La historia de William comenzó en un pequeño pueblo, donde las calles serpenteaban entre campos de hierba alta y casas modestas, cuyos muros parecían contener los susurros de generaciones pasadas. Su familia era su refugio, una fortaleza de amor y resiliencia. Aunque carecían de riquezas materiales, sus verdaderas posesiones eran la risa compartida en comidas sencillas y la calidez de un hogar unido que les daba fuerza incluso en los días más oscuros.
Sus padres eran personas humildes, pero su fortaleza irradiaba a través de sus actos. Su madre, con manos marcadas por años de trabajo, siempre encontraba tiempo para narrarle historias antes de dormir. Relataba leyendas de héroes antiguos y secretos escondidos en las estrellas, encendiendo en William una curiosidad insaciable por el mundo que lo rodeaba. Su padre, reservado pero afectuoso, le enseñó el valor del sacrificio en silencio, cada gesto suyo era una lección de humildad y dedicación.
Era su hermana menor, Rose, quien llenaba su infancia de risas y asombro. Cuatro años más joven que él, Rose veía a William como un héroe, alguien que podía transformar incluso el día más gris en una aventura. Juntos, imaginaban mundos ocultos entre las colinas del pueblo, explorando como si cada rincón guardara un secreto esperando ser descubierto. Para William, Rose había sido más que una hermana, era su mejor amiga, su brújula emocional y la prueba de que incluso en la simplicidad, había maravillas por encontrar.
Desde joven, William se había sentido atraído por los misterios. Su mente trabajaba como un engranaje preciso, buscando conexiones y respuestas donde otros solo veían preguntas. Pronto, los vecinos del pueblo comenzaron a buscarlo para resolver pequeños enigmas: un reloj averiado, un objeto perdido, o el origen de un ruido extraño en la noche. Lo apodaron "el pequeño detective", un título que llevaba con orgullo.
Pero mientras William crecía, sus preguntas también lo hacían. Ya no se trataban solo de cosas rotas o objetos perdidos; ahora buscaba respuestas sobre el significado de la vida, el destino y las sombras que parecían alargarse en los rincones más oscuros de su mente. Estas inquietudes filosóficas lo llevaron a soñar con ser policía, no por la autoridad, sino por la posibilidad de desentrañar verdades y marcar una diferencia en un mundo que a menudo parecía caótico.
William y Rose eran inseparables, su conexión parecía inquebrantable, hasta que el destino decidió otra cosa. Un evento desgarrador cambió su vida para siempre. Su hermana Rose, con apenas trece años, salió con sus amigos y nunca regresó. En esa noche, el aire de otoño cargado con el olor dulce de las hojas húmedas, nunca había parecido tan pesado. Cada rincón del pueblo parecía guardar silencio, como si la ausencia de Rose hubiese robado incluso el aliento del viento. La búsqueda desesperada de su familia recorrió cada esquina del pueblo, pero la esperanza se transformó en angustia al encontrarla sin vida. Rose había sido víctima de un acto de violencia brutal, y el sistema que William había creído justo falló en encontrar al responsable.
El vacío que dejó su pérdida consumió a la familia. La risa en el hogar se apagó; su madre se refugió en el silencio, mientras que su padre, antes un pilar de fortaleza, se quebró bajo el peso de la impotencia. William, en su dolor, transformó su culpa en determinación. Cada misterio que resolviera sería un homenaje a su hermana, una forma de proteger a quienes no podían defenderse. Sin embargo, esta promesa vino con un costo: se aisló, cargando con el peso del mundo, convencido de que no podía depender de nadie más.
Así, el niño que alguna vez creyó en la bondad y las soluciones simples, se convirtió en un joven endurecido por la tragedia, buscando justicia en un mundo que parecía haberla abandonado. Cada paso que daba hacia su objetivo lo alejaba más de la inocencia que alguna vez tuvo, mientras el eco de la risa de Rose seguía resonando en los rincones de su mente, recordándole lo que había perdido y lo que había jurado nunca permitir que otros perdieran.