo y me mira a mí.- ¿Sufriste de la adicción del vanadio?

– Si y no, se sentía bien cuando alucinabas pero nunca tuve una adicción porque cuando el vanadio venía a mi no sentía las ansias de que me quemase o cortase, me daba pánico ese metal. Así que no, a pesar de la buena sensación, nunca quise ni ansié el vanadio.

– Últimamente estás más distante de lo normal.

– He descubierto ciertas cosas sobre mí, y no sé como debo sentirme.

– ¿Podría… ?

– Ya le dije que hay cosas que es mejor que las paredes con oídos no escuchen, príncipe.

Sé a que se refiere con eso, nunca sabemos cuando ni quien nos puede escuchar. No tenemos un super oído y creo que de hecho nadie lo tiene, no existe ese tipo de validus, al menos no la historia y no en la actualidad.

– ¿No quiere un sorbo majestad?

– No, gracias.- ella se encoje de hombros y bebe de la botella.- Gracias por robar la botella por mí.

– Nadie le presta atención a las botellas de vodka.- río con ella.- Némesis, quier hacer un juramento contigo.

– Sabes lo que puede pasar, un trozo de tu alma me pertenecerá, ¿estás dispuesto a eso?

Lo estuve pensando desde el día en que me dijo que una parte de Krein le pertenece, no he hablado con Krein para saber si eso te cambia o te afecta en algo pero si lo hace a Krein le importa bastante poco, aunque no sé de lo que se trata su juramento no creo que el mío suponga un peligro para mí o siquiera para Némesis. Y por más que lo pensaba, seguía con la idea de hacer un juramente con ella, aunque para algunos puede ser absurdo mi juramento, yo quiero hacerlo con ella.

– Estoy dispuesto.

– Bien majestad.- ríe.- Debo avisarle que por mucho que usted quiera, a veces los Dioses no quieren y el juramento no se cierra.

– ¿No es porque alguna de las dos partes no es sincero?

– Bueno Daven, a veces los Dioses simplemente no quieren sellar el juramento, solo porque alguien de tu familia o el Dios que te dio el don no les cae bien.- ríe.- Ahora dicho eso, toma mi daga.

Cojo la daga de Némesis y hago un pequeño corte en la palma de mi mano, Némesis hace lo mismo en su mano, ella no me va a jurar nada, solo yo lo haré y lo hago porque lo deseo no porque nadie me obligue.




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