Evelyn se culpaba por la desaparición de William. No importaba cuántas veces repasara los eventos en su mente, siempre llegaba a la misma conclusión: había fallado. Su intento de cerrar el portal había sido apresurado, impulsado por la desesperación, y las consecuencias de su decisión ahora la perseguían día y noche. Cada noche soñaba con el momento en que William desapareció, con su figura siendo arrastrada hacia la luz cegadora mientras gritaba su nombre, un eco que resonaba en su alma.
La culpa la consumía. Había prometido protegerlo, estar a su lado, pero lo había perdido en el momento crucial. Cada mirada hacia el medallón, ahora sin brillo, era un recordatorio de su fracaso. Evelyn comenzó a buscar respuestas, convencida de que si entendía mejor el ritual y los antiguos textos que rodeaban los portales, podría encontrar la manera de traerlo de vuelta.
Las investigaciones se volvieron obsesivas. Pasaba días enteros en bibliotecas antiguas, consultando grimorios, notas dispersas y códices olvidados por la humanidad. Su apartamento, antes un refugio ordenado, se transformó en un caos de pergaminos, mapas y velas encendidas. Las sombras ocupando cada espacio disponible, como si respondieran al creciente desorden de su mente.
El Padre Elias intentó ayudarla. Una tarde, apareció en su apartamento, observando con preocupación el caos que la rodeaba. Evelyn estaba sentada sobre un escritorio, con los ojos hundidos y las manos temblorosas mientras copiaba un símbolo intrincado en un trozo de papel. Apenas notó su presencia.
—"Evelyn,"— comenzó Elias con voz suave, acercándose con cautela. —"Esto no es lo que William querría para ti. Te estás perdiendo en algo que no puedes controlar."—
Evelyn alzó la mirada, sus ojos enrojecidos por la falta de sueño. —"¿Y qué quieres que haga, Elias? ¿Que lo deje ir? ¿Que lo olvide? ¡No puedo!"— Su voz se quebró, y volvió a mirar el papel, evitando los ojos del sacerdote.
Elias se arrodilló junto a ella, colocando una mano firme pero amable sobre su hombro. —"No te estoy pidiendo que lo olvides. Estoy pidiéndote que vivas. William hizo un sacrificio para proteger este mundo. Si te pierdes en esto, habrás desperdiciado lo que él dio."—
Por un momento, el peso de sus palabras pareció alcanzar a Evelyn. Su mano tembló al sostener el lápiz, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero el instante pasó rápidamente, sustituido por una mirada fría y determinada. Se apartó de Elias, levantándose y dirigiéndose hacia una estantería llena de libros antiguos.
—"No lo entiendes, Elias,"— dijo, su voz baja pero cargada de intensidad. —"William no se sacrificó. Lo tomaron. Y si hay una manera de traerlo de vuelta, la encontraré. No importa el costo."—
Elias suspiró, su rostro reflejando una mezcla de frustración y pena. —"Evelyn, no puedes enfrentar estas fuerzas sola. Este camino solo lleva a la oscuridad. Si insistes en seguirlo, podrías perder algo más que tu cordura."—
Ella se giró hacia él, con una expresión que él no reconoció: una mezcla de desesperación y algo más, algo que le heló la sangre. —"¡Ya estoy en la oscuridad, Elías! No necesito que me salves. Necesito respuestas."—
El sacerdote la miró en silencio, entendiendo que sus palabras no llegarían a ella en ese momento. Se levantó, su figura encorvada por el peso de la impotencia, y comenzó a caminar hacia la puerta. Antes de salir, se volvió una última vez.
—"Evelyn, William nunca habría querido que te destruyeras por él. Si alguna vez necesitas ayuda, estaré aquí. Pero por favor, no te pierdas a ti misma."—
Ella no respondió, enfocada nuevamente en sus escritos, como si el mundo más allá de ellos ya no existiera. Elias cerró la puerta detrás de él, sabiendo que había hecho todo lo posible, pero temiendo que no fuera suficiente.
Con el tiempo, Evelyn se hundió más en su obsesión. Las noches se convirtieron en días, y los días en un interminable borrón de símbolos, rituales y fragmentos de conocimiento antiguo. Pero mientras más entendía, más sentía que algo oscuro la observaba, susurrándole promesas y tentaciones.
Finalmente, la oscuridad que había buscado vencer la reclamó. En su búsqueda por salvar a William, Evelyn perdió su propia luz. Los susurros se convirtieron en voces, y las sombras que antes la rodeaban ahora la abrazaban. En un último y desesperado intento por cruzar el velo entre los mundos, Evelyn realizó un ritual que la ató irrevocablemente a las fuerzas que intentaba comprender. Y así, la brillante Dra. Evelyn Thorne sucumbió, su mente y alma absorbidas por el conocimiento prohibido que tanto había anhelado.