William caminaba por las calles de la ciudad con una sensación que no podía sacudir, un peso invisible que lo empujaba hacia adelante. Cada paso lo acercaba más a lo desconocido, como si una fuerza más allá de su control lo guiara. Desde su encuentro con el padre Elias, su percepción del mundo había cambiado. Las sombras parecían más densas, los sonidos más agudos. Era como si la realidad misma estuviera empezando a distorsionarse.
Siguiendo una pista aparentemente menor, William se dirigió a un callejón que había sido señalado como el último lugar donde alguien vio a una de las víctimas de desaparición. El lugar era un laberinto de paredes húmedas y basura acumulada, pero había algo más en el aire, una densidad que le erizó la piel. Sentía que no estaba solo, aunque no podía ver a nadie.
Mientras inspeccionaba el callejón, un eco de risas resonó en su mente, recuerdos de Rose jugando entre las colinas del pueblo. Cada desaparición que investigaba era un recordatorio amargo de la promesa rota que había hecho de proteger a los inocentes
A medida que avanzaba, el ambiente se volvía más opresivo. Los ruidos habituales de la ciudad parecían apagarse, dejando un silencio inquietante. Fue entonces cuando lo sintió: una presencia. No podía explicarlo, pero era como si alguien —o algo— lo estuviera observando desde las sombras. Su instinto, forjado por años en la fuerza policial, lo instó a retroceder, pero su curiosidad lo mantuvo en su lugar mientras movía la mano hacia su arma, un murmullo resonó en el aire, suave pero lleno de intención. William giró rápidamente, pero solo encontró el vacío. Parpadeó, y por un instante, una silueta borrosa danzó en los bordes de su visión antes de desvanecerse.
La sensación de peligro aumentó, pero también lo hizo su determinación. No podía ignorar lo que estaba sintiendo, lo que estaba viendo. William sabía que estaba enfrentándose a algo que no podía combatir, pero no estaba dispuesto a retroceder.
Finalmente, abandonó el callejón, sintiendo que había evitado algo que escapaba a toda definición. Mientras regresaba a su apartamento, los símbolos en el papel que llevaba en su bolsillo parecían latir con vida propia, como si fueran más que simples marcas. William sabía que necesitaba respuestas, y necesitaba encontrarlas rápido.
Fue solo entonces cuando empezaron a circular rumores sobre un hombre llamado Lucien Graves, un enigma por derecho propio. Graves lideraba un culto clandestino conocido como la Orden del Umbral, cuyos seguidores afirmaban ser un puente entre dos mundos y esperaban un evento apocalíptico llamado "La Reunión". Los susurros lo describían como el "elegido", el hombre que conduciría a la humanidad hacia una nueva convergencia entre lo humano y lo sobrenatural.
Según los rumores, Graves había sido una vez un erudito brillante, profesor de filosofía y religión comparada. Su obsesión por los textos antiguos y los manuscritos olvidados lo había llevado a cruzar límites que pocos se atrevían a pisar, abandonando el mundo académico y sumergiéndose en las sombras de lo prohibido.
Determinado a descubrir la verdad, William comenzó a investigar más sobre Lucien y su organización. Sin embargo, lo que descubrió lo dejó aún más inquieto. La Orden del Umbral no era solo un culto; era una red cuidadosamente organizada, con raíces que se extendían por toda la ciudad. Sus seguidores eran invisibles a simple vista, escondidos entre la gente común, pero sus movimientos eran precisos, calculados, como si estuvieran esperando algo.
Los escritos de Lila en su diario parecían resonar con lo que estaba descubriendo. “Las puertas entre los mundos no se abren por accidente. Hay quienes esperan, quienes trabajan en las sombras, para asegurarse de que esas puertas permanezcan abiertas.” William no podía ignorar las similitudes entre los mitos de los que Lila hablaba y las acciones de la Orden.
A la luz de los nuevos descubrimientos, era hora de consultar a Elias nuevamente. El sacerdote lo recibió con la misma serenidad, aunque sus ojos reflejaban una preocupación más profunda esta vez. William le habló sobre Lucien Graves y la Orden del Umbral, esperando alguna confirmación de sus sospechas.
Elias asintió lentamente, como si las piezas del rompecabezas finalmente estuvieran encajando en su mente. —"Graves no es un hombre común,"— dijo en un tono bajo. —"Su búsqueda va más allá del poder humano. Lo que él y su Orden desean... no es algo que este mundo pueda manejar."—
William apretó los puños. —"Entonces dime cómo detenerlo."—
Elias lo miró con seriedad. —"No puedes enfrentarlo con fuerza, detective. Lo que él busca está arraigado en los miedos más profundos de la humanidad. Hay fuerzas en este mundo que no encajan perfectamente en las categorías del bien y el mal, el crimen y el castigo. Algunas cosas no están destinadas a ser resueltas; nos enseñan los límites de nuestra comprensión."—
Con esas palabras resonando en su mente, William salió de la iglesia. Su misión ahora no era solo encontrar a Lucien, sino también entender el significado de los símbolos, los rituales y los misterios que rodeaban a la Orden del Umbral. Sentía que estaba al borde de algo monumental, algo que cambiaría no solo su vida, sino también el mundo tal como lo conocía.