William había pasado las últimas semanas siguiendo una corazonada, analizando cada fragmento de información sobre la Orden del Umbral. Sus investigaciones lo habían llevado a una floristería en apariencia anodina, un lugar donde lo común enmascaraba lo extraordinario. Tras cruzar su umbral, descubrió que las plantas cuidadosamente dispuestas solo eran una fachada: más allá, el edificio se transformaba en un espacio opresivo y ceremonial, con inscripciones arcanas talladas en madera, patrones geométricos dispuestos con velas, y un aire cargado de misterio.
Un hombre alto y delgado lo recibió en el vestíbulo. Con un gesto breve, señaló hacia una puerta al fondo. —"Lucien te espera."— Su voz tenía un tono mecánico, como si se tratara de una formalidad preprogramada.
El corazón de William se tensó. Reconoció el nombre de inmediato, pero no esperaba encontrarse con el líder de la Orden tan pronto. Mientras lo escoltaban hacia una habitación más grande y tenuemente iluminada, sintió cómo sus pasos resonaban más fuerte de lo que esperaba, como si el lugar amplificara su presencia. Su respiración se volvió más pesada, pero no se detuvo.
Lucien Graves lo aguardaba sentado en una silla de respaldo alto, con una postura que irradiaba control. Con su cabello plateado cuidadosamente peinado y un colgante antiguo descansando sobre su pecho, parecía más un académico refinado que el líder de un culto. Sin embargo, había algo en él, algo que iba más allá de su apariencia: una energía magnética, innegablemente poderosa, que llenaba la habitación y obligaba a William a mantener su guardia alta.
Lucien sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos. —”Entonces, eres el oficial que ha estado cazando sombras,”— su voz tenía un eco suave, como si no estuviera dirigido solo a William. —“¿Estás aquí para salvar al mundo o para salvarte de él?”—
William apretó la mandíbula. Las palabras de Lucien estaban impregnadas de burla, pero también de algo más profundo, un desafío tácito que no podía ignorar. Dio un paso adelante, manteniendo su postura rígida.
—”Estoy aquí para poner fin a lo que sea que tú y tus seguidores estén planeando, Graves. Tu culto y su retórica sectaria no me intimidan.”—
Lucien arqueó una ceja, su expresión una mezcla de interés y diversión. Se inclinó ligeramente hacia adelante, como si estudiara a William como a un espécimen intrigante. —”La intimidación no es el objetivo, oficial.”— Su tono cambió a uno casi paternal. —”Lo que ofrezco es mucho más... liberador… una salida. Solo aquellos con verdadera visión pueden ver las cadenas que los atan.”—
William soltó una risa amarga. —”¿Liberación? Estás dejando víctimas a tu paso, desmantelando familias enteras en tu búsqueda de poder. ¿Eso es libertad para ti? Suena como pura locura.”—
Lucien se levantó lentamente de su silla, sus movimientos deliberados. Caminó alrededor de William, sin apartar la mirada de él, como analizando de qué manera podía causar más daño. —”El poder no es el enemigo, oficial. El verdadero enemigo es la falta de comprensión.”— Al decir esto, extendió una mano hacia un candelabro cercano, tocando suavemente una de las velas encendidas. —”Tú crees que puedes proteger a la gente controlando lo que te rodea. Pero, dime, ¿cuánto caos puedes contener antes de que te consuma a ti también?”—
William sintió un escalofrío mientras las palabras de Lucien parecían deslizarse bajo su piel. Negó con la cabeza, frunciendo el ceño. —"He visto lo que el caos puede hacer, Graves. Destruye vidas y aniquila la esperanza. ¿Es eso lo que quieres para todos? ¿Convertir al mundo entero en un campo de ruinas para satisfacer tu ego?"—
Lucien se detuvo frente a él, con sus ojos fijos en los de William. Algo cambió en su expresión, una chispa de comprensión atravesó su mirada. —”Hablas… por experiencia… ¿no es así?”— dijo, su voz bajando a un susurro cargado de empatía.
William se tensó. —"No tienes idea de lo que he visto."—
Lucien inclinó la cabeza, casi con compasión. —”Oh, pero sí. Sé exactamente lo que has visto. Reconozco el peso que llevas, porque lo he llevado también. Ambos hemos perdido, oficial. Alguien a quien no pudimos salvar, alguien que este mundo, con todas sus reglas y estructuras, decidió abandonar.”—
William vaciló, su respiración se volvió más lenta. Los recuerdos que había enterrado comenzaron a emerger con una fuerza devastadora. Lucien lo vio y dio un paso atrás, dejando que las palabras hicieran su trabajo.
—”Tu dolor, tu rabia... son tan familiares para mí como para ti. ¿Y qué hiciste con ese dolor? Te aferraste al control, construiste una jaula con tus reglas y tus creencias, pensando que eso protegería a los demás. Pero, dime, ¿alguna vez realmente te trajo paz?”—
William apretó los puños. —"Hago lo que puedo para que nadie más sufra como yo lo hice. Eso es más de lo que puedes decir tú."—
Lucien soltó una risa baja, cargada de algo que parecía más pena que burla. —”Eso creía yo también. Pero después de perderla, entendí que las reglas de este mundo no son más que cadenas. Este sistema al que proteges está podrido hasta el núcleo, las reglas que proteges... ¿a quién salvaron cuando todo colapsó para ti?. Tú y yo no somos tan diferentes, William. La diferencia es que yo elegí el cambio, no la contención.”—
—"El cambio que propones es destrucción,"— dijo William, su voz llena de determinación a pesar de las grietas en su fachada. —"Yo no soy como tú."—
Lucien lo observó con una mirada que mezclaba desafío y melancolía. —”Quizás no lo eres... todavía. Pero todos enfrentamos esa elección algún día. Tal vez cuando llegue tu momento, verás que el caos no es el enemigo, sino el camino hacia algo más.”—
William sintió que las palabras de Lucien se incrustaban en su mente, pero se obligó a dar un paso atrás, rompiendo la conexión magnética entre ambos.
—”Voy a detenerte, Graves. Cueste lo que cueste.”—
Lucien sonrió, un gesto tan lleno de certeza que casi lo inquietó. —”Tal vez lo hagas. O tal vez, William, te encuentres más cerca de mí de lo que crees.”—