Este café salió mejor de lo que pensaba. El humo es gratificante mi camarada. ¿A por qué camarada? Todo comenzó en la fábrica de plásticos reciclados, el abismo de mar. Es una empresa dedicada al reciclaje de los plásticos que son arrojados al suelo marino. ¡Sí!, le parece extraño, y lo entiendo, aunque déjeme decirle que el plástico se utiliza mucho aquí como un impermeable corporal, para que la suciedad de los sedimentos que habitan las aguas, no se nos aferre a la piel, también se utiliza para enfermedades de transmisión marina. Es un uso totalmente diferente al que le dan los humanos. Incluso el que arrojen más, y más desechos, nos permite una cantidad grande de materia prima, sin embargo también nos arruinan los espacios con la basura. Si supiera, las enfermedades y contaminantes que hay aquí por culpa de ellos. Así como el sistema como el capitalista en el mundo de las ideologías, aquí también existe el libre mercado. El gran Simón, aquel tiburón que le nombré, era pues uno de ellos. Yo trabajaba de muy joven, en la parte de despachos y reposición de mercadería de envases de polietileno de teleftarato. Son los llamados envases de alta densidad. Nuestra jornada era de ocho horas. Aquí se respeta esa cantidad de tiempo, sin embargo, a veces hay empresarios que se abusan. También hay poderosos, como en el otro mundo. Los hay quienes manejan la industria del transporte, el petróleo, las mineras acuáticas, los bancos de intercambio monetario, y servicios de todo tipo. Claramente se pagan impuestos. Y un gobierno democrático nos subyuga. Digo subyuga, ya que la democracia de todos, en la llamada división de poderes es una falacia ad mutum, solo que aquí se sabe, y se asume como compromiso. Dicho de otro modo, a
vasallaje feudal. La democracia en este planeta de agua, se subdivide en dictadura económica, política, social, o religiosa. O sea, se sabe de antemano que alguien nos subyugará. También hay reinados. El sistema monárquico es más noble, o por lo menos no es hipócrita. Los hay socialistas, y otros comunistas. Donde comparten, aunque a diferencia de los entes gubernamentales del comunismo humano, aquí, si se respetan las normas del manifiesto, y quién dirige, tiene un mandato solemne de una carta con propósitos sociales que debe cumplir. Quien se encarga de ser electo, vive una vida mecánica para la sociedad. El estado cubre todos los beneficios, y las necesidades. Hay una suerte de solidaridad. Luego los anarquistas. Estos eligen el exilio, pues nada los puede corromper de sus ideales de libertad, pero el sistema es bastante férreo, y aquí en esta patria vivimos la horda capitalista salvaje de una democracia de pocos, donde la oligarquía económica nos avasalla. Lo sé, y lo viví, en plena carne de mis fibras que no mienten.
Fue cuando nuestra jornada se amplió a doce horas, con recortes de salario. Uno de nuestros compañeros fue a quejarse con el Señor bigote. Un pez de siluro grande y fornido, del tamaño de un auto. Mi compañero un cangrejo de edad avanzada, solo fue a pedir unas salidas transitorias ya que se encontraba enfermo. Claramente se lo denegaron, y si llegaba a faltar por par parte de enfermedad sería despedido. ÉL, como muchos precisaba el trabajo. Estando complicado en sus tareas nos ayudábamos. A veces los seres son insalubres, insípidos, malvados, equivalente a inhumanos de humanos. Nos todos, pero los muy poderosos, no tienen compasión, y les importa un jornal, sin darse cuenta que la mano de obra asalariada es la que les provee esas ganancias. Y nos lo cuidan sino, que actúan como fusible. Un disparo, y cargan una nueva bala, y así sucesivamente. El mercado tiene material laboral de sobra.
El viejo Anselmo, cangrejo de mar. Gran pescador, y recolector de material plástico se desmayaba tumbado, y exhausto. Fui asistirlo. El viejo estaba terminado del cansancio. Un capataz de mi ex jefe, me quitó con su aleta grande. Tenían unos matones altos, y aguerridos, aquel pez. Eran dos bagres gordos, e inflados, incluso diría que deberían comer como bestias. Les dije, déjenlo, esta rendido. Mis compañeros se juntaron a mí alrededor. Uno de esas bestias le dio un cachetazo al viejo Anselmo. Déjenlo en paz, en gritos. La sangre de mi cuerpo se enardeció, y no me importó lo que sucediera. Era una clara injusticia. Me lancé encima de uno de ellos, y apreté tan fuerte con mis ventosas que lo deje sin aire en sus malditas branquias. Recibí un macanazo de su compañero en mi gran cabeza que me valió el chichón del siglo. Mis compañeros no se quedaron atrás, y se abalanzaron contra el otro ser despiadado acabando con él. Me acerqué un tanto adolorido, hasta Anselmo, que había dejado de respirar. El veneno de mis nervios se llenó de ira. Le juro nunca sentí tanta injusticia, y fuimos a buscar al Señor Bigote. Como era de esperar se había esfumado, a sabiendas de la situación actual. Comenzamos para entonces lo que fue la huelga, y la toma de la fábrica durante varios días consecutivos, solicitando mejoras salariales. Me convertí en la voz para aclamar justicia.
El viejo Anselmo era trasladado en una bolsa por los servicios médicos, a fin de hacer su papeleo, y la autopsia correspondiente conforme de indicar las causales de muerte. La policía transcribió en su de block nota, hechos, y circunstancias, e intentaron calmar la situación. ¡Dejamos claro que no!, nos iríamos de la fábrica, y que el gran Bigote pagaría por lo sucedido.
El final de esta historia encierra corrupción para que de antemano sepa su conclusión. Pero la revuelta fue pura rebelión hasta el punto que no solo la fábrica fue noticia en toda la región, sino
que llevamos nuestras demandas, junto a muchos otros empleados al parque central, intentando que nuestras voces sean oídas.
#5407 en Otros
#1557 en Relatos cortos
#639 en Aventura
relatos cortos, ciencia ficcion con tintes fantasticos, aventura amor y fantasia
Editado: 27.03.2024