Reina sin reino

Epílogo

Shana termina de arreglar mi cabello, con una reverencia se despide y sale de mi cuarto. Me miro en el espejo, si él estuviese a mi lado me vería embobado, siempre lo hacía aunque él creía que nadie lo veía.

Me levanto de la silla con la espalda recta, me acerco a la cama donde descansa la nueva tiara que me ha regalado Byron, la tiara de los ancestros, con rubís rojos al frente. Tomo el anillo de mi familia y me lo pongo. Ahora todos saben quien soy.

Resoplo antes de abrir la puerta de la habitación y salir, tres guardias me hacen una reverencia, a mi parecer demasiado exagerada, y comienzo a andar hasta la capilla. Persona que me cruzo, persona que se arrodilla ante mí. No hago caso de nadie, solo de Brien que me agarra del brazo cuando llega a mi altura.

Es una amistad de lo más peculiar, pero ella no quiere ser reina, mucho menos quería casarse con Iren porque como dije, alguien del sur le había roto el corazón o bueno, más bien su padre se lo había roto. Él le prohibió continuar su relación. No fue fácil conseguir que Brien confiase en mí, pero cuando le dije que creía que la princesa estaba detrás de los intentos de asesinato, fue como si hablásemos el mismo idioma. Ella tenía la misma idea porque meses antes de que yo llegase, ella también había sido envenenado con vanadio por medio del té.

– Majestad.- me saluda y no se aparta de mi lado a pesar de las caras de los guardias.- La acompaño.

No contesto, sigo mi camino hasta la capilla. Todo el mundo se levanta ante mi presencia y me hacen una reverencia, incluso todos esos duques, duquesas y otros que me miraban como si fuera más, que me juzgaban simplemente por mi color de piel. Sigo mi camino acompañada por Brien, avanzo por el pasillo hasta el ataúd de Krein.

Dejo que las lágrimas caigan como llevan días haciéndolo, acaricio su pálido rostro. Se ve tan tranquilo así, se ve tan desprovisto de cualquier preocupación. Se ve tan hermoso como siempre, mi amigo, el hombre al que amaba, el hombre con el que me veía pasando toda mi vida ahora yace en un ataúd.

Se amir.- le susurro para que solo él me escuche, para que se lleve estas palabras con él. Quiero que sepa que lo amaré toda la vida.- Vengaré tu muerte.

Me doy la vuelta, dándole la espalda al ataúd y me siento al lado del rey, donde según él debo estar. Una reina no debe sentarse al lado de los príncipes,debe compartir asiento y mesa con los demás reyes. Me quedo mirando al cura u oficiador, como mejor prefieras llamarlo, él me mira con miedo antes de aclararse la voz.

– Hoy estamos reunidos por un motivo muy triste.- su mirada va de mí a los padres de Krein. Por una vez quise cambiar el futuro, no quería que él muriese pero no puedo cambiar nada.- Para honrar la muerte de Krein Vestar.- un sollozo sale de mi garganta antes de que pueda retenerlo.- ¡Qué los reyes lo tengan a su cuidado ahora! Que Delia

– Asteria.- lo corrijo.

– Que Asteria lo tenga a su lado en las noches para acompañar nuestros sueños.- me mira fijamente pero sin atreverse a desafiarme.- Krein era el jefe de la guardia, fue un hombre leal hasta el final, un hombre serio pero amado por muchos.- intento retener las lágrimas que amenazan con seguir saliendo.- Hay veces que en este tipo de ceremonias mentimos, enterramos a hombres y mujeres malas y deseamos que las cuiden los Dioses aunque realmente ese no sea nuestro deseo, pero estoy seguro de que aquí queremos que los Dioses se hagan cargo de la buena alma de nuestro mago.- un escalofrío recorre toda mi columna.- Recen por su alma, por su vida, y lloren su muerte.

Todos nos levantamos despacio de los asientos, poco a poco salimos de la capilla, su muerte me pasará toda la vida pero puedo vivir con ella si sé que su alma descansa. Es lo único que realmente deseo.

– ¿Cuándo os iréis?

– En dos días.- digo sin mirar ni una sola vez al rey, él quiso todo ese espectáculo en vez de encerrar a su hija.- En dos días los cazadores y yo marcharemos al sur.

– Lleven cuidado.- habla la reina.

– Yo también iré.

– Tú no vas a ir a ningún lado.- el duque Nostre agarra de mala manera el brazo de su hija.

– Suéltela.- él lo hace de inmediato.- Brien me acompañará porque es mi dama, ¿queda claro?

– Ella es hija del norte, no tiene nada que hacer en el sur.

– ¿Cree que me importa en lo más mínimo?- él retrocede.- Usted no es nadie comparado conmigo, así que si yo digo que Brien me acompañará, usted se calla.

– Si majestad.

– Iré a descansar.

 

Observo la noche desde la ventana de mi cuarto, le sonrío a la bonita estrella antes de darle la espalda y cambiarme el aparatoso vestido que llevo puesto por unos pantalones de cuero y una camisa ligera. Abro la puerta secreta de mi cuarto y salgo por la puerta de la cocina.

Paseo por las sombras, observando a los guardias que hay cuidando el palacio. Desde el cumpleaños de Elena el rey ha aumentado la cantidad de guardias y ahora es mucho más complicado escaparme de ellos pero no imposible.

Continúo hasta llegar al bosque, ando despacio, sin tener que esconderme porque los árboles ya lo hacen. Me guío por mi propio instinto, respiro tranquilamente mientras escucho las tranquilas respiraciones de los lobos que se acercan poco a poco hasta donde estoy.

Los espero sentados en el suelo, tranquila. Los seis lobos aparecen majestuosos, de diferentes colores, blancos y negros, preciosos. Les sonrío levemente, casi sin poder hacerlo. Sé que Krein está con ellos o lo estará dentro de no mucho.

– No creí que esta fuese la forma en la que se presentan al mundo de los mortales.

Los lobos ahuyan antes de comenzar a tomar sus formas humanas, por suerte están vestidos sino sería de lo más incómodo. Los seis se sientan a mi lado, mi madre me agarra una de mis manos.

– Hasta que no supieras quienes somos, no podemos mostrarnos como somos.- dice con esa antigüedad que posee.




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