Relatos de Guerra

Capítulo 13: "Rebeldes"

Capítulo 13

Rebeldes.

 

— ¡Quédate ahí! —le ordeno sin gritar.

Cuando vuelvo a fijarme, la sorpresa ha desaparecido de sus ojos, ahora solo está parado ahí, observándome con cautela.

—Y ¿Ahora qué? —me pregunta.

Si—pienso—¿Y ahora?

—Y ahora te escucho.

Me acerco más a él, tratando de intimidarlo, pero solo consigo tener que mirarlo hacia arriba ¿Cuánto mide? ¿Dos metros? Vaya mierda.

—Escucha, a mi tampoco me gusta dar muchas vueltas—traga saliva—la cosa es así: queremos que se unan a nosotros, podemos darles un lugar donde dormir, comida, medicamentos… lo básico…

—¿ustedes que ganan?—lo interrumpo.

—Te encanta interrumpirme—gruñe.

—Es parte de mi encanto.

—Como sea, queremos ayudarles casi tanto como ustedes quieren ser…—su mirada se dirige a la puerta.

Me giro la cabeza, esperando a ver a uno de los chicos que había afuera, quizá incluso a los que nos llevaron al interior, sin embargo, cuando logro procesarlo, me doy cuenta de que no hay nadie ahí, la puerta sigue cerrada. Aleksei manotea la pistola justo en el momento en el que me vuelvo a girar hacia él, tomándome desprevenida. Trato de ir por el arma, pero Aleksei intenta sujetarme y termino dándome un fuerte golpe en la barbilla, pero esto apenas y me importa. Forcejeo intentando avanzar hacia la pistola, pero caigo de nuevo; me giro rápidamente para quedar boca arriba y pateo su entrepierna, cae sobre mí con un grito de dolor, me retuerzo debajo de él apenas notando la herida de bala, él se gira protegiendo su “área afectada”.

La pistola está a unos metros de mí, pero a juzgar por las voces que escucho afuera, no me queda tiempo. Aparto sus brazos y utilizo mi antebrazo para presionar su garganta, posicionándome sobre su torso.

— ¡Solo una! —le digo.

Me mira confundido.

—Solo una razón para confiar en ustedes—explico.

Las voces se hacen más fuertes en el pasillo.

—porque somos su única opción.

Mi semblante se ablanda y tomo aire relajando las manos, pero al mismo tiempo tensa. La puerta se abre y me toman por ambos brazos justo antes de patalear al aire como una niña berrinchuda, en algún punto el arma cae lejos de mí. El marlón murmura una letanía de palabras en su idioma que no entiendo mientras levanta el arma.

— ¿Está bien?—le pregunta uno de los chicos.

El marlón asiente mientras va por el arma.

— ¿a que han venido? —pregunta inspeccionando la pistola ahora entre sus manos.

—Hemos escuchado un grito y decidimos entrar—justifica el mismo.

—Ya los ataron, parecen más tranquilos—dice uno de los chicos que me sujetan.

El marlón me mira brevemente y luego se dirige de nuevo a ellos.

—Llévenla arriba con las demás—ordena, después sale por el pasillo.

Golpeo la madera con frustración justo después de que los muchachos cierran detrás de mí. Mis nudillos quedan rojos y no encuentro otra forma de tranquilizarme más que pasarme las manos por el rostro. Cuando el mundo ha sido dominado por un loco maniático, has sido traumado, y el enemigo te atrapa, te esperas muchas cosas; cosas como calabozos, esclavitud y hasta la muerte… pero cuando me giro hacia la habitación no encuentro nada de ello.

Es un cuarto de baño, con una tina y un lavamanos decente. Lo primero que pienso (por instinto) es pensar que no tardaré mucho en limpiarlo, porque está bastante limpio, e incluso la tina tiene agua limpia y clara. En un rincón de la habitación un movimiento acapara mi atención. Olenka me mira con amabilidad y señala la bañera, me entrega toallas que hace solo unos instantes sostenía y sale del baño.

Me cuesta asimilarlo: un baño. Estas personas me ofrecen tomar un baño, así sin más. Sin pisar piedrecillas, sin temblores ni espasmos por el frio, incluso veo un jabón desde donde estoy… Espero al menos diez segundos antes de dejar las toallas en el suelo, me acuclillo frente a la puerta y la abro lentamente, solo para toparme con la falda de Olenka frente a mi campo de visión, levanto los ojos hasta toparme con los suyos, que me miran risueños. Cierro nuevamente la puerta.

Me levanto tomando las toallas nuevamente y me acerco a la tina a pasos pesados, mirando cada apertura con desconfianza. No hay puertas además de la entrada y hay un tragaluz en una esquina, lo suficientemente alto como para descartar que alguien pueda observarme desde ahí. No debería y sin embargo es tentador… ¿Quién sabe cuándo volveré a tener una oportunidad así?

Muerdo mis labios resecos y miro una última vez la puerta con cierta incertidumbre, Olenka está ahí, vigilando, y aun así tengo la opción de bañarme con ropa interior, además no pienso bajar la guardia en ningún momento. Me siento en la orilla y toco el agua con la punta de los dedos, está tibia y mi cuerpo me exige que me sumerja en ella, sin embargo, estoy disfrutando de este pequeño placer.




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