El agua caliente resbala por cada parte de mi cuerpo, relajaban cada músculo que se habían esforzado mucho para intentar frenarlo.
La tierra caía dejando mi piel blanca, intacta, perfecta.
Una gota de sangre resbaló sobre mi brazo.
Muchas gotas comenzaron a resbalar por todo mi cuerpo, mientras una sonrisa torcida se formaba en mi rostro.
Su sufrimiento me daba años de vida, sonriente salí de la ducha y me dirigí al fondo de la casa. Di unos golpes fuertes con el palo de la escoba para callar sus gritos.
Podía escuchar como golpeaba con sus piernas atadas las paredes gruesas de esa torre con gran altura.
Sus gritos callados por la mordaza despertaban un enojo en mi interior.
Cerré la puerta del garaje para que nadie lo escuchara. Me acerqué a la tecla para prender el tanque de agua. Seria rápido y ni sentiría dolor.
Pude escuchar como las tuberías sonaban y el agua recorría por estas.
El agua comenzaba a caer en el tanque y callaban sus gritos.
Se ahogaria rápido, espero que esta vez no razguñe las paredes y ensucie el agua con su negra sangre.