CAP 11: “CELDA”
Estamos Riot, Eoghen, Esko y yo plantados delante de los barrotes de mi celda. Sigue igual que cuando la dejé yo, solo que esta vez no tiene protecciones eléctricas. Bueno… no las tiene, ¿verdad?
–¿Comprobamos primero o…?
–Comprobamos primero –le responde Eoghen a Esko.
Riot saca del bolsillo de su chaqueta de cuero una –otra– ficha del Nyirdis. En cuanto empieza a girar la pieza entre sus dedos, sus dos amigos lo miran con la boca abierta hasta que Esko habla.
–Serás… marrano. Esa ficha te la tenías escondida ¿eh, cabrón?
–Ahora no, ¿eh?
Esko cierra la boca y Riot tira la pieza hacia la celda. Oigo el tintineo metálico de la ficha al caer al suelo de piedra. No sale ningún rayo. Bien.
Joder, bien no, mejor. ¡Magnífico!
–Veo que Raxdan me hizo caso.
–Hombre, nada más faltaría que encima volviera a poner otras protecciones después de la que le metiste. Umani se ha negado a curarle, así que está en la enfermería. Dicen que está con tal conmoción cerebral que puede que le dure semanas.
–Quizá me pasé. Pero bueno… ¿Qué se le va a hacer?
Riot se acerca y me suelta las cadenas de las manos. Veo que intenta con todas sus fuerzas no rozarme accidentalmente la mano mientras abre los grilletes. En cuanto ha acabado, me hace un gesto con la cabeza, indicándome que entre.
–Sí, ya lo sé. Voy.
Muevo mis pies lentamente, para así recordar los últimos momentos antes de volver a encerrarme. Cuando estoy a unos centímetros de la obertura en los barrotes, me paro en seco.
–Aurish… No vamos a volver a discutir esto. Entra y ya est…
–Hay algo. Noto como una barrera de calor, y esto no es magia nayolense. Esto es de Unkari. Nuestras protecciones. Aquí no hay magia de ninguna piedra, Riot.
–No tiene sentido lo que dices.
–Acércate y lo verás.
Riot da unas pocas zancadas y se planta a mi derecha, veo que hace el amago de tocar la protección, así que le doy un manotazo rápido.
–¿Estas tonto? Si lo tocas morirás.
–Ah. Oye, pues sí que hay algo. Pero la moneda ha pasado…–dice, más para sí mismo que para los demás.
–Bueno… Entonces ¿vuelvo a tu cuarto o me quedo en otra celda?
–Otra celda no, porque esta es la única que está lo suficientemente lejos de Zayve como para que no puedas tener tu don. Es o esto o mi cuarto.
–Bien. Prefiero un colchón cómodo con sábanas calentitas que no… eso –digo señalando el colchón de la celda.
Riot me mira como si estuviera harto de mí y se separa de las protecciones. Yo hago lo propio.
–Hay que investigar quién ha puesto esto y cómo lo ha puesto. La magia unkariana es de todo menos sencilla.
–Tiene razón, chicos. La magia unkariana es algo muy complejo, y no todos son capaces de usarla correctamente y con todo su potencial. Normalmente, la magia más potente la tienen los Purasangre; son los de las dinastías y familias más antiguas y puras del reino. Yo pertenezco a una de ellas, y he de decir que la magia unkariana me cuesta, incluso siendo de los Galeyra.
–¿Tiene tanto que ver la mierda de la sangre? –creo que Eoghen está muy interesado en el tema. Sé que no debería de contar esto, pero si contarlo me lleva a encontrar a un unkariano en este reino, y encima con tanto poder…
–Mucho. Nuestros ancestros tenían lo que llamamos la Magia Madre; o en unkariano antiguo: Mazwe Mijyana. Eso les proporcionaba poderes que no pueden ni imaginarse. Eran bestias con el poder ardiendo en sus venas. En la guerra de separación, hubo mucha gente que se juntó con nayolenses, y así los genes puros se fueron perdiendo. En Unkari se aceptaron a los Indignos, a regañadientes, pero se les aceptó. Pero, claramente, tuvieron descendientes, así que la sangre unkariana fue perdiendo su pureza. El poder sin límites que caracterizaba a todo nuestro pueblo terminó por ser una característica única de los Purasangre–miro al suelo y respiro hondo. Realmente no les estoy contando algo extraño ni clasificado. No pasa nada. Lo único que no puedo contar es en qué se basa fundamentalmente ese poder, y cuándo sale definitivamente–. Y eso es todo. Básicamente esa es la respuesta.
–Pensaba que sería algo mucho más complejo.
–Nah, es fácil.
Esko rebufa y mira al techo, a la vez que pone sus brazos como jarras.
–Pues yo no lo he entendido.
–Porque eres medio tonto. Ya te lo explico luego. Riot, vuelve a llevártela y vienes, ¿vale?
–Vale.
Levanto las manos y junto las muñecas hacia Riot, pero él me mira y niega con la cabeza. ¿Qué? ¿No va a… atarme?
–Confío en ti un mínimo como para saber que ahora mismo no tratarás de escaparte. Los pasillos no son un buen sitio, y menos los que están en un maldito acantilado.
–Ya. Gracias.
No contesta, pero su leve gesto de labios me indica que lo ha oído perfectamente. Me alegro de que confíe en mí –no sé por qué, total, me he intentado escapar muchas veces y he matado a algunos compañeros suyos–.
En cuanto llegamos a su habitación, el proceso de entrada es el mismo: pegarme lo máximo posible a su cuerpo para poder pasar bien las barreras. Su pecho es ardiente, duro y firme. No me desagrada posar mis manos en él cada vez que tengo que hacer lo de la puerta. Realmente no me desagrada nada.
–Que te vaya bien el día.
–Como si pudiera irme mal ––le respondo con ironía.
–Yo creo que siempre te va mal el día. Contando la mala cara que tienes siempre por la noche, yo creo que lo pasas fatal.
–Lo paso todo lo bien que puedo pasarlo estando secuestrada en una habitación ajena, en una escuela militar ajena y en un reino ajeno.
–Buena contestación. Me voy.
Cierra la puerta a su espalda y desaparece por completo de mi vista. La habitación se queda completamente solitaria y fría, pero no puedo hacer nada, es así y es así.
Como siempre, ando hasta la cama y me tiro. Observo el techo, buscando un dibujo que sé que no estará ahí. Un dibujo que me hizo mi mejor amiga y que siempre tenía colgado del techo de la habitación.