El sonido de las olas era el mejor sonido que existía para ella. Aquel lugar tenia guardados muchos recuerdos , risas y juegos.
Hacía ya muchos años desde la última vez que estuvo allí, era demasiado difícil para ella volver tras aquello que ocurrió.
Podía ver la roca donde se besaron por primera vez, la sonrisa de ella y la mirada que él la dio. El juego que siguió después unido a otros muchos besos.
Caminó un poco, lejos del agua, y llegó donde muchas veces, cuando la playa estaba despejada de gente, hicieron el amor siendo bañados por el agua y la luz de la luna.
Justo encima estaba el acantilado donde le dijo te amo por primera vez, podía recordar ese día como si fuera ayer cuando ocurrió.
Cada verano viajaba a esta misma playa donde el vivía todo el año, separándolos miles de kilómetros, extrañándolo cada segundo que estaba lejos de ella.
Dio la vuelta caminando en la otra dirección donde se encontraba la gruta de los deseos. Uno de los últimos veranos que compartieron juntos allí la llevó hasta ella, pidió el deseo de estar siempre juntos.
El verano siguiente, junto a la orilla y con el atardecer de fondo la pidió matrimonio. La abrazó dando vueltas una vez dijo que si.
Un años después se casaron en esa misma playa, junto a su familia y todos sus amigos más cercanos. No querían compartir con nadie más el lugar que los unió y fue testigo de su amor eterno.
Hubo unos cuantos recuerdos más allí antes de que aquello sucediera. No se suponía que debía pasar, el dolor estaba tan fresco en su interior aun cuando hacía tantos años que pasó.
Su amado esposo propuso que hicieran un viaje en lancha hasta la isla que había a unas millas de distancia. Todo iba bien, pero una tormenta, que no estaba prevista, los pillo en medio del mar. La lancha volcó tirándolos al mar, ella salió pero su esposo…
Sintió las lágrimas bajar por sus mejillas, mientras tomaba la decisión por la que había ido hasta allí. Nunca podía perdonarse que ella salió ilesa del accidente y sin embargo él…
Con una respiración profunda se acercó todavía más a la orilla, sintió el agua rozar sus pies y poco a poco, luchando con su miedo, se adentró más, hasta que el agua le llegó a la cintura.
— Sabía que podría hacerlo, amor— susurró su esposo, rodeando su cintura con sus fuertes brazos.
— Porque tú estas aquí conmigo— respondió mirando su cara, la que amaba aun con todas esas cicatrices en ella.
— Nunca te dejare sola— prometió.
La marea la llevó hasta la isla, desde ella pudo ver la explosión donde su marido salió herido con quemaduras por gran parte de su cuerpo. Durante mucho tiempo se negó a dejarla estar con él pero finalmente ganó por cansancio.
— Te amo, así o como antes, sigues siendo la persona de la que me enamoré— dijo.
— Debes perdonarte a ti misma, amor, no era algo que podías evitar, simplemente pasó. Estamos aquí y eso es lo único que importa— susurró besando su mejilla.
— Este era el primer paso hacia el perdón— sintió un gran peso liberarse de su corazón.
— Te amo, ahora y siempre— dijo para besarla con todo el amor que sentía.