Relatos de Guerra

Capítulo 5: "Visitas inesperadas".

Capítulo 5

Visitas inesperadas.

 

Después de nuestra “charla” ella se ha ido, simplemente desapareciendo entre las ramas del bosque.

Decido continuar con mi diario, sabiendo que ninguna de ellas sabe lo que estoy escribiendo.

He descubierto algo: Gisela les teme a los chicos que seguían a las niñas, o al menos es la deducción a la que llegué, no sé si a ese grupo en especifico o a los chicos en general, pero hay algo en su nerviosismo.

He decidido llamarlas trillizas ¿Por qué? Porque parece que siempre están juntas.

Al parecer ninguna de ellas sabe leer o escribir. Me siento terriblemente tentada a intentar enseñarles, pero no quiero relacionarme con estas personas… no es que no lo desee, pero, conociéndome, sé que sería difícil despedirme de las trillizas si llegara a encariñarme de ellas. Tengo suficientes problemas con el tema de mi propia supervivencia como para también tener que ver por ellas.

Además, sé que estarán bien con Gaspar. Por más que me cueste admitirlo, Gaspar podría cuidar mejor de ellas que yo (mientras siga con vida), él es, o era, medico. Si algo le pasara a cualquiera de ellas, Gaspar las curaría con los recursos con los que ya cuentan.

Debo comenzar de nuevo con mi búsqueda, pero no sé hacia donde tengo que ir. Antes no me importaba, pero ahora que lo pienso, no tengo ningún rumbo. Es como si hubiera algo, no sé qué, que me dijera desde un principio «no importa donde, tu solo búscalo» pero ahora que mi parte coherente ha regresado de su tumba me dice que es estúpido «¡¿hola?! ¡¿Hay alguien ahí?! El planeta es inmenso y casi todo está desierto»

Atte. Elizabeth

 

Levanto la mirada justo cuando Gaspar llega al campamento. Su cara esta roja y sudorosa a pesar del frio que está haciendo, sé sin preguntar que ha estado corriendo. No tengo que esperar demasiado a que Gisela se le acerque para ayudarle a sentarse sobre el banquillo frente a las brasas, esta le ayuda a tranquilizarse hasta que su respiración se normaliza de nuevo.

Cierro mi cuadernillo y lo guardo entre mis pertenencias.

—parece que el diablo te picado el culo para que corrieras, Gaspar—me burlo.

El viejo intenta hablar, pero no logra recuperar el aliento. Gisela me mira furibunda, pero la ignoro. Lo último que quiero es discutir con ella en este momento.

—en… en el bosque—atina a decir antes de volver a tomar aire—vi a… a alguien en el bosque.

Siento como mi cuerpo se tensa musculo por musculo, listo para huir en cuanto pase cualquier cosa. Miro a Gisela, quien de repente se ha quedado sin respiración; la miro ahí tan frágil y sorprendida… sé que siente lo mismo que yo: la necesidad inminente de huir del peligro, pero ¿Cómo podría irse sin sus acompañantes? No es algo que se pueda ocultar, está en nuestros instintos huir del peligro.

— ¿Dónde? —pregunto.

Gaspar me mira «¿qué piensas hacer?» Dicen sus ojos.

—no deben llegar aquí ¿dónde estaba? ¿Has visto cómo era?

—no—niega con un movimiento de cabeza—lo observé solo de lejos, estaba armado y traté de venir lo antes posible hasta ustedes.

Gisela me mira con esa mirada suya de "eres una estúpida" que tiene cada vez que me mira, pero esta vez con una ración extra de rencor.

—Iré a revisar—declaro mientras pongo los ojos en blanco.

—no, lo hare yo—replica Gisela.

—lo último que necesitan es que te disparen—espeto—quédate aquí y cuídalos.

—no voy a dejar que me des órdenes.

Sin darme cuenta nos encontramos una frente a la otra, con los ceños fruncidos, los puños apretados y los labios apuntando, listos para recibir órdenes de disparar.

—Ambas pueden ir—sugiere Gaspar.

 

Gisela camina entre los troncos como si de pavimento se tratara; sus pasos son sigilosos y calculados, mientras que los míos son hoscos y torpes «lo que le falta en combate lo compensa con su sigilo» pienso.

Ambas somos bañadas por las sombras de los árboles. La luz grisácea del cielo nublado no hace más que ofrecer un espectáculo gótico y frio de lo que ahora es este bosque. Las hojas parecen bañadas en sol, por sus colores cálidos, con pinceladas color naranja, marrón y rojo, recordándonos que, a pesar de todo lo que ha cambiado, las estaciones del año permanecen igual de constantes y el otoño está haciendo acto de presencia.

Continúo pensando en lo madura que se comportó hace unos momentos, cuando hacía no mucho estábamos discutiendo como en un estúpido juego de tira y afloja. Yo también fui inmadura, lo admito, pero ¿Qué le ha hecho a ella cambiar de opinión acerca de mí? Cuando Gaspar sugirió aquello Gisela se fue y me dio un cartucho de balas sin rechistar y lo último que le dijo a su tío fue: «si no volvemos en dos horas, tomen lo que puedan y váyanse»

—Deja de mirarme así—interrumpe mis pensamientos.

No puedo hacer nada más que enarcar las cejas.

—he volteado a verte al menos tres veces, me estas mirando y me inquieta. Para de hacerlo ¿quieres?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.