Relato: Aquella Noche De Halloween (completo)

Parte 4

—Faith —dijo el rubio, pero yo seguía paralizada sin saber cómo reaccionar—. Faith —insistió.

—¿Tanner? —pregunté de pronto sin saber por qué demonios salió ese nombre de mi boca.

—¿Cómo sabes cómo me llamo? —bramó provocando que me erizara.

—No lo sé —admití, y el frunció el ceño a pesar de que pareció que me creía.

—¿Viste lo que acabo de hacer? —preguntó.

—¿Qué hiciste desaparecer a alguien con un espadazo? Sí. —admití tranquilamente aunque no entendía por qué hablaba con tanta franqueza y como si lo que acababa de ver no me había volado la tapa del cerebro.

—¿Cómo sabes mi nombre? —insistió de nuevo

—¿Cómo sabes el mío? —repliqué desafiante sintiendo como el dolor de cabeza aumentaba al intentar recordar la respuesta a su última pregunta.

Tanner se erigió gigantesco frente a mí, y noté que por lo menos me llevaba dos cabezas, lo cual no era muy difícil para cualquiera considerando que yo medía un metro cincuenta y cinco. Sentí como si estuviera percibiendo algo en al ambiente, como observaba, olfateaba y degustaba buscando algo a nuestro alrededor.

—¿Qué haces? —pregunté.

El rubio masculló una palabras ininteligibles y estuvo a punto de girarse para irse, pero yo lo tomé del brazo para detenerlo y mi sistema nervioso estalló en un buen sentido, no podría expresarlo exactamente con palabras, solo pude entender la expresión «tocar el cielo», una sensación extrasensorial, dulce, satisfactoria, pero no de una manera sexual, era… no sabría decir exactamente qué era.

Tanner dio un respingo y se giró sorprendido de que lo estuviera tocando, quizás me equivocaba al suponer que no quería que lo soltara, como si tuviera años sin tener contacto físico o algo así y quisiera alargar el momento.

Me volvió a mirar a los ojos escudriñándome como si quisiera conocer hasta el más profundo de mis secretos, entonces preguntó:

—¿Qué más sabes de mí?

Yo sentí una nueva punzada en mis sienes, pero una serie de palabras, que no tuvieron sentido para mí, comenzaron a salir de mi boca:

—Thacker, Dixie, Alabama, 1922, linchamiento, 1957.

Tanner entrecerró los ojos e intensificó su mirada sobre mí, no me había dado cuenta hasta ese momento que mi mano seguía posada sobre su gigantesco antebrazo, entonces la quité, lo que me permitió ver algo que interpreté como decepción, pero no supe si porque le afectaron las palabras al azar que dije o porque no deseaba que dejara de tocarlo.

—¿Dices que no sabes cómo sabes esas cosas? —preguntó.

Negué con la cabeza, posando mis dedos sobre mi frente y sienes, el dolor aumentó.

—Uriel está perdiendo facultades —masculló entre dientes.

—¿Quién? ¿Qué? —pregunté frustrada. El intercambio era confuso y me hizo sentir desorientada.

Tanner volvió a observar nuestro entorno y una vez más pude sentir como si estuviera expandiendo sus sentidos para buscar algo.

—¿Qué haces? —pregunté.

El negó con la cabeza.

—¿Qué más da? Yo haré un mejor trabajo con un Medius —murmuró más para sí mismo que para mí, luego clavó su mirada azul en mis ojos—. Si quieres respuestas, sígueme.

Pero no me dio oportunidad de decirle que sí, que lo hubiera hecho de todos modos, porque entrelazó sus dedos entre los míos y me haló para introducirme entre la muchedumbre y dar unos cuantos giros y cruces que no recordaba haber visto antes en mi vida a pesar de haber vivido en Nueva Orleans desde que nací.

Entonces llegamos a la Catedral de San Luis. No comprendí la necesidad de dar tantas vueltas innecesarias si había una vía más directa desde donde estábamos, pero algo mantenía mi atención por completo, el contacto de sus dedos sobre los míos me mantenía enfocada en esa sensación… y en otras, porque como si pudiera transmitirme algún tipo de poder, podía percibir las cosas a mi alrededor que, una vez más, no podía describir fácilmente con palabras, podía sentir la vida de cualquier ser que respirara, las palpitaciones de sus corazones, lo colores eran más intensos, e incluso, había energías que provenían de criaturas, que sin saber cómo, podía afirmar que no eran humanas.

La basílica se alzaba blanca e imponente sobre nosotros, y yo no solté su mano cuando nos metimos por una puerta lateral que nunca había visto y me guio por unos corredores secretos hasta que llegamos a una especie de oficina privada, aunque también podía ser alguna especie de vivienda porque había una futón/cama, una pequeña estufa junto a un fregadero y un pequeño refrigerador, además de un cuarto de baño. Había un escritorio y una mesa ovalada acompañada de sillas como las que se ven en las salas de juntas de cualquier firma de abogados. El estilo me pareció extraño, era moderno y antiguo a la misma vez, pero quizás mi percepción no era la más adecuada en ese momento considerando que Tanner no me había soltado

El lugar estaba limpio, muy limpio, aunque podía distinguirse levemente el olor a moho y humedad de un viejo edificio como aquel, y no comencé a cuestionar las razones de una habitación oculta debajo de una iglesia hasta que Tanner soltó mis manos.




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