CAP 22: “DE COBARDES Y REYES”
Si no se me ha salido el corazón por la boca, no me ha pasado nada. Me agarro el estómago con ambos brazos mientras trato de erguirme entera. Estamos en educación física. Ya hemos corrido lo que teníamos que correr, y ya hemos rezado por otro chaval que ha caído al lago. Ahora estamos aprendiendo a esquivar.
Sinceramente creo que esto deberíamos aprenderlo en combate, pero quién soy yo para quejarme, ¿no?
–Vamos, Kerridge. Ekaruth ya me ha dicho que eres buena esquivando, pero no lo suficiente como para esquivarme a mí. Otra vez.
Ego, el profesor de gimnasia, se lanza otra vez al ataque. Lo esquivo una, dos, tres, cuatro y… No. Solo cuatro veces. El quinto golpe que lanza me da de lleno en la mandíbula.
–Vale, estás cansada ya. Probemos con el siguiente. Diare, tú.
–Sí, señor–le responde la chica llamada Diare, la cual parece un hombre por lo alta y musculada que es. Lleva el pelo corto como un chico y sus músculos son tan anchos y grandes que incluso se podría decir que equivalen a los de Aitor.
Salgo del alcance de Ego y me voy hasta el trozo de hierba donde está Inara sentadita. Me sonríe y, cuando estoy ya sentada a su lado, se tumba sobre mis piernas. Le acaricio con dulzura el pelo mientras ella se limita a descansar.
–No te ha hecho daño, ¿no?
–Solo un poco. Tranquila, estoy bien.
–Me alegro–me dice acariciando con pereza mi rodilla con las yemas suaves de sus pequeños dedos.
Observo como Diare esquiva todos los golpes de Ego sin problema. Es rápida y muy ágil, a pesar de su enorme figura.
Nos la pasamos observando a los otros alumnos y las vistas que algunos de ellos nos ofrecen. Bueno, no solo alumnos, el profesor también nos da buenas vistas. En serio, no se si es solo cosa mía o qué, pero los chicos de este reino son más guapos y grandotes que en Unkari. En la estética masculina nos superan. Me jode admitirlo, pero sí.
–¡Vale! ¡Terminamos por hoy! ¡Id a comer o lo que sea que hagáis!
Todos los alumnos nos vamos del patio donde estábamos entrenando para ir a alguna parte de Gapath. Inara y yo subimos a las habitaciones y nos metemos en las duchas.
–¿En algún momento del año hará más calor? –le pregunto a Inara temblando cuando el agua me provoca un horrible escalofrío.
–Claro, en verano. Aún estamos en invierno. ¿Acaso de donde vienes no hacía tanto frío?
–De donde yo vengo el frío de invierno es mucho más soportable que aquí. Y el calor es… Bueno, está a la temperatura perfecta.
–Ya quisiera yo ese clima. ¿De dónde vienes?
Mierda. Es que ¿en qué estaba pensando?
Me se todos los sitios del mapa de Nayolen, ¡no sus temperaturas! Y ¿ahora que me invento? Ahm… Algo cerca de la frontera, sí.
–Isonburn.
–¿Qué dices? ¿En serio? –me responde con voz emocionada. Quizá es un buen sitio. Sí, bien Aurish, lo has clavado– ¡Yo también soy de Isonburn!
Ahora si que la he cagado. Ni clavado ni nada. Acabo de meter la pata hasta las profundidades de la tierra.
–¿Vives cerca de la plaza?
–Ah… No. Vivo fuera del pueblo. Digamos que vivo en la montaña.
–Oh… Entonces puede que por eso no nos conozcamos de antes.
–Sí, seguro que es por eso…
Doy gracias a los dioses por que esa conversación la estemos teniendo en las duchas, donde no nos estamos viendo las caras. Así puedo hablar falsamente sin que se me note en la cara.
Si me pregunta más sobre eso tendré un problema. Me delataré sin querer. Y eso sería un error catastrófico. Sería mi sentencia de muerte si descubre de dónde soy.
–Yo me voy ya, Faye. ¿Te quedas?
–Sí. Me gusta estar mucho rato bajo el agua.
–Vale. Bueno, me voy a descansar. Adiós.
Hundo la cabeza justo bajo el enorme chorro de agua y dejo que me ahogue las ideas. Estas duchas son realmente satisfactorias; el agua no sale por pequeños orificios como lo hacía en las duchas de Unkari, aquí sale como un solo chorro enorme, como si fuera una cascada. Vale que puede parecer raro, pero realmente es lo mejor del mundo. Todas las duchas deberían ser así.
Y sí, creo que –muy a mi pesar– empiezo a enamorarme de ciertas cosas de este extraño reino de salvajes. Porque claramente son salvajes. Al no tener poderes mágicos como tal en su cuerpo, se entrenan al máximo. Además, sus comportamientos, maneras de hablar, todo… es muy bestia. Son unos bestias y punto. Y ni siquiera Inara es una excepción, porque por muy pequeña que sea, en el combate es una auténtica fiera. Son muy brutos y salvajes.
Pero no me quejo si también son salvajes en otros aspectos. Cuando Riot me tocaba era todo tan ardiente y…
No, Aurish. Bórralo de tu mente. Te ha condenado a ti y a uno de tus seres queridos a vivir esto. No puedo pensar nada bueno de él. No pienso hacerlo.
–Vamos, Aurish. Olvídalo todo, aprovecha que es estúpido y usa tu oportunidad para salir del reino con cabeza. Y a Riken sácalo también–me digo a mí misma imaginando que es la maternal voz de mi madre diciéndome cual debe ser mi próximo paso. La echo tanto de menos…
Cierro el grifo de agua y me peino con ambas manos el pelo hacia atrás. Me voy hasta el banco donde tengo la ropa y miro el largo de la sala. Estoy al final, justo donde me peleé con Riot el otro día.
Ato la toalla alrededor de mi cuerpo y, cogiendo la ropa sucia y las botas, salgo de las duchas.
Oigo las risitas graves de Red y Dagan en la habitación del último, y escucho golpes secos a través de la puerta de Crías. Seguro que está practicando tiro al blanco. Suele hacerlo a menudo.
Me meto en mi cuarto y me visto con ropa más cómoda que el traje de cuero. Me pongo unos pantalones largos anchos de tela y una camiseta que no se si se la robé a Crías o a Esko. Uno de dos. Me froto la cabeza con la toalla para secarme el pelo mientras miro con aire distante el suelo a mis pies.
–Faye–oigo que dicen a través de la puerta tras llamar con los nudillos.