Aquí tiene. Esta vez calenté un poco más el café. ¡No!, ya sé, que se preguntará como un pulpo puede tomar café. Como se habrá dado cuenta, estamos encerrados en una suerte de cueva húmeda, de la cual puedo permanecer un buen tiempo sin una inundación en mi recinto. Por eso siempre les pido que salgan por la entrada del techo a los habitantes que vienen de visitas. No preciso salir a las aguas por mis branquias. Es un modelo de hogar tipo, en que arriba consta el pasillo donde dirige. Es una salida a la superficie. Imagínese que estos elementos los adquirimos en el mundo exterior. Si le señalo el café como también los demás artículos. Tengo un vino tinto que es exquisito. Si se queda hasta pasadas las horas, prometo brindar por este encuentro. Le aclaro que puedo respirar con normalidad. Como verá tenemos más secretos de lo que parece. No busque explicaciones. Mi especie llego en un meteorito, desde algún lugar de la galaxia. ¿Le gusta la astronomía? Yo quisiera viajar a marte, o júpiter en alguna vez de mi vida, u otras vidas, marte, u orión, pues estuve en la luna. No me mire de forma extraña. Luego explicaré también ello. Creo en la reencarnación. Y soy un católico que le reza al padre nuestro cada tanto.
Quédese tranquilo, aquí se puede respirar normalmente, mientras de instantes tomo mi descanso dentro de mi piscina, y luego al sillón, y así sucesivamente. Pero recuerde, al salir debe subir la escalera hasta la salida. Bueno le platicaré ahora de mi viaje a la cima.
Le advierto, que no fue nada fácil. Me disponía con mi bolso de viajero ir a las montañas oceánicas del lecho marino. Claro usted dirá. Si nadan, ¿cómo que me está hablando de escalar? Ya le he dicho aquí en el océano, es otro mundo. Y debajo, hay otro. Y otro. Y otro. La realidad es que hay muchos mundos. Y fuera de la red dimensional, hay otros, y otros. E infinitamente, tendrá planetas, y sub planetas, y quizás esté aquí con usted, charlando, o quizás en otra situación dinámica.
Fuera del bosque, a una buena cantidad de kilómetros bajo tierra se encuentra el monte de la cima. Allí hace frio por fuera, y calor por dentro. Sabe ese monte, se encuentra bordeando el plantío del bosque de quelpos. Una yunga acuática, muy escurridiza. Fue entonces que estaba de vacaciones. Mi trabajo de oficinista me demanda mucho esfuerzo mental, y mi escaso cuerpo reclamaba unos días de descanso. Podría haber ido con la familia, pero mi esposa prefirió irse con los niños a lo de su hermana.
Ya estaba instalado en el hostal cuya llegada fue normal, y rápida. Junto a mí, me tocaron compañeros que se podrían decir eran bastante densos a nivel, fiestas. Cuatro langostinos que les encantaba salir todas las noches. Yo soy un viejo, a mi déjenme unas buenas canciones, aventura, y una discreta comida.
Tomé mi bolso el día que partí para el sector del universo de la cima, y me dirigí por el agujero que lleva allí, parece un orco a simple vista. Un hoyo que tenía un tuvo extenso de forma artificial, donde deslizarse hasta el fondo. Me arrojé. Le explico, es un tuvo sobrante de un naufragio ampliado. Muy parecido al que usan los bomberos, o la serie Batman cuando Adam West y Ricardo Tapia descendían para el garaje para llegar al batimovil. Por cierto odié toda mi vida el bati twist, y el guasón siempre fue de mi agrado.
En conclusión estaba listo, aunque un poco oscura la cueva. Y libre de agua. Como le dije, puedo respirar normal gracias a los gases que se diseminan en oxígeno, y sumado a mi mascara me provee junto a un tanque de aire reemplazable. El suficiente oxígeno. En ese lugar al cual me instalé, se puede notar un sol abrazador, tanto así, que tuve por precaución llevar protector solar. No, el que conocen otras formas de vida, como los humanos. Este humedece la piel. Seguro me preguntará como me muevo por tierra. Oiga sabe bien que puedo deslizarme, de todas maneras utilizo calzado de goma en cuatro de mis tentáculos, y cuando me las veo difíciles, y se lo comunico en plural a ellos que son cerebros andantes, y si no voy por los ríos. A veces he cruzado desiertos. Claro, está vez, me vestía como si fuera un beduino, ya que tanto calor arruina las capas de mi cuerpo. Pero bien, me había cruzado con varias alimañas, y depredadores. Sepa que aquí no es como la superficie. Aquí existen otras criaturas. Y ese es el problema. No pueden mezclarse unas con otras. ¿Un dinosaurio, o un insecto artrópodo del tamaño de su cuerpo, volando por una ciudad? Significaría la extinción, y la plena guerra. Por eso siempre digo que la naturaleza es sabia en su manera de actuar. No mistura especies de ningún tipo, aunque aquí logramos comunicar ambos espacios en este centro de la tierra verniano. Con un amigo hicimos un viaje que demostró los peligros abismales. Le contaré en adelante.
La cuestión fue cuando un cocodrilo de unos veinte metros se me abalanzó queriendo que yo forme parte de su menú. Fue cuando recogí con el tentáculo cuarto, una liana, y me lancé como tarzan escapándole al peligro. Siempre el peligro. Fui en el impacto a desembocar cerca del pantano. Aquí la malaria corre como la voz de los chismosos. Lleno de mosquitos. Tenga presente como le dije. Todo aquí tiene un tamaño amplio. Véalo al quíntuple. Y un pulpo de la estatura media, era una
presa fácil. Al caer en medio del pastizal, se alertaron los sentidos de aquellos aviadores. Ellos están bien entrenados, ya que nosotros los pulpos somos sordos. No tenemos audición, por lo que adiestramos otras formas de poder detectar estruendos, ruidos, etc. Y gracias a esto, ¡Vea! Si es un aparatito pequeño en forma chip que va ajustado a las branquias respiratorias. Pero bien gracias a ello oímos. Luego, siempre luego, le contaré de aquella. Entonces me escabullo por la verde maleza, sin embargo, los sentidos de estos voraces son muy sensibles. Lentamente me fui moviendo sin generar ruido alguno. Percibí como uno de ellos, de entre tantos miles, descendió, y se acercó a mí. Poco a poco veía esa lanza de pico que llevan, como atravesaba el pasto, y pasaba cerca del vertiginoso cuerpo. Al correr el velo de una gran hoja, otro estaba detrás. Recibí una estocada que pude sortear, y con mi tentáculo quinto, el más fuerte, partí su nariz, luego rocíe con la tinta a ése, que me acechaba, creando una bruma de neblina confundible. En ese momento me metí en el fango, para suerte de mi experiencia de sobrevivencia, y mimeticé mi cuerpo con el lodo mismo. Estaba hasta cubierto de esa viscosidad marrón, sin embargo fuera de peligro. Me trasladé con lentitud por la orilla del lodo de aquel pantano hasta campo abierto. Sin manera de generar peligro por causa de la inhibición que puede causar todo ese disfraz, pude escapar del territorio de esos insectos hambrientos. Estaba ya en parte, en la jungla de las plantas. Aquí preferentemente es mejor continuar sin salir del terreno del sendero. La mayoría de ellas son venenosas, y las que no, carnívoras. Hay en el mundo que conocemos del tamaño de un dedo humano. Aquí son del tamaño del humano para darse una idea.
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Editado: 27.03.2024