CAP 13: “CONSEJO”
Me llevan por los pasillos de siempre, atada. Riot va delante, sujetando mis cadenas con una mano, mientras que la otra la tiene guardada en el bolsillo. Anda con una tranquilidad fingida, porque solo me hace falta observar su espalda para notar que está muy tenso; quizá demasiado, incluso.
Esko va a mi izquierda mientras que Eoghen va a mi derecha, releyendo por enésima vez unos papeles que tiene desde ayer medianoche.
–Eoghen–lo llamo con una voz leve y suave–, deja de leer ya eso, te lo sabes bien. Si tienes que hablar te saldrá de diez.
–¿Tú crees?
–Si.
–Vale.
Dobla los papeles y se los guarda en el bolsillo trasero del pantalón. Riot da un brusco pero flojo tirón a mis ataduras y yo gruño.
–No tienes necesidad de tirar de las cadenas, inteligente, que ya estoy andando.
–¿Recuerdas que te dije que me gusta molestarte? Pues eso es exactamente lo que estoy haciendo ahora mismo. Además, estar molesto contigo es un juego bastante divertido, porque puedo joderte todo lo que quiera y tú no podrás hacerme nada.
Su tono es falso, estudiado. Ni tan solo se digna a girarse para hablarme. Tan solo me suelta sus mierdas sin siquiera parar de andar.
–¿No podéis dejar de estar enfadados? Joder, macho, no creo que sea para tanto. Arregladlo y ya–Esko no sabe el porqué de nuestro enfado, y no creo que Riot vaya a contárselo. ¿O sí?
–Cállate, tú no tienes ni idea, Esko–su tono afecta al chico, lo veo en sus ojos.
–Sé que estás nervioso por lo del consejo, pero no lo pagues conmigo.
Riot se detiene en seco y gira un poco la cabeza hacia Esko. Lo mira de reojo, pero está pensando y se siente mal ahora, lo sé.
–Lo siento, Esko. Yo… Joder, estoy demasiado nervioso. Seguro que nos joden vivos en la sala.
–Tranquilo. Para eso estamos Eoghen y yo, para ayudar, ¿no?
–Sí…
Veo como recupera la compostura de hombre serio y emprende de nuevo su marcha, tirando de mis ataduras con menos fuerza.
Me quedo mirando su espalda y cómo sus músculos se tensan; como su pelo se mueve con cada paso que da; como se le marcan las venas de la mano al apretar mis cadenas… Y viendo todo eso lo primero que me viene a la cabeza es –por desgracia– ese mismo cuerpo suyo encima del mío, con sus manos entre mis piernas, sus labios sobre los míos. Oigo sus gemidos resonando por mi cabeza como una molesta melodía que no puedo quitarme del subconsciente, y siento sus graves y salvajes gruñidos como un repiqueteo ardiente en mis huesos.
–No hagas ninguna estupidez, jinete.
–Tengo nombre, Riot.
–No para mí.
Sus últimas palabras enfrían de golpe todo lo que su recuerdo había calentado en mi cuerpo.
Siento las extrañadas y taladrantes miradas de Esko y Eoghen a mis dos lados, pero no los miro. Llegamos a una puerta enorme, metálica, y con tantas y tantas florituras y decoraciones que me pierdo en la cantidad de símbolos y representaciones de sus tradiciones y gestos.
El último pasillo por donde hemos estado ha sido el más bonito que he visto aquí en Nayolen. Los enormes ventanales de vidrio tintado, con unos marcos pomposos y decorados como ellos solos. Los larguísimos y anchos pasillos claros y espaciosos con suelos pulidos de mármol blanco en el que puedes reflejarte como un espejo. Los enormes pilares tallados con formas de mantícoras en sus bases. Todo es jodidamente espectacular.
–Callada–me dice Riot con voz queda justo antes de que la puerta se abra tras que él la ha tocado.
En cuanto el enorme portón se abre ante nosotros, aparecen dos guardias armados hasta los dientes y con una armadura guapísima de hierro tintado de negro mate, el cual contrasta totalmente con el blanco cegador de todo lo que está a nuestro alrededor.
–Identificación–pide uno de los guardias.
–Riot Dakyren, cadete de cuarto año, cargo de Líder de sección y cadete de cambio–supongo que con eso último se refiere a lo de que lo llaman para hacer misiones reales, aunque aún no es jinete oficial.
–Gracias. Identificación–les pide a los chicos que nos acompañan y ellos se identifican como es debido–Gracias. Identificación, prisionera.
Me quedo confundida y pasmada, ¿necesito identificarme? Qué raro. Carraspeo y procedo a soltarle tremendo rollo.
–Aurish Galeyra, jinete graduada de primer rango del reino de Unkari y de la real guardia aérea unkariana. Cargo de líder de sección en el ejército y líder de roca en Rashmak. Ahora prisionera, claro.
–Pueden pasar.
Me doy cuenta de que no se molesta siquiera en darme las gracias como ha hecho con los demás, pero no le rebato nada. Cuando paso por su lado me choco con su hombro a propósito, y la mortal mirada que me dedica me hace sentir genial. Bien. Eso es lo que buscaba al hacer tal gesto.
–Compórtate, joder–me riñe Riot. Ahora estamos en su completo territorio, así que no pienso jugármela y no hacerle caso.
–Vale.
La sala se amplía de golpe y a mí se me cae la maldita mandíbula al suelo. Los techos son de cristal, enteros, y se puede ver todo el cielo. El suelo es de un mármol incluso más bonito que el de los pasillos. Las decoraciones de las paredes están hechas de oro.
Me fijo en la gran y larga mesa que hay. Es de madera y está encima de una tarima bastante alta, con un piso entero de escaleras para poder subir hasta ella. En la mesa esperan unos diez hombres de entre cuarenta y ochenta años, con unas ropas oscuras y anchas, como si fueran batas.
Todos y cada uno de ellos me miran con desprecio desde sus puestos y, como mi maldito orgullo así, alzo la barbilla en señal se superioridad y desafío y los miro a todos y cada uno de ellos a los ojos–cosa que se me complica un poco debido a la distancia que hay entre nosotros–.
–Se da por comenzada la vista con el Consejo. Mayor Triswenys–nombra el hombre que está en medio de todo el consejo, y a mí se me hiela la sangre al verlo así, ahí, al hombre que me torturó–. Cadete Dakyren.