Relatos

La Mariposa 1

Una bella mariposa se posó en su dedo, la miró tan embelesada en sus colores tan atípicos en estas criaturas.

La mariposa volvió a volar y ella la siguió, no queriendo perderla de vista.

Recorrió tantos caminos, hasta llegar a un gran y hermoso jardín. Sentía, aunque igual era producto de su imaginación, que la estaba guiando a algún lugar.

La vio posarse en una rama sobresaliente de un arbusto por lo que la intentó atrapar pero esta echó a volar de nuevo. Observó todo su vuelo hasta que se plantó en el dedo de un chico sentado en una fuente, de la que no había sido consciente de su existencia hasta ese momento, y como este se la quedó mirando, igual que solo un tiempo atrás había hecho ella.

El chico acarició las alas de la preciosa mariposa que parecía estar en sincronía con él, nunca habría imaginado que un ser tan especial, pudiera dejarse tocar por un humano. 

—    Hola, veo que ya has conocido a Radam, y a ella le has tenido que gustar, por que si no, no te hubiera dejado seguirla.

—    ¿Quién eres? — preguntó curiosa, la mariposa, ahora Radam, voló hasta ella, se posó en su nariz y volvió a volar hacía algún lugar perdiéndose de su vista.

—    Esa es una gran pregunta— respondió tras varios segundos de silencio— en realidad no lo sé, pero no puedo salir de este jardín.

—    ¿Por qué? — siguió indagando.

—    Tampoco lo sé— el chico se levantó y caminó hacia un arbusto lleno de flores blancas— no recuerdo mucho de mi vida, más que estar aquí junto a Radam.

—    ¿Estas solo, no hay nadie más contigo? — ella rodeó la fuente viendo el resto de extensión del jardín que no había visto.

—    Solo Radam, sus hermanas y yo— sintió su voz llena de pesar— me gusta Radam pero no es lo mismo que hablar con personas— suspiró antes de continuar hablando— he tenido muchas visitas, Radam se encarga de eso.

—    ¿Cómo a mí? — siguió caminando rodeando la fuente, Radam volvió en ese momento, el chico la aceptó en su dedo acariciándola con sumo cuidado, hasta con cierto cariño.

—    Si, intenta que no este solo pero todos se van y me dejan atrás— su dolor, su soledad, era tan palpable que lo sintió como si fuera ella.

—    ¿Sabes o recuerdas tu nombre? — él la miro como si hubiera hecho la pregunta que más deseaba escuchar, algo le dijo que no debían de preguntársela con frecuencia si esa fue su reacción.

—    Lo recuerdo bien, es una de las pocas cosas que recuerdo— su emoción, casi como la de un niño pequeño, la hizo sonreír— mi nombre es Fulker— sonrió, sus ojos de un intenso color verde brillaban, algo que los hacia ver más bellos— ¿y tú?

—    Ah, soy Náyade— Fulker sonrió más todavía si era posible.

—    ¿Te han dicho alguna vez que tienes un nombre muy bonito? — pregunto acercándose a ella para dejar a Radam en su hombro.

—    Es el nombre que tenían las hadas de agua dulce en la mitología griega— dijo casualmente, sentándose en la fuente.

—    Muy acorde para ti— susurró, pero ella lo escuchó.

—    ¿Y no te gustaría salir de aquí alguna vez? — no pretendía molestar con esa pregunta pero Radam voló lejos y volvió con todas sus hermanas dispuestas a dañarla, no permitirían que una estúpida humana se lo llevará lejos de ellas.

—    Radam— la voz de Fulker había cambiado completamente, daba miedo— tocarla un solo pelo y sabéis lo que pasara si me enfado— al parecer eso bastó para que se fueran de allí, dejándolos solos— perdónalas, son como niñas.

—    Si, si— aun no se le pasaba la conmoción por lo que había estado apunto de pasar.

—    Respondiendo a tu pregunta, algunas veces me gustaría, porque hecho de menos el contacto con otras personas pero me gusta estar aquí.

—    No es por ser mala pero si me dieran a escoger elegiría no estar aquí— Fulker suspiró apoyando la espalda en un árbol cerca de donde estaba.

—    No tuve la oportunidad de escoger, por lo poco que recuerdo fui atraído aquí como tú lo fuiste— miró hacía arriba, al brillante cielo azul sobre ellos— Radam y sus hermanas me dan envida algunas veces, ellas pueden volar y alejarse de aquí, yo no puedo. En el momento intento alejarme de esta parte del jardín soy traído de vuelta— suspiró rendido— ya no quiero estar solo aquí.

Su corazón se estrujó, Náyade estaba sintiendo como propias todas las emociones de Fulker, no sabía si era unidireccional o Fulker también estaba sintiendo las suya, pero le estaba doliendo mucho todo lo que tenia guardado en él.

Una tímida Radam se posó en su frente, después asegurarse que Fulker no la vería, y emitió un suave brillo.

—    Hola, pequeña, soy Radam— escuchó en su cabeza— siento lo de antes, somos muy protectoras con Fulker, le han hecho mucho daño antes— dijo, verdaderamente arrepentida— Fulker es el guardián de este jardín, sin él todo desaparecería por eso no puede abandonarlo.

—    ¿Él lo sabe? — susurró.

—    No completamente, nadie se lo dijo y se niega a dejarme explicárselo. Nació para serlo, si bien no tuvo opción de escoger sabíamos que en algún momento querría abandonarlo, por mucho que le guste estar con nosotras. Su alma esta allí fuera, esperando por él.

—    ¿Su alma? — confusión estaba allí.

—    Fulker es un cuerpo vacío, por eso no puede abandonar el jardín, solo los poseedores de alma pueden hacerlo— explico con tranquilidad.

—    ¿Y como llegara a ella si no puede dejar el jardín? — curiosidad inundaba su voz.

—    Cuando encuentre a su compañera, la que esta destinada a protegerle, cuidarle y amarle será capaz de cruzar el camino a la salida, pero eso significaría que dejaríamos de existir, y además debe de aceptar que su tiempo aquí a acabado.

—    ¿Ya no existiríais más? — pregunto triste.

—    Ven conmigo, pequeña— dijo, la siguió, siendo observada por Fulker.

Sintió el profundo dolor que le estaba llenando, pues él pensaba que también se iría y le dejaría solo, como todos antes de ella. Guiada por su instinto, fue hasta él y agarró su mano acariciándola con su pulgar un poco.



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En el texto hay: amor, relatos corto

Editado: 30.03.2022

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