En el transcurso de los días siguientes Albert no dejaba de reflexionar en las palabras amorosas de Nelly. Por momentos se sentía absolutamente culpable por no correr a su lado, pero los sucesos pasados lo detenían como aguijones. Mientras meditaba sobre sus aflicciones la injuriosa voz le recriminaba.
-Así que estás resuelto a perdonar a Nelly y volver con ella. ¡Eres un completo tonto! Recuerda, una mentira es el inicio de la hipocresía y el fin de la confianza.
- ¡Déjame en paz! Siempre has anhelado mi fin y mi desgracia. Eres una carga insoportable que necesito asesinar.
- Si me matas parte de ti morirá y no creo que estés listo para ejecutar un sacrifico de tal magnitud- me dijo con sarcasmo.
- Tú no me conoces.
- Tanto te conozco que sé que deseas con lujuria a Samantha. ¿Crees que no he visto como la miras? Hasta sé que cuando estás a solas tu libido la anhela.
- Eres un maldito. Encontrare el método para deshacerme de ti y …
- ¡Para, Albert! – Era la suplica encarecida de Helen- Estás entrando en las fauces del abismo.
- ¡Oh madre! ¿Qué debo hacer?
- Mi Alberti, regresa con Nelly, ella realmente te ama. Hace unos días me visito para contarme con muchas lágrimas que ignora qué paso tomar para que tú la busques.
- No sé qué pensar.
- Nunca olvides que desde hace más de tres años ella demostró que su amor por ti no era un juego. Dale una oportunidad, por favor. Sé que Samantha tiene tu mente ardiendo en la pasión, pero, recapacita, con Nelly puedes tener eso y más.
- Reconozco que la razón te asiste madre, empero, es vital que lo cavile con profundidad.
- Hazlo, y cuando tengas una resolución, avísame.
Los argumentos de Helen resonaron con fuerza en él logrando que comenzara a pensar en la posibilidad de buscar a Nelly para reafirmarle su amor.