CAP 10: “SE MIRA, PERO NO SE TOCA”
Riot se revuelve a mi lado en la cama y queda de cara a mí. Odio tenerlo tan cerca, pero ambos queremos dormir bien, y ninguno de los dos está dispuesto a renunciar a la comodidad del colchón.
Resoplo cuando lo veo entreabrir los labios a la vez que suelta un tenue y grave gruñido.
Lo hace muy a menudo. Gruñe, gime, habla en su idioma raro… Parece que sus sueños húmedos le provocan eso. Bueno, no sé si van de eso sus sueños, pero por los sonidos y expresiones que hace, juraría que sí.
Me doy la vuelta y me tumbo de lado, esperando oírlo un poco menos y ahorrarme el espectáculo de expresiones placenteras que me proporciona cada noche. Siento como su cuerpo se tensa a mi espalda, seguido de otro gruñido. Pongo los ojos en blanco ante la situación y trato de no hacer lo que obviamente llevo desde la primera noche queriendo hacer: pegarle por ruidoso.
Cierro los párpados, esperando poder dormirme en paz de una vez, pero entonces noto la enorme mano de Riot en mi cintura.
–Bezbhae… La’fay tuhasiyss ti jekkno.
Me quedo totalmente quieta. ¿Qué me ha dicho? Ha dicho bezbhae, por lo que debe de estar hablándome a mí sí o sí.
Sus dedos se clavan en el hueso de mi cadera y yo contengo el aliento.
–Suelta.
No responde.
–He dicho que me sueltes. Riot. Riot. ¡Riot! –le grito, haciendo que se despierte con una cara de susto.
–¿¡Qué, qué, qué?!
–¡Qué me sueltes, coño!
Saca la mano a la velocidad del rayo y se aleja de mí todo lo que puede sin caerse de la cama. Estoy harta de él. Puedo soportar ciertas cosas, pero esto ya no.
–Escúchame con esas orejas sucias que tienes –Riot pone cara de duda y se toca la oreja–. ¡Es una manera de hablar, imbécil! A ver… Mira, puedo soportar que gimas y todo eso mientras sueñas con a saber quién, ¡pero que me toques no te lo consiento! ¿Me oyes, puerco?
Él asiente y yo hago lo propio, pero para mí misma. Bien. Me alegro de que lo entienda. Veo que se vuelve a tumbar, esta vez de espaldas a mí. Mejor. Yo también me tumbo del todo y me sumo en un profundo sueño, aunque sigo notando el ausente tacto de Riot como si fueran marca de fuego ardiente sobre mi piel.
. . .
Se ha hecho de día y voy con el toca-chicas-sonámbulo por los largos y enormes pasillos de habitaciones de Gapath. Me lleva –como era de esperar– atada con una cadena que se une a los grilletes de mis muñecas.
Me está dando la tabarra sobre que no vuelva a escaparme –a intentarlo, mejor dicho–.
–…y ya sabes que ninguno de los chicos va a tener la decencia de saludarte como antes. Bueno… es que trataste de huir y encima heriste a la mantícora de Aitor. Fue tu roc, pero te lo atribuyen a ti.
–Oh. Que bien.
. . .
Me miran todos con sospecha. Quizá sea porque Riot ha abierto la puerta de una patada tan fuerte que casi se la carga. ¿Por qué los tíos son tan raros?
Aitor me mira con el ceño fruncido y yo me limito a observarlo.
–Lo siento. No sabía que tu montura estaba herida.
–Cuando tu aguilucho feo les arrancó las cadenas, a Uyank le hizo un corte horrible en el cuello. Casi lo matáis.
–Mi intención nunca fue hacer daño. Solo quería escapar, ya está.
Asiente con la cabeza y los demás dejan de mirarme tan mal como antes. Esko me muestra una expresión dolida. Sé que le caía bien, se notaba, y creo que el hecho de que tratase de huir de esa forma le dolió. No debería, pero lo hizo.
Riot carraspea y da un paso al frente, dejando caer mi cadena al suelo con un ruido metálico seco. Me… Me ha liberado las manos. Ya no tengo los grilletes unidos a ninguna cadena y puedo mover mis brazos libremente.
–Quiero que entendáis la posición de Aurish. Solo poneos en su sitio. Imaginad que estáis en el reino enemigo, capturados, encerrados, sometidos a tortura… ¿Acaso no trataríais de huir? Porque yo sí. Así que hacedme el favor de pensar alguna vez en que si trata de escapar es la cosa más normal del mundo. Yo no pienso dejar de hablarle o de dormir en la misma cama que ella por ello.
–Riot…
–No, Eoghen. Solo os pido esto, no me rebatas.
–No puedo decirte que confío en ella, pero trataré de no hacerle ascos por su huida fallida.
–Gracias.
Cuando por fin creo que tratarán de que todo sea lo más normal posible, veo como sus caras pasan de la desconfianza a la sorpresa. Todos se quedan callados, mudos, mirando por encima de mi hombro.
–Maldita zorra unkariana…–susurra a mis espaldas alguien que me parece que conozco. Sí. Claro que lo conozco. Mierda…
–Raxdan… Ni se te ocurra…
–A la mierda.
Antes de que pueda darme la vuelta, noto como algo afilado se me clava en la espalda. Grito de dolor y caigo al suelo.
Cuchillo.
Me ha lanzado un cuchillo.
Siento que no puedo respirar y ni siquiera puedo sacarme la daga de la espalda. Veo a los chicos correr hacia el atacante mientras le gritan que está loco y que jamás vuelva a hacer nada parecido. Oigo que Esko dice que va a por Umani.
Trato de levantarme, pero los huesos de mi brazo izquierdo no se mueven. No va. El cuchillo me bloquea el movimiento rotatorio del hueso. Alargo el brazo que no está herido y trato de alcanzar como puedo el mango de la daga. Lo sujeto con los dedos cuando lo pillo y tiro de él. Duele como el demonio, pero tengo que sacarla.
En cuanto consigo arrancarla de mi espalda la sujeto entre los dedos con fuerza, empuñando el arma hacia Raxdan que se está pegando de ostias con sus propios compañeros.
–¡Para, joder!
–¡No!
Veo la oportunidad clarísima. Me odiarán si lo mato, pero así no tendré mi vida al borde de la muerte cada vez que lo veo.
Le doy un giro a la daga en mi mano y la agarro con dos dedos por el filo de la punta. Si le doy bien, acabará fiambre. Respiro hondo y dejo que mi brazo sano haga la suya.
El cuchillo sale disparado en el aire, pero para mi mala –horriblemente mala– suerte le da en la clavícula izquierda y no en la garganta. Se ha movido el desgraciado. El chico grita de dolor y cae de rodillas al suelo, retorciéndose de angustia a la vez que se abraza a sí mismo. Los demás paran de golpe y me miran. Ya la he cagado.