Durante el trayecto de regreso las preguntas lo abrumaban: ¿Qué escondía su madre?, ¿por qué no entrego la carta? La noche era tibia con un soplo suave del viento del este, el viento nocturno proveniente del mar. El retorno a su casa fue sosegado, melancólico y con una serenidad propia de un eremita o de un monje. Por instantes Albert sentía que todo el universo le pertenecía y que la entera creación lo observaba con reverencia. En uno de esos instantes sopeso que era urgente dar origen a una nueva religión, la religión del amor y la razón. Reía mientras se imaginaba como el nuevo profeta de un portentoso evangelio. De nuevo se sintió henchido de un poder capaz de renovar la vida y las entrañas de la creación. Ya no le importaba nada, ni su madre, ni sus reclamos, ni su salud; solo Nelly y la incipiente religión que fundaría con fervor.
Al llegar a casa Helen y la policía lo aguardaban.
-¡Eres un malagradecido! No mereces tener una madre como yo. Siempre preocupada por tu bien y solo recibo de ti pura ingratitud.
Albert oía el sonido de la voz de su madre, pero todo su espíritu estaba embelesado como si todo el gozo del espíritu santo lo dominara. La verdad es que no se dio cuenta en qué minuto o a qué hora ingreso a su habitación, o en que momento Helen ceso de recriminarle. Solo escucho las tres vueltas que ella dio al girar la llave para que fuera imposible su escape. Eso no le interesaba más. Allí en su habitación tenia todo lo imprescindible para iniciar su evangelio. Se sentó plácidamente y escribió:
-Berishit: en el principio.
En el principio el logos no existía, pero el logos emanó. Instauro el logos su espíritu sobre la creación, pero no en toda anido. Del logos nació el concepto, del concepto el juicio y del juicio la razón; y cuando el concepto dio a luz el logos se encarnó. Este logos madre-padre es el autor de la mente y la mente concibió lo abstracto-concreto-abstracto. El logos asimismo es el rapsoda de la vida y del amor.
Cuando Albert escribía este verso una silenciosa voz lo cuestiono:
-¿Has visto su cráneo?
Cansado de la voz le reprochó:
-¿Quién eres, por qué me molestas?
-Soy tu asistente de pensamientos.
Esta respuesta provoco que los vellos de sus brazos se pusieran rígidos por el terror que comenzaba a sentir. No era creyente pero el gran miedo que lo aguijoneaba lo estimulo inconscientemente para que repitiera la oración que su madre desde pequeño lo hacía proferir.
-Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga a …
Apenas pronunciaba esta frase cuando escucho:
-¡Apesta! Todo tu evangelio apesta. ¿Ya te olvidaste de Sam, de sus ojos de miel? Nelly solo busca satisfacer su egoísmo. En cambio, a Samantha le gustas con álgida pasión. Odias los preceptos de tu madre, pero en el fondo sigues siendo hijo de mami. Ella es la correcta, eres un cobarde por no aprovechar la ocasión.
Albert se arrincono en la pared de su habitación mientras trataba de concentrarse para eliminar las voces. Especialmente era esta voz susurrante la que lo torturaba con maldiciones y sugerencias sacadas de la mismísima boca del infierno. Después de algunos minutos al parecer la voz infamante se había ido. Decidió guardar sus escritos para proceder a dormir. Apenas cerro sus ojos, escucho:
-¡Estúpido! Tienes ante ti la oportunidad de ser feliz y la desprecias.
-¡Déjame tranquilo! Eres fruto de mi imaginación. Siempre me torturas con rencor.
-¡Existo! Eso es lo importante. Entretanto siga aquí seré tu preceptor. ¡Estúpido, estúpido, estúpido, estúpido, …!