CAP 5: “UNA SOLA NORMA”
–Cuando estéis en una batalla, solo hay una norma: jamás os rindáis. Sois la primera fila de defensa del reino. Si vosotros os rendís, ¿qué nos quedará? Os presentasteis como reclutas para Rashmak cuando erais unos mocosos de quince años; os dejasteis la vida pasando las pruebas de entrada; aprendisteis a vivir, a luchar; encontrasteis a vuestra montura; y ahora estáis aquí. Sois lo mejor de cada promoción, pues los que empezaron y, por desgracia, ahora no están aquí, eran los que no pudieron superar las pruebas o los duros años de formación de la ESMIRA. Así que, cadetes, jamás os rindáis en una batalla, pues las vidas de todo el reino dependen de que los jinetes que estén en el frente den su vida para protegerlos –el profesor suspira y nos dedica una tierna sonrisa triste –. Estoy muy orgulloso de todos vosotros. Si nadie os lo ha dicho, os lo digo yo. Para mí sois mis niños, así que cuidaos todo lo que podáis, pues ahora ya no sois cadetes, ¡sois jinetes oficiales de roc!
Todos los ahora jinetes saltamos de alegría y nos abrazamos, eufóricos. El lugar se llena de fuegos decorativos, hielo, ráfagas de aire juguetonas y demás cosas extrañas que los jinetes creamos con nuestros poderes para celebrar nuestra graduación en Rashmak. Riken me agarra por los hombros y veo como sus ojos se llenan de lágrimas de emoción que no puede contener. En sus anchos y oscuros labios se dibuja la mejor sonrisa que jamás he podido ver.
–¡Lo hemos hecho, Aurish! ¡Lo hemos conseguido!
–¡Sí!
Las lágrimas se le deslizan desde sus ojos verde grisáceo hasta su oscura piel brillante. Me abrazo a su fuerte cuerpo recubierto por el traje de cuero que todos llevamos.
Miro por encima del hombro de Riken y veo a Devaron observándome fijamente con las manos en los bolsillos del pantalón y una sonrisa en los labios. Me separo de Riken tras hacerle un gesto para que sepa con quién voy y corro hasta llegar a sus brazos. Me sujeta para que no caiga mientras da vueltas conmigo y hunde su cabeza en el hueco de mi cuello. Cruzo las piernas alrededor de sus caderas y me sujeto bien para plantarle un beso en los labios.
–Te has graduado, kramrias. –el apodo que usa me gusta, significa “la de poder fuerte” en unkariano antiguo – Estoy tan orgulloso de ti… Ahora vendrás al frente conmigo.
–Sí. ¿Hay habitaciones privadas?
–Ja… Sí. Podemos hacer todo el ruido que queramos, que allí a nadie le importa nada. –me deja sobre el suelo y me coloca un mechón de pelo negro detrás de la oreja con cuidado y delicadeza– Te quiero.
–Y yo a ti, Devaron.
Vuelvo a unir mis labios con los suyos y me agarro al pelo rubio rizado de su nuca. Noto como sonríe y me abraza más fuerte mientras sigue jugando con mis labios. Lo he echado de menos. Él es mayor que yo, así que se graduó cuando yo aún estaba estudiando. Me separo de él y me despido con un beso rápido en la mejilla. Me junto con los otros jinetes recién graduados y nos vamos todos hacia el pabellón central para montar la mayor fiesta que se haya hecho jamás.
Me duele todo el cuerpo, pero no puedo hacer nada, ni tan siquiera moverme. Se me dificulta hasta respirar. Oigo las voces difuminadas de algunos hombres, pero no puedo determinar la distancia a la que están. Trato de mover los dedos de las manos, pero no lo consigo.
Entreabro los ojos y miro como puedo a mi alrededor. Veo al señor Umani a mi derecha, que a su vez me observa preocupado.
–Oh, no, señorita. Vuelva a dormirse, será lo mejor para usted.
–Qué… ¿Qué ocurre?
–Estamos curándole las heridas, ahora, por favor, vuelva a dormirse o deberemos usar veneno de mantícora para que pierda el conocimiento.
Siento una punzada de dolor horrible a la altura del hombro izquierdo, pero cuando estoy decidida a girar la cabeza, una fuerte mano me sujeta la cara.
–No lo hagas. Es mejor que no lo veas. –Riot parece muy seguro de lo que me dice, pero el punto de preocupación que vibra en su voz me hace querer mirar con aún más necesidad. Me doy cuenta de que sus pupilas están contraídas y lo miro con recelo – De verdad, será lo mejor. Ya verás el resultado más tarde.
–¿Es grave?
–No, pero si impactante.
–Demasiado –añade Red tapándose la boca y con los ojos como platos.
–Sí…–Riot me mira de nuevo tras observar a Red– Verás… La eléaka tiene unas propiedades mágicas que hacen que no se puedan curar las cicatrices. Umani ha curado las heridas en si, pero la piel exterior no se puede regenerar sin dejar cicatriz. Calíope se ha sentido artístico hoy y ha decidido hacerte un destrozo.
–Así no ayudas, gilipollas– Eoghen se acerca a mí y tapa por completo mi campo de visión con su enorme cuerpo y me hipnotiza con sus ojos ámbar– Lo hemos intentado, de veras. Lo siento. Yo… debería haber sabido lo que se traía entre manos Calíope y haberme negado a irme. Pero en cuanto he salido del despacho he ido corriendo a buscarlos –señala a los demás y ellos me dicen que si con la cabeza– Si no hubiéramos llegado estarías muerta. Es una putada lo que te ha hecho ese desgraciado, pero al menos no eres un fiambre.
–Sinceramente no sé quién da mejores ánimos. –digo a duras penas, arrepintiéndome de haber hablado al momento.
–Callad, no la hagáis hablar –dice Umani– Esko, trae una de las púas de Ynesh que hay en el armario.
–Voy.
Acerca la púa de mantícora a mi cuello cuando la tiene y, tras disculparse, me hace un pequeño corte en la piel de mi garganta. En pocos segundos empiezo a ver borroso y dejo de sentir el dolor de manera tan fuerte. Solo pasan unos segundos y pierdo el conocimiento.
. . .
–Vale, ¿estás lista?
–Sí.
Ando un poco, sufriendo aún las secuelas de las descargas, y me planto delante de un espejo que hay en la sala donde han estado curándome. Llevo una camiseta muy grande que me ha dejado Red –como siempre–.