–Inara. ¡Inara! ¿Estás ahí? –pregunto mientras llamo con los nudillos a su puerta. Pero nadie responde.
Desde el lunes no la veo. Y estamos a jueves.
Digamos que no he sabido nada de ella desde que descubrió lo mío. Y algo me dice que el hecho de que no haya venido y que no sepa nada de ella es más que malo.
Me separo de su puerta y voy hasta el final del pasillo. Pongo la oreja en la puerta de las duchas, pero tampoco oigo nada, así que llamo a la puerta de Crías, a ver si él sabe dónde está. Debería saberlo, porque son muy amigos, incluso más que amigos diría yo.
Oigo sus pasos y luego su puerta se abre.
–Aurish –dice son sorpresa–. ¿Pasa algo?
–No encuentro a Inara. Y hace días que no la veo.
–¿No ha venido a dormir?
–No que yo sepa. Pero tenemos un problema, Crías.
–Pasa.
Entro como Pedro por su casa y me siento sobre el escritorio, apartando con cuidado una libreta abierta de Historia de los Reinos.
Él se sienta en el borde del colchón, mirándome con curiosidad.
–Inara sabe quién soy –suelto sin tapujos.
–¿Qué?
–El otro día, cuando Calíope dijo mi nombre delante de toda la clase. ¿Recuerdas que a Riot se le escapó mi nombre aquella vez? Pues Inara se dio cuenta el otro día en combate de que soy la prisionera. Y no la encuentro. Y tampoco ha venido a hablar conmigo. Me da miedo que nos delate. Porque sabe que lo dijo Riot, así que debe de haber pensado que estamos todos en esto. Si me delata, estamos todos jodidos.
Crías palidece conforme lo que le digo se pone aún peor, y cuando termino se tapa los ojos, frustrado.
–Vaya mierda… Tenemos que encontrarla, Aurish. Avisa a los chicos, yo me voy a preparar. Diles que hoy no hay clase a no ser que sea necesario para encontrarla a ella.
–Voy.
Salgo de su cuarto y empiezo a llamar a la puerta de todos. Ignoro que de la habitación de Esko salen sonidos curiositos y llamo igual.
Al poco ya tengo a todo mi pelotón asomado a su puerta mirándome.
–Tenemos un problema. A ver… Venid a mi habitación, no quiero que nos oigan.
Todos –Lanah incluida– se meten en mi cuarto, y Riot, con unas piedras que ha cogido rápido de su cuarto, hace una especie de barrera de sonido. Bien, así no se oirá.
–Vale, os diré lo que me ha dicho Crí… Hola Crías–lo saludo cuando entra–. Cuéntalo tú. Tienes el plan mejor pensado.
–A ver, esto… Lo que pasa es que Inara lo ha descubierto. Cuando Calíope dijo el nombre real el otro día, ella ató cabos. Y resulta que no se la ve desde el lunes. Si nos delata, la jodimos todos. Porque ella sabe que estamos implicados. Y, no se vosotros, pero si nos delata sería mejor morirnos. Porque en Nayolen estaríamos perseguidos bajo pena de muerte. Y en Unkari más de lo mismo.
–Si vinierais a Unkari, viviríais bajo mi custodia; lo que significaría que nadie os tocaría un pelo. Y que si alguien lo hiciese, moriría.
–Supongo que eso es lo único que nos da una buena salida. Eso contando que salgamos de aquí. Pero hay que encontrarla, Aurish. No solo estamos nosotros. Nuestras familias…
–No las tocarían, Crías–le asegura Riot.
–¿Por qué? ¿Quién te dice a ti que no?
–Yo no tengo familia. Esko tampoco. Lanah y Dagan son de una familia de grandes militares; no matarían a la familia porque, aunque los hijos fuesen unos traidores, los familiares son fieles servidores al reino. Con Red pasa lo mismo. La madre de Eoghen es capitana, y el padre exsargento; a Jade no la tocarán porque es demasiado buena soldado y, sino, con llevárnosla también estaría arreglado. Y tú, Crías, no te preocupes. Vuestros padres están en Vinyaaro. No creo que fueran a buscarlos ahí. Además, Vinyaaro está cerca de las fronteras, podríamos ir a buscarlos si hiciese falta.
–Pareces tenerlo demasiado claro todo, Riot. Pero a veces no todo sale como esperamos.
–Estoy con Crías–puntúa Esko, aún respirando con dificultad, igual que Lanah.
–Bueno, ahora la misión principal es encontrar a Inara y hablar con ella. Si aún no ha dicho nada, podemos intentar convencerla de que no lo diga. Esto ya se lo he dicho a Aurish: hoy no se va nadie a clase a menos que sea necesario para encontrarla. ¿Entendido?
–Sí–dicen todos al unísono. Es ahora cuando puedo decir que realmente parecen soldados perfectamente preparados.
Salimos de mi cuarto y ellos se van para vestirse con el traje de siempre. Salen al poco y nos encaminamos a la búsqueda de Inara.
Ahora me vienen a la cabeza las palabras de Tayonah, que me decía que Inara no era de fiar. Y ahora entiendo lo que quiso decir con que Koz no es la más leal entre los suyos.
Ahora lo entiendo todo.
Y es ahora cuando me doy cuenta de que no tenemos nada que hacer. Inara nos va a descubrir. Y todo ha sido culpa mía. Porque no sé por qué la ayudé aquel día, en la fila de las pruebas. Pero sí sé por qué; fue porque no soy capaz de no preocuparme por la gente.
Buscamos y buscamos. Por los pasillos. Por cada puerta en la que podamos entrar sabiendo que no hay nadie más. Y, aunque vamos separados por parejas o incluso por solitario, no encontramos nada.
Es mediodía, y lo más probable es que quizá esté en el comedor. Eso contando que esté en Gapath.
Nos juntamos todos en la rotonda y nos metemos en el comedor, fingiendo como que no pasa nada.
A todos nos da un bote el corazón cuando la vemos sentada, con sus amigas a su alrededor. Ella mira su plato, seria y con algo extraño en la mirada.
Levanta la vista de su plato por un momento y, como si un imán la hubiera atraído hasta mí, une sus ojos con los míos.
Entreabre los labios un poco y se queda quieta. Sale del banco pidiendo perdón a sus amigas y se va del comedor. Pero la seguimos. Todos.
La rotonda está casi vacía, por lo que no llamamos demasiado la atención.
Se mete por la entrada de la rampa, casi corriendo, y yo la sigo.
–¡Inara, para!