Reino De Monstruos (libro 1)

CAP 2: JAULA DE HIERRO

CAP 2: “JAULA DE HIERRO”

Oigo un zumbido lejano en alguna parte de mi cerebro. Mi cuerpo no responde a mis ordenes de moverse y lo siento completamente agotado. Minutos después hago acopio de fuerza y valor y entreabro los ojos. El mismo chico que me ha atacado está encima de mí. O quizá a mi lado, no puedo definirlo.

Paso las yemas de los dedos por la superficie sobre la que estoy tumbada y acaricio un pelaje fuerte y áspero, aunque también suave y espumoso. No son las plumas de Zayve. El viento me azota el cuerpo entero, pero estoy tan acostumbrada a ello que no me paro a pensar en dónde estoy. Lo puedo llegar a adivinar.

Noto unas ataduras a la altura de mi abdomen. Estoy sujeta y prisionera a bordo de una mantícora y con un tripulante que no es en absoluto de mi confianza. Entrecierro los ojos al ver que él me mira y dibuja una triste sonrisa en su rostro.

–Vuelve a dormirte. Será lo mejor para ti. –desvía la vista hacia su montura y le habla como si yo ya no existiese para él. – Tuoruk, ¿queda mucho?

–Estamos a unos doscientos quilómetros de la ciudad más cercana.

–Bien. Llévanos a Gapath. Seguro que los chicos quieren ver a un roc, ¡y encima vivo!

La vista se me vuelve a nublar y pierdo por completo la capacidad de seguir consciente.

. . .

La horrible sensación que me invade me deja sin respiración y, cuando por fin me doy la orden de respirar, no puedo. Abro los ojos como platos y me veo con la cabeza totalmente hundida en un agua turbia y oscura. El aire se escapa de mis pulmones y las ideas se me desvanecen.

Una mano irreconocible me agarra del pelo y me saca del infierno acuático que estoy viviendo. Tengo las manos atadas a la espalda y los pies al suelo, donde hay unas argollas metálicas bien clavadas al suelo. Estoy sentada en una silla de hierro sin respaldo ni apoyabrazos. Tengo el cuerpo completamente agarrotado y no noto ninguna presencia de Zayve cerca de mí. Debería poder notar algo en el pecho, como una presión. Pero no noto nada. Y si no lo noto, tampoco puedo usar mi don.

Todos los unkarianos nacemos con él, y podemos usarlo mínimamente, pero si uno de nosotros se une con un roc, nuestro poder pasa a depender de ellos. Si estamos cerca podemos usarlo –con mucha potencia, he de decir–, si no, es como si no tuviéramos don.

Pese a conocer esa información, trato de encender alguna chispa con los dedos, pero es tan inútil que ni tan solo sale humo. Controlo la temperatura, y con ella el fuego, el hielo y el estado químico de cualquier cosa imaginable. Solo hace falta que lo toque.

La sala donde me encuentro está llena de hombres fuertes y grandes armados hasta los dientes y con uniformes negros de cuero–que se parecen mucho a nuestros uniformes militares, la verdad–. A mí me han dejado el traje que ya llevaba. Han tenido esa decencia, al menos.

El pelo me cae por la cara, chorreando agua por todos los mechones. Se me pega a las mejillas y al cuello como una molesta red negra y la mano que me ha sacado del agua me suelta.

–¿Qué se supone que tenemos que hacer con la niña? – Dice un chico pelirrojo a mi izquierda, apoyado en la pared con una pierna y con los brazos cruzados sobre su fuerte pecho– ¿Alguna idea?

–No soy una niña, desgraciado. –No controlo mi lengua y eso me va a causar problemas gordos.

–¡Fíjate quien se ha dignado a hablar! Que rápido cantas. Solo ha hecho falta meterte en el agua para despertarte… Nos vas a salir barata. –se acerca a mí con cautela, pero a paso firme, y se agacha un poco hasta que su cabeza queda a la altura de mis ojos–. Mira, si te portas bien, te suelto las manos. No tienes armas así que no puedes hacernos nada. Además, tu roc está fuera del alcance suficiente como para que tu don funcione. ¿Verdad?

Chasqueo la lengua y desvío mi mirada de la suya. De pronto, noto como si un pequeño fuego se encendiera en mi pecho. Zayve. Está cada vez más cerca. El calor entre mis costillas aumenta por momentos.

Hago una mueca inocente y asiento con la cabeza. Dejaré que me suelte. Si me suelta, morirá. Lo mataré a él y a todos.

–Bien… Muy bien. Si no nos causas problemas –dice alejándose para ir a por el manojo de llaves que abrirá el candado en las cadenas de mis manos–, no tendremos que hacer cosas de las que luego nos arrepentiremos.

El hombre se coloca detrás de mí y a los pocos segundos oigo el chirriante golpe de los grilletes cayendo al suelo sucio de la sala. No tiene ventanas, lo que me da a entender que, o es muy secreta y por eso no tiene, o que estamos bajo tierra. Él se coloca delante de mí con una forzada sonrisa de alegría. La fuerzo igual que él, pero estoy segura de que lo mío ha parecido más una mueca de angustia. Llevo mis manos lentamente hasta mis piernas, me toco los muslos y luego me observo las palmas magulladas. Siento el cosquilleo en mi piel. Miro directamente al hombre y le dedico un gesto afilado en mis labios.

–Lo siento. –le clavo las manos en las mejillas y caliento su cuerpo a tanta temperatura que se deshace ante de mí.

Su piel se quema y se desgarra rápidamente. Sus ojos me miran con horror y tristeza antes de tratar de mirar hacia atrás, como si tratara de despedirse o de pedir ayuda. No puede moverse. La sangre empieza a salir por todo su cuerpo, ardiendo y quemándose.

No puedo con esto. No soy así. No quería que esto pasara de este modo. Dejo caer el matojo de líquidos ardientes y huesos en descomposición al suelo. Se me revuelve todo el cuerpo y noto como la bilis me sube por la garganta, pero me obligo a no dejarla salir.

Soy un monstruo.

Ninguno de sus compañeros se atreve a acercarse o moverse. Trato con todas mis fuerzas no observar el suelo, porque sé que, si lo hago, me desmayaré de la impresión de ver la mezcla entre sangre hirviendo y quemándose y carne hecha puré.

Caliento el metal de los grilletes de mis pies y me deshago de ellos con cuidado de que nada queme mi traje y mi piel. Alzo los brazos hacia ellos, que siguen inmóviles mirando el cadáver de su compañero. A uno de ellos se le derraman unas lágrimas enormes por las mejillas, surcando su piel y dejándole un rio salado a su paso. Está en estado de shock total.



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En el texto hay: fantasia, romace, spicy

Editado: 20.10.2024

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