Relato: Aquella Noche De Halloween (completo)

Parte 2

Desperté con una resaca de los mil demonios, ¿por qué carajo había bebido vino un jueves por la noche sabiendo que las mañanas de los viernes era la más complicada de la semana? La que requería de más trabajo y más concentración, pero ahí estaba, maldiciendo el alcohol y mi trabajo, quería seguir durmiendo y no levantarme hasta la tarde cuando tuviera que prepararme para mi cita con Marc.

Tenía que hacerlo, debía levantarme, de lo contrario Portum Pacificum se desmoronaría en un abrir y cerrar de ojos. Eso era culpa mía, asumí tantas responsabilidades y me costaba tanto delegar, que si se me ocurría tomarme una mañana, el lugar se caería a pedazos.

En mi mente conté hasta tres y me obligué a sentarme, sentí las pulsaciones en mi sienes por la resaca y el estómago se me revolvió. No soy de mucho beber así que no comprendí qué me hizo vaciar en mi interior una botella por completo que ahora se encontraba en mi escritorio junto a una copa sucia.

Últimamente no me sentía la misma, era como si algo estuviera cambiando dentro de mí y no lograba definir qué era.

Finalmente pude ponerme de pie, y sentí el mareo y el malestar causado por el alcohol, maldije una vez más señalándome a mí misma que esa otra señal de que no me estaba comportando como siempre, yo no acostumbraba a decir malas palabras, no era como si fuera una mojigata y nunca soltara alguna, pero desde hacía unos días parecía que las pensaba y pronunciaba como si formaran parte de mi vocabulario habitual.

Posiblemente estaba cansada, tenía cerca de diez años que no tomaba vacaciones, desde que mis abuelos murieron y me convencí de que solo yo era capaz de mantener en pie este lugar. ¿Acaso eso no era soberbia? ¿Acaso no estaba pecando al creer que yo era la única que podía hacerlo?

No, más bien temía que el asilo desmejorara su calidad y no quería defraudar a mis abuelos, quienes, estaba convencida, velaban por mí desde el cielo. Ese mismo día me ocuparía que Malik, mi fiel y eficaz asistente, comenzara a tomar más responsabilidades porque prácticamente hacía su trabajo y el mío al mismo tiempo y sabía que eso lo frustraba.

Me paré un rato frente al escritorio de mi habitación sintiendo que faltaba algo, encendí el ordenador y navegué el historial y no conseguí nada, ¿lo había borrado en medio de la borrachera? No parecía algo que hubiera hecho, pero de pronto caí en cuenta que no recordaba nada de la noche anterior. Había bebido sí, pero tenía una buena resistencia a pesar de no ser una bebedora frecuente y no tenía sentido que no rememorara nada de lo que había hecho antes de acostarme a dormir.

«Tengo que ir al médico», pensé convencida que algo estaba mal en mí, quizás algún tumor cerebral o algo por el estilo que me hacía comportarme de manera extraña y olvidar horas enteras.

Nunca en mi vida había trabajado tan malhumorada como esa mañana, no hubo analgésico que eliminara mi dolor de cabeza, ni comida que asentara mi estómago, pero Malik fue un encanto, y prácticamente hizo todo el trabajo por mí sin necesidad de darle indicaciones, lo mismo ocurrió con otros empleados, todos sabían qué hacer y cómo, lo que fue una clara indicación de que mi sentido común al contratarlos fue bastante certero, y que me habían visto ponerle tanto esfuerzo y esmero al ancianato que soportaron que ese día no trabajar a toda máquina como acostumbraba.

—Deberías descansar un poco, Faith —me dijo Malik a las dos de la tarde.

—Tengo una cita con Marc a las cinco, más debería ir a aprontarme —mascullé con una mezcla de irritación y excitación, porque deseaba verlo, pero también quería acostarme a dormir.

—Quizás deberías posponerla para otro día —sugirió mi asistente.

—No, una buen baño con sales en mi tina me ayudará a despejarme. Gracias, Malik —repliqué dándole la espalda para subir las escaleras de mármol en forma de caracol que subían hasta el último piso del gran caserón donde se ubicaba mi habitación.

Estuve sumergida en el agua cerca de una hora, abriendo y cerrando la llave constantemente para mantenerla tibia, era otoño y el clima estaba fresco, pero la temperatura del líquido ayudaba con el malestar de mi cuerpo.

A medida que se acercaba la hora de mi cita comencé a sentirme mejor, le pedí a una de las cocineras que me subiera un emparedado de queso de cabra y trozos de manzana y una taza de chocolate bien caliente para meterle azúcar y carbohidratos a mi estómago y así aumentar mis energías.

Para el momento que me estaba vistiendo ya me encontraba perfecta y lista para una buena sesión de besos y sexo caliente, había comprado un atuendo que jamás me hubiera puesto ni en sueños, pero quería provocar a Marc, quería llevarlo a la cama y devorarlo. Eso me recordó que algo estaba mal en mi cabeza y que debía visitar al doctor, no es como si no me gustaran las relaciones sexuales, me encantaban, pero siempre le di prioridad a mi trabajo o esperaba a que hubiera sentimientos de por medio antes de acostarme con alguien, pero con él, no hacía más que fantasear cuánto podía retorcerme para que me penetrara lo más profundo posible en todas las posturas posibles.

Cuando estuve lista me miré al espejo, mi piel color café claro como un latte brillaba por las lociones que me había puesto, el vestido largo negro de encaje, con una ligera tela negra debajo cubriendo apenas mi cuerpo, tenía dos aberturas sobre mis piernas que las dejaba ver por completo al caminar. Sus mangas llegaban hasta mis muñecas, pero no tenían esa doble tela y mostraban las delicadas líneas de mis músculos marcados por el trabajo duro.




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