Relatos de Guerra

Capítulo 1: "Estoy en casa"

Capítulo 1

Estoy en casa

 

Estoy en casa. Reposo en el sofá de la sala mientras papá lee el periódico por quinta vez en el día, mamá intenta dormir a mi hermanita de cuatro meses y yo termino mis deberes escolares. Todo parece estar en calma. “Ellos” llegan. Mi madre se aferra a mi hermana y la esconde en su pecho, ya no estamos en la sala, estamos en el sótano. Los gritos de papá llegan desde arriba y los pasos de las botas retumban en el techo. Mamá intenta tranquilizarme, me dice que todo estará bien y asiento con la cabeza, pero yo sé que no es verdad. Las barreras de papá se derrumban e inmediatamente corre por las escaleras hacia abajo. Hacia nosotras.

En ese instante uno de ellos lo atrapa justo antes de llegar a nosotras, hay un hombre apuntándonos a la cabeza. Uno de ellos le arrebata a mamá el bulto que aferraba con tanta desesperación. Yo chillo y forcejeo para correr hacia papá, pero una fuerza invisible me hace permanecer ahí, de rodillas y sin poder hacer nada contra el hombre que está apuntándome. Un disparo inunda la casa, callando a todos los demás estallidos que se escuchan por el vecindario. La tibia sangre empapa mi ropa, pero no es mi sangre. Es la sangre de papá, quien me ha cubierto antes de que la bala llegara a mí…

Ya no estoy en casa, estoy en mi antigua celda, y no es el cuerpo de papá quien me cubre, sino el de una sombra. La peste a alcohol me es familiar, e inmediatamente empiezo a retorcerme bajo él. Está tocándome, sus manos se deslizan por mi pecho, mi rostro y mis piernas. Me susurra guarradas y me dice que me calle en marlón cada vez que profiero cualquier sonido. Quiero escapar, que aparte sus manos de mi cuerpo… El frio se hace tan insoportable que me hace abrir los ojos.

Reviso mí alrededor intentando pensar que todo aquello solo ha sido un sueño. Una pesadilla. Y que mis padres están vivos, que mi hermana está conmigo y que tengo problemas normales como los de cualquier chica: espinillas, escuela, chicos… pero me tropiezo de nuevo con la realidad.

Estoy tendida bajo un árbol, muriendo de hambre. La cabeza me palpita y estoy segura de que tengo fiebre. Busco a tientas mi mochila, que se encuentra a unos centímetros a mi derecha. El reloj que llevo en la muñeca marca las 5:23am. Al menos pude dormir un poco. Me levanto a regañadientes, mi cuerpo protesta y me pide a gritos que me vuelva a recostar, pero lo ignoro y me sacudo las ramas que se me han adherido al cabello. Debo buscar personas en este lugar; si tengo suerte, podré encontrar una casa que no esté totalmente destruida, también algo de comida y agua. Al fin logro quitar la paja enredada en mi trenza.

Empiezo a caminar maldiciendo al frio. Creo que me deshidrato, quizá por eso he estado disminuyendo el paso. Estoy cansada… pero me niego a desperdiciar el último trago de agua que me queda. Estoy llena de moretones y me duele todo el lado izquierdo del cuerpo, consecuencia de dormir sobre las piedrecillas. Recito en voz baja para mantener la cordura:

Mi nombre es Elizabeth, no recuerdo mi apellido, mi número es 546213 (es el numero tatuado en mi antebrazo derecho), vengo de la reserva Covhent del 6000. Escape de la Nueva Marló, he pasado alrededor de siete días deambulando por el bosque y entre los escombros de por fuera de Marló. No sé donde están los demás fugitivos…

Contaban los sirvientes mayores, que en el año 4036 Los estados de Marló, arremetieron contra el resto de las capitales de Gallenia, asesinaron a los líderes de cada capital, sometiendo a toda Gallenia ante el distrito Marló y renombrándonos como la Nueva Marló. Los distritos rebeldes han sido bombardeados. Entre la confusión y sin los jefes de las naciones se aprovecharon y se autoproclamaron lideres, dando paso al nacimiento de las “Regiones unidas de la nueva Gallenia”, tiempo después en el 4040 uno de los lideres acabó con el resto de la unión cambiando a la actual “Nueva Marló”.

Se cuenta, tanto en los abisales como entre la gente en servicio, que actualmente no se le permite la entrada a la metrópolis central, Vencout, a ninguna persona que no sea un Marlón, únicamente los esclavos veteranos, quienes son transportados en camiones especiales.

Los esclavos tuvieron solo dos destinos: la muerte física o la muerte espiritual. En el mejor de los casos los llevaron a los campos de concentración para una muerte segura. En el peor, quebrantaron sus espíritus y humanidad, convirtiéndolos en “donadores”, conejillo de indias para la ciencia marló y máquinas de bebés…

Yo era una esclava, estuve encerrada durante cinco años en un reformatorio y después sirviendo cuatro años en una casa, escapamos hace unos meses. Normalmente hubiéramos continuado con nuestra rutina de la vida: naces, creces en cautiverio, trabajas y mueres. Natural.

Jocelyn y Edmund llegaron meses después de que me requirieran en servicio, solía decirles que eran hermanos porque ambos tenían los ojos oscuros y el cabello claro. Los esclavos llamamos al lugar en el que nos encierran “Los abisales”, tomando en cuenta que es como un pozo, la mayoría nace y es apartado de sus padres para ir directo a los abisales, que te saquen del hoyo para ponerte a hacer de la servidumbre… es casi un precioso regalo.

 Jocelyn era menor que yo y no le gustaba tener que servir a nuestros amos; era una gran artista, solía hacerme dibujos en servilletas con solo el jugo de las cascaras que se desechaban en la casa, con cenizas o carboncillos que encontraba por ahí. Era una joven llena de vida y de entusiasmo por sobre todas las cosas. Fue Jocelyn a quien asesinaron.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.