"Y fueron trece los Elohim que descendieron del reino celestial a Runaterra, trece quienes enseñaron los rudimentos de la magia, la estructura de la materia y la artificiería... Y entre ellos estaba la hija de la luz, la Tejedora de Runas, la Dadora de Vida, quien instruyó a los hombres en las artes místicas, las artes elementales y, por último, los misterios del cosmos y sus nombres. Fue ella quien instauró el culto al sol y la luna... Y sin saberlo, los Elohim entregaron al hombre el fruto del árbol del conocimiento: la ciencia, la magia, el bien y el mal... Y al hacerlo, abrazaron para sí mismos la oscuridad.
Fue por medio de la magia, que el hombre se alzó sobre otros, y creyéndose sabio y entendido en la verdad, se cegó... Y diciendo estar en la verdad, abrazaron la mentira. Pero el Elohe, único y verdadero, quien habita más allá de lo celestial, del tiempo, el espacio y la materia, vio lo que su hija había hecho y se entristeció. Encendiendo su corazón contra ella, como lo había hecho con el Malaj Caído, ordenó a sus Malahim capturar a los celestiales y encerrarlos en medio de los cielos. Y a gran voz proclamo:
“Derribad los grandes montes, derribad sus cumbres orgullosas y destruid a sus guardianes. Tomad a los celestiales que descendieron entre los hijos de los hombres y encerradlos en el reino celestial hasta el día del Juicio Final. Capturad a mi hija, pues impondré un gran juicio contra ella y contra los trece Elohim que descendieron con ella. Asimismo, impondre juicio contra los celestiales, pues cometieron el mismo error que los Vigilantes.”
Así fue como los Malahim, junto con el Melehim Elyon, descendieron y derribaron los montes, empezando por el monte Ubal, cuya fortaleza destrozaron y cuyo Elohim encadenaron. Y he aquí que los cielos se abrieron, como quien rasga el tejido de la realidad, como quien abre dos enormes puertas de piedra en el cielo. Y muchas de las estrellas y sus constelaciones fueron conmovidas, y fuego descendió del cielo, partiendo el monte Ubal en dos como una espada de triple filo. Y así fue con los demás montes de Runaterra.
Pero los hijos de los hombres se enfrentaron a los Malahim y los frenaron en Targon, creyendo en sus corazones que hacían el bien, sin darse cuenta de que abrazaban el mal, defendiendo lo inicuo y glorificando lo que no debían. Allí combatieron, en la llanura de Skargar, abrazando sin saberlo la iniquidad. Solo el Monte Targon perduró, allí en la pradera de Liber, donde los hombres le hicieron la guerra al Elohe único y verdadero... Tomando al Elohe verdadero por malo y a los celestiales Elohim por buenos, invirtiendo la luz con las tinieblas y las tinieblas por luz.
No obstante, no lograron defender a su gran Tejedora de Luz, y los cielos se abrieron, y una gran voz proclamó desde lo alto:
“¡Erran, oh hijos de los hombres! ¿No veis que defendéis lo inicuo y confundís la verdad con la mentira?”
Pero los Aspectos, los Lunari y los Solari no comprendieron, y sus corazones se oscurecieron ante las enseñanzas erradas de los Elohim. Dijeron en su corazón:
“Ellos son nuestros dioses. ¿Quién eres tú para decir lo que está bien o mal?”
Entristecido, el Elohe verdadero, cuyo nombre no puede ser pronunciado en Runaterra, proclamó:
“Oh, hijos míos, cuánto me duele que estéis en el error. Cómo desearía tomarlos de la mano como un padre hace con su hijo y abrazarlos fuertemente, pero habéis decidido defender la mentira en lugar de la verdad. Sed pues consumidos por el fuego que mando sobre vosotros.”
Y entonces cayó fuego del cielo, y los cielos se abrieron y columnas de fuego descendieron, arrasando los templos llenos de conocimiento erróneo. El templo de la luna fue derribado, y el templo del sol corrió la misma suerte. Las defensas de los celestiales fueron destruidas, y he aquí que los cielos se abrieron y los cimientos de los Shamain fueron sacudidos. Entonces un gran Malaj descendió con una cadena en la mano, apartó a los Aspectos que defendían el gran monte y encadenó a la Tejedora, llevándola a los cielos.
Entonces el Elohe único y verdadero anunció a las naciones de Runaterra:
“Dejaré el monte intacto y se llamará Targon, porque aquí fue donde los hombres de Runaterra se rebelaron contra mí, su Elohe único y verdadero.”
Y los Malahim, los Kohanim y los Melehim ascendieron a los cielos, mas alla de las estrellas del firmamento, y los cielos se cerraron, dejando solo la negrura del espacio y sus estrellas. El monte perduró hasta el día de hoy, pero la semilla de la idolatría no fue borrada de los hombres en Runaterra, y así los hombres contaminaron a los Vastaya y a los habitantes de Runnaterra, y todos ellos, como en el pasado, dieron gloria a las estrellas y las fuerzas celestiales, contaminando sus espíritus y sus almas. Regresaron a sus antiguas prácticas, abrazando la magia y el conocimiento, confundiéndolo nuevamente con sabiduría, y abrazando para sí mismos la propia muerte."
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Editado: 18.10.2024